Quien cree estar de vuelta de todo es que nunca ha ido a ninguna parte

Las tierras perdidas

Cuando ya había humanos en el mundo, hubo otras tierras, ahora desaparecidas.
Algún día, resurgirán.

Impresión artística de la Atlántida.
Impresión artística de la mítica Atlántida. La idea de los "continentes perdidos" con características mitológicas y civilizaciones idealizadas ha sido recurrente en la literatura. Si hubo "civiliizaciones antes de la civilización", no parece haber sobrevivido ningún rastro hasta el presente.

Todos hemos oído hablar de la Atlántida. Y puede que también de Lemuria, Mu y otros muchos continentes mitológicos con mayor o menor presunción de veracidad. Sin embargo, a tenor de todo lo que sabemos hoy en día sobre tectónica de placas, paleogeografía, paleoecología y demás, no parece muy probable que ninguno de ellos existiera realmente en tiempos recientes. Al menos, lo bastante recientes como para que hubiera gente por allí, alguien capaz de registrar su existencia. Nuestro planeta ha cambiado muchísimo a lo largo de sus 4.500 millones de años de historia y seguirá haciéndolo hasta que Sol se harte de hidrógeno y decida zampársenos a nosotros también. Pero lo hace muy despacio. En el medio millón de años que los homo sapiens llevamos bambando por aquí, los continentes y océanos apenas se han movido de donde están.
Y sin embargo, hubo otras tierras emergidas, muy probablemente ocupadas por nuestra especie en tiempos no demasiado lejanos. Varias fueron francamente grandes, tanto como lo que hoy en día ocupa el Mediterráneo entero. Algunas, desempeñaron con toda probabilidad papeles clave en nuestra historia sin los que ahora mismo seríamos muy distintos de como somos. Pero nada queda de ellas hoy en día. Al menos, nada que puedan ver nuestros ojos a plena luz del sol. Yacen, silenciosas y olvidadas, en las profundidades del mar. Son las tierras perdidas de la humanidad.
Los ciclos de glaciación y el caprichoso nivel del mar.
Ciclos glaciales de los últimos 650.000 años, evidenciados por la concentración de CO2 atmosférico. El nivel actual es superior a 380 ppm. Datos: ONRL, NOAA. (Clic para ampliar)
Ciclos glaciales de los últimos 650.000 años, evidenciados por la concentración de CO2 atmosférico. El nivel actual es superior a 380 ppm. Datos: ONRL, NOAA. (Clic para ampliar)

Al menos durante los últimos millones de años, la Tierra ha sufrido periodos constantes de glaciación seguidos por fases de descongelación. Actualmente estamos en una de estas fases de descongelación, más técnicamente llamadas periodos interglaciares, ahora potenciado hasta la locura por el calentamiento global provocado por los seres humanos. Nadie sabe muy bien qué leyes cósmicas o telúricas rigen la parte natural de estos ciclos, pero tenemos pruebas decisivas de su existencia, alcance y repetición, que viene a darse cada cien mil años aproximadamente.
En realidad, a periodos como el que vivimos ahora mismo los llamamos interglaciares porque no son lo habitual en nuestro planeta, al menos durante el Cuaternario –nuestra época geológica–. Lo habitual es la glaciación. La Tierra cuaternaria es un planeta algo más frío de lo que conocemos, cubierta por inmensos casquetes de hielo en sus polos; este ha sido su estado "normal" durante aproximadamente el 70% del tiempo, a lo largo de los últimos dos millones y medio de años como mínimo. Uno de esos polos, la Antártida, ha permanecido constantemente congelado a lo largo de todo este tiempo.
Durante estos prolongados periodos de glaciación, el nivel del mar global baja significativamente, hasta más de cien metros, incluso 120. La razón es sencilla: el agua se evapora de los océanos para acumularse en los polos bajo la forma de hielo, con lo que queda bloqueada allí y no puede regresar al mar. Y resulta que en la Tierra hay muchas zonas que se encuentran a menos de cien metros de profundidad bajo las aguas. Durante los periodos glaciales, estas regiones ahora submarinas quedan expuestas, por encima del nivel del mar. Y, como decía más arriba, algunas son francamente grandes. Tanto como subcontinentes enteros. Por ejemplo, el lugar perdido llamado Sundaland.
Sondalandia, el Mediterráneo tropical de los primeros humanos.
Sondalandia hoy y durante la última edad del hielo. (Clic para ampliar)
Sondalandia hoy y durante la última edad del hielo. En el gráfico no aparecen algunas islas de cierto tamaño que también debieron quedar emergidas durante el periodo. (Clic para ampliar)

Hoy en día, llamamos Sundalandia o Sondalandia (cutre-traducciones al castellano de Sundaland) a la extensa región de penínsulas, islas, islotes y atolones del Sudeste Asiático que rodea al Estrecho de la Sonda. Este estrecho fue enormemente estratégico durante una buena parte de la historia humana, y sólo recientemente ha sido reemplazado en su importancia por el cercano Estrecho de Malaca, el pórtico marítimo entre Europa y Asia que mantiene abierta y funcionando la aldea global (el Estrecho de Malaca es más profundo y permite el paso de buques más grandes).
En el presente, esta región está ocupada por los estados modernos de Tailandia, Indonesia, Malasia, Brunei, Camboya, Vietnam y  Filipinas, más la República Popular China a través de su presencia en algunas islas. Esto es, se corresponde a grandes rasgos con el Mar del Sur de China. Es una zona compleja, disputada y superpoblada con tantas esperanzas como problemas, a caballo entre el Primer, el Segundo y el Tercer Mundo. Para acabar de arreglarlo, se sospecha firmemente que algunas de estas aguas ocultan grandes bolsas submarinas de petróleo y gas natural, lo que no ayuda nada a atemperar los ánimos. Hay ya al menos una plataforma gasística operando allí y las broncas internacionales en torno a prospecciones y concesiones van y vienen cada poco tiempo, saldándose a menudo con la paralización de las actividades bajo la sempiterna amenaza de guerra. Son comunes las capturas de pesqueros y no tan pesqueros. No obstante, la última vez que corrió la sangre en serio fue en 1988, cuando China y Vietnam se liaron a tiros por un atolón de las islas Paracelso, situadas al norte de la región.
Pero en el pasado, toda esta Sondalandia estaba emergida del mar y formaba una gigantesca península o subcontinente que se extendía desde Bangkok y el actual delta del Mekong hasta más allá de Java y Borneo, más una buena porción de costas a lo largo de toda la cuenca. Muchos de los islotes, atolones y bajíos que ahora apenas asoman sobre el oleaje cuando baja la marea eran islas casi tan grandes como Creta y archipiélagos no muy distintos del Jónico.
La última vez que Sondalandia estuvo totalmente emergida de las aguas fue hace apenas quince o veinte mil años, a finales de la Glaciación de Würm, cuando ya había humanos de todas clases deambulando por allí. Dentro de un orden, uno puede dejar volar la imaginación ensoñando talasocracias y civilizaciones similares a las que surgirían en la cuenca del Mediterráneo diez mil años después... aunque desde luego, si las hubo, no hemos encontrado rastro alguno de su existencia. Quizás se encuentren ahora mismo sumergidas y olvidadas a cien metros bajo el mar. O, más probablemente, no.
Ciñéndonos a los hechos, parece difícilmente discutible que homo sapiens sapiens –nosotros– se expandió hacia Australia y el Pacífico a través de este subcontinente de Sonda, en el periodo que va desde los sesenta mil hasta los quince mil años antes del presente. Y, durante periodos glaciales anteriores, lo hicieron algunos otros antecesores nuestros como el homo erectus.
Los ríos de Sondalandia. (Clic para ampliar)
Los ríos arcaicos de Sondalandia. (Clic para ampliar)

Se debate el clima, flora y fauna exactos de Sondalandia. En general se cree que el clima próximo al ecuador durante los periodos glaciales era algo más frío y seco, o sea, más árido. Parece que pudo haber una extensa franja de sabana desde la actual Tailandia hasta casi Java, rodeada por pluviselva tropical a ambos lados y marismas de manglares en la costa. Esto de la franja de sabana es una idea sujeta a discusión en el seno de la comunidad científica. En todo caso, la tierra era –y es– arenosa y ácida, con lo que no pudo ser muy fértil; lo que los locales llaman actualmente kerangas, literalmente la tierra donde no crece el arroz. En estas kerangas suelen desarrollarse bosques de frondosas húmedas.
No obstante, Sondalandia estaba irrigada por varios grandes ríos, continuación de ríos presentes. El conjunto de los mismos se denomina el complejo fluvial de Molengraaff. Entre ellos se contaba el gigantesco río Siam, o sea, el Mekong y el Chao Phraya probablemente uniéndose con otros procedentes de Sumatra y la Península de Malaca para formar a continuación un inmenso delta que desembocaba al noreste de la actual isla Natuna Besar. Si su caudal fue la mitad de la suma de todos estos afluentes modernos, este paleo-río Siam habría llevado tanta agua dulce como el Volga, mucha más que el Indo o el Nilo, y fue uno de los ríos más largos del mundo. Otros ríos de la Sondalandia pleistocénica debieron ser el Molengraaff propiamente dicho (dos afluentes nacidos en el sur de Sumatra y Borneo para unirse y desembocar al sudeste de Natuna), uno corto siguiendo el trazado del Estrecho de la Sonda y otra densa red fluvial entre Java y Borneo.
La temperatura media en la región de la Sundalandia emergida sería unos 3ºC más fría que ahora y la precipitación, no muy superior a 1.000 mm anuales frente a los 2.000 o más actuales. Su área total pudo superar los 2.200.000 km2. La mayor parte se sumergió bajo las aguas hace más de diez mil años y no resurgirá hasta que entremos en una nueva Edad del Hielo.
Al sur de Sondalandia se encontraba otra importante plataforma emergida, llamada Suhalland (¿Suhalandia?), que unía las islas modernas de Australia y Nueva Guinea. Suhalandia fue, muy probablemente, un desierto árido.
Doggerlandia, la otra Tierra Media de Europa.
Mapa de Doggerlandia hacia finales del último máximo glacial (hace unos 10.000 años). No se representa la capa de hielo que cubría toda la parte norte.
Mapa de Doggerlandia hacia finales del último máximo glacial (hace unos 10.000 años). No se representa la capa de hielo que cubría toda la parte norte.

Saben los nativos desde tiempos de nuestros antepasados que hay un extenso, y rico, banco pesquero a poca profundidad situado entre las actuales Gran Bretaña, Holanda y Dinamarca. Lo llaman Banco Dogger (Dogger bank), por una palabra holandesa antigua que significa... eso, banco pesquero. 😀
Esta prominencia submarina, con unos 17.600 km2 de extensión, tiene menos de 40 metros de profundidad en todos sus puntos. Pero eso no es todo. El mar circundante, lo que ahora llamaríamos el Mar del Norte, no es mucho más hondo: tiene apenas 95 metros de profundidad media. Esto significa que cuando baja el nivel del agua durante los periodos glaciales, gran parte del Mar del Norte desaparece, Gran Bretaña se une a Irlanda y ambas se convierten en una península de la Europa continental a través de un extenso territorio emergido que en buena lógica suele llamarse Doggerland. En cañí podríamos bautizarlo como Doggerlandia. (Disculpadme, pero es que odio estas "traducciones forzosas" de cosas que, para empezar, jamás tuvieron nombre en español y algunas ni siquiera en ninguna lengua latina.)
La parte norte de Doggerlandia estaba cubierta por el casquete de hielo glacial. Sin embargo, el sur era una tundra parecida a la del norte de Rusia o Canadá actuales, muy probablemente poblada por los humanos europeos del Mesolítico: cromañón y neandertal (en varias ocasiones se han rescatado restos arqueológicos del fondo marino en este área). Había mamuts, dientes de sable y dos especies humanas que cazaban, recolectaban y pescaban por entre la nieve y el hielo, seguramente al estilo de los pueblos esquimales modernos. Estamos en pleno Pleistoceno. Al igual que ocurre con Sondalandia, el suelo debía ser muy arenoso, pobre y frágil, con lo que no es probable que surgiera ninguna clase de preagricultura (¡y eso sin contar el frío!). También había allí paleo-ríos, y especialmente una gran cuenca que unía el Támesis y el Rhin para desembocar un poco al sur del Canal de la Mancha moderno.
Doggerlandia pudo llegar a tener unos 250.000 km2 de extensión, aproximadamente la mitad que España, con una parte significativa tapada por los glaciares. Se cree que lo poco que iba quedando de ella para el 6.200 aC fue arrasado y sumergido por una serie de gigantescas inundaciones, tsunamis y corrimientos de tierra conocidos como los Corrimientos de Storegga, que separaron Gran Bretaña del continente europeo hasta hoy. Dado que tal cosa ocurrió ya casi en tiempos históricos, algunos opinan que bien podría ser este el origen de algunos de los muchos mitos de la gran inundación o diluvio universal. Claro que, en realidad, esto podría ser aplicable igual de bien a cualquier otro de estos territorios extensos sumergidos por el agua que estamos tratando en este post.
Beringia, el pasadizo intercontinental de la humanidad.
Pero la tierra perdida que seguramente representó un cambio más significativo para la humanidad fue el lugar ahora llamado Beringia.
La región ártica, con las tintas batimétricas corregidas para resaltar las tierras emergidas durante los periodos glaciales, incluyendo Beringia. En la inserción, detalle de la cobertura de hielo hace 18.000 años y en la actualidad. Mapas: IBCAO, NOAA. (Clic para ampliar)
La región ártica, con las tintas batimétricas corregidas para resaltar las tierras emergidas durante los periodos glaciales, incluyendo Beringia. En la inserción, detalle de la cobertura de hielo hace 18.000 años y en la actualidad. Mapas: IBCAO, NOAA. (Clic para ampliar)

Beringia, con indicación en verde de las tierras emergidas durante el último Máximo Glacial. (Clic para ampliar)
Beringia, con indicación en verde de las tierras emergidas durante el último Máximo Glacial. Estas tierras emergidas constituyeron un "puente" que pudo permitir a los pobladores siberianos desplazarse hacia América. (Clic para ampliar)

Como su nombre sugiere, Beringia se encontraba en el actual Estrecho de Bering, entre la Chukotka rusa y la Alaska estadounidense de hoy en día. Es decir, entre Eurafrasia y América, o el Viejo y el Nuevo Mundo, o como lo prefieras. Durante los tiempos humanos, antes de que hubiera navegación oceánica, el Estrecho de Bering ha constituído el único punto de contacto claro y –relativamente– sencillo con América. Existe la posibilidad de que se produjeran minúsculos contactos por otras vías, pero los estudios genéticos dejan meridianamente claro que todos los pobladores autóctonos de la América precolombina procedían de Siberia y entraron al Nuevo Mundo por el lugar que ahora lleva el nombre del danés al servicio de Rusia Vitus Bering.
Lo cual tiene su enjundia, porque esa no era la clase de migración que los humanos del Mesolítico pudieran emprender con facilidad. El Estrecho de Bering es un lugar maldito entre la tundra y el hielo, con un clima casi alienígena, donde incluso ahora vive muy poca gente. En pleno siglo XXI, la densidad de población de Chukotka es de apenas 0,07 habitantes por km2; dicho otra manera, unos 54.000 habitantes dispersos en un okrug casi tan grande como España e Italia juntas. La de Alaska, pese a incluir algunas zonas más meridionales y habitables, no llega a 0,5 habitantes/km2. Por comparar, la provincia menos poblada de España –Soria– tiene 9,2 habitantes/km2.
De un lugar tan inhóspito y deshabitado, ¿cómo surge una sociedad capaz de atravesar el mar en cantidades suficientes como para iniciar la colonización de un continente entero, contando tan solo con métodos paleolíticos? Bueno, pues porque no tuvieron que atravesar el mar.
Durante los periodos glaciales, una parte notable del Mar de Bering y otras costas circundantes salen a la superficie. Es un lugar infernal, pero un lugar infernal con tierra firme bajo los pies. Es decir, se convierte en una región emergida que los seres humanos podemos habitar de manera natural. De manera especialmente interesante, a pesar de hallarse tan al norte, las peculiaridades climáticas locales de la Beringia emergida permiten la aparición de un área libre de hielos en su parte central. Sigue siendo una tundra gélida, únicamente adecuada para mamuts lanudos, tigres de dientes de sable y esos bichejos duros de pelar que llaman homo sapiens: un espacio donde la gente puede más o menos vivir, cazar, desplazarse y, en suma, migrar.
La tundra de Chukotka en la actualidad (verano). El interior de Beringia podía ser un poco más árido, pero bastante parecido. (Clic para ampliar)
La tundra de Chukotka en la actualidad (verano). El interior de Beringia podía ser un poco más árido, pero bastante parecido. (Clic para ampliar)

Veámoslo con un poco más de detalle. Buena parte de Beringia estaba cubierta por las praderas de secano que se dan en la tundra. Esta especie de estepa apta para mamuts seguía muy hacia el oeste, hasta el sur de Europa y el Océano Atlántico. Y durante las edades del hielo, no se formaron glaciares en ella porque el clima era demasiado seco. De manera natural, los campos de hielo aparecían al borde de las costas en primer lugar. Pero entonces, la nieve y la lluvia tendían a caer en sus proximidades, creando así un apantallamiento que impedía el paso de las precipitaciones hacia el interior. En tales condiciones, no se pueden formar bosques. En su lugar aparece sólo hierba, aunque con grandes calveros. Pero es suficiente para que algunos herbívoros puedan sobrevivir. Y detrás de ellos, los cazadores y carroñeros. Como los humanos, por ejemplo.
El pasadizo de Beringia creó una especie de sistema de esclusas terrestres naturales para el avance de la humanidad hacia territorio americano. Conforme unas zonas se congelaban y otras se descongelaban, los habitantes de esta región (humanos, bisontes, mamuts y mastodontes) se habrían ido viendo empujados cada vez más y más hacia el sur, hasta adentrarse en la Costa Oeste, las Montañas Rocosas y las Grandes Praderas, lugares más amables desde donde las grandes migraciones transamericanas ya pudieron ocurrir.
Curiosamente, al norte y al sur de Beringia había zonas de aguas libres estacionales, durante el verano. El casquete polar de gran tamaño que cubre el Ártico durante los periodos glaciales tiende a concentrarse más al oeste, aproximadamente por el Mar de Barents, Mar de Kara y el Polo Norte geográfico. Esto hacía que los grandes ríos Obi y Yenisei quedaran embalsados en su desembocadura ártica, creando así el Lago Glacial de Siberia Occidental o Lago Mansiyskoye. Alguna hipótesis sugiere que hubo un gigantesco caudal circulando entre este Lago Mansiyskoye, el Mar Caspio (mucho más pequeño que hoy en día) y el Mar negro.
Hubo (y habrá, cuando llegue la próxima glaciación) otras tierras perdidas, pero ya de menor tamaño y relevancia. Por ejemplo, la actual Argentina se adentraba más en el Atlántico y su costa estaba más próxima a las Islas Malvinas (pero todo ello completamente cubierto por el hielo antártico). El Mar Rojo estaba cerrado casi por completo. El subcontinente indio, unido a Ceilán (Sri Lanka). Mallorca y Menorca se encontraban unidas, así como Córcega con Cerdeña. Buena parte de las Filipinas y algunas islas griegas, también.
El Mar de Azov no existía y el Mar Negro era completamente interior, con una extensión bastante menor que la actual; hay también alguna hipótesis sugiriendo que la reinundación del Mar Negro al avanzar el periodo interglacial presente estaría en el origen de las leyendas del diluvio universal, en vez de los corrimientos de Storegga indicados más arriba. La mayor parte del Báltico tampoco existía, pero da igual, porque se hallaba totalmente cubierto por el casquete de hielo. Japón estaba conectado al continente asiático por Corea y Sakhalin. El Mar de Okhotsk era mucho menor que en el presente.
Estas fueron las tierras perdidas, quizá en el origen de muchas leyendas posteriores, quizá no. Y, cuando la Tierra entre en otro periodo glacial, lo volverán a ser. Entre tanto, ya que estamos de vacaciones, podemos permitirnos el lujo de imaginar.
El mundo durante la última edad del hielo.
El mundo durante la última edad del hielo.