Memento

Premio Princesa de Asturias a la gordofobia

 

:nvases del medicamento Ozempic contra la obesidad y la diabetes. EFE/ J.L.Cereijido
:nvases del medicamento Ozempic contra la obesidad y la diabetes. EFE/ J.L.Cereijido

En los premios nunca llueve a gusto de todos. No dejan de ser galardones arbitrarios que elevan a unos pocos frente al detrimento de muchos otros, aunque se supone que con criterios objetivos y no solo subjetivos. Pese a que la mayoría acabamos recurriendo a ellos para fiarnos a la hora de ver una película, escoger un libro o escuchar un disco, no siempre son garantía de calidad y, sobre todo, desde hace unos pocos años, está empezando un runrún alrededor de ellos de que existen también criterios económicos para elegir a los ganadores. Por ello en los premios Óscar se habla de guerra contra las plataformas de streaming. También el premio Planeta ha perdido prestigio y se entiende más como una condecoración corporativa que como un logro literario. Pequeños festivales entregan a grandes estrellas reconocimiento honoríficos para atraer a la prensa.

Con todos estos ingredientes me asaltan dudas: ¿Existen también premios comprados? ¿Los premios científicos (con menor tirón) eligen también aquellos logros con mayor atractivo mediático para que se habla de ellos? Estas preguntas me han surgido a raíz del último Premio Princesa de Asturias de Investigación otorgado a los cinco científicos de la "revolución Ozempic".

Antes que nada, no voy a ser yo quien cuestione ni niegue los avances logrados por estos científicos, ni su trabajo, ni mucho menos los efectos de este medicamento para tratar la diabetes tipo 2 y las mejoras de vida que ha proporcionado a sus pacientes. Faltaría más. De hecho, este medicamento lleva años siendo recetado y consiguiendo efectos beneficiosos en pacientes diabéticos. Entonces, ¿por qué se habla de ello ahora y se le premia en este momento? Como indica el fallo del jurado, no es solo por su tratamiento contra la diabetes, sino contra la obesidad. De poco ha importado que no esté indicado ni aprobado para la pérdida de peso y que este hecho se trate de un efecto secundario.

En cuanto se dieron cuenta de que servía para bajar kilos vieron la gallina de los huevos de oro y, por ello, de repente se agotaron las existencias y muchas personas que sí lo necesitan realmente para tratar su diabetes son incapaces de conseguir su medicación. Mientras tanto, la farmacéutica Novo Nordisk, fabricante del medicamento, se ha convertido en la mayor compañía europea por capitalización bursátil, con un valor de mercado de más de 400.000 millones de euros y una revalorización de sus acciones del 424% desde el lanzamiento de Ozempic en 2017. Que una empresa privada, dentro del salvaje oeste del capitalismo, se aproveche de las inseguridades de las personas y de la cultura de la dieta para enriquecerse no es moral, pero sí legal, pero ¿por qué se les debe premiar justo en este momento? ¿Su mayor logro es que han abierto la puerta a que deje de haber personas gordas?

Además, el jurado de este galardón debería tener en cuenta los posibles efectos adversos que está teniendo Ozempic en las personas que quieren adelgazar. En primer lugar, no es que este medicamento de repente te convierta en una persona delgada sin peaje alguno. Lo que consigue es eliminarte el hambre. Está comprobado (también científicamente) que la única manera de modificar tu peso y reducirlo es mediante la infra alimentación. Lo cual no solo puede provocar una falta importante de nutrientes con todo lo que provoca en tu cuerpo y en tu día a día, sino terminar derivando en un trastorno de la conducta alimentaria. En efecto, no comer adelgaza para sorpresa de nadie. Comprendemos que se premia que es mejor tener un cuerpo flaco que falto de nutrientes y energía y con posibles trastornos.

Como también está comprobado (científicamente, sí) que el 95% de las dietas no funcionan y que una vez se abandonan al cabo de los pocos años se recupera (o se supera) el peso anterior, otro de los efectos secundarios es el efecto rebote. En efecto, una vez se deja la medicación y se vuelva a comer normal (no de más), se recupera peso. Ante esto, los creadores del medicamento han decidido que para algunas personas debe ser crónico dada "su falta de voluntad". Es decir, medicarte toda la vida con el coste económico y personal que supone solo para no ser un gordo más, que es lo peor que te puede pasar, claro. Ellos siguen aumentando sus beneficios, te cargan la responsabilidad de tu peso a tu flojedad y cronifican una medicación en alguien que, seguramente, no la necesite. Además, algunas personas experimentan un aumento de la flacidez en la cara tras la pérdida de peso y presentan un aspecto demacrado que, debido a su recurrencia entre personajes famosos, se ha empezado a conocer como "cara de Ozempic". Jiji jaja. Una cara deformada a costa de bajar de peso. ¡Vale la pena!

También puede producir efectos secundarios como náuseas, vómitos y diarrea y la Agencia Europea del Medicamento (EMA) está revisando la seguridad de Ozempic por su relación con pensamientos suicidas. ¡Qué bien! Podrás tirarte por la ventana de tu casa, pero con una figura de diez. Yo creo que compensa. ¿Sabéis lo que también provoca pensamientos suicidas? La gordofobia. Y premiar y aplaudir medicamentos por su poder adelgazante sin tener en cuenta sus efectos secundarios o su eficacia real lo único que hace es etiquetar a las personas gordas como enfermas, cuando no sabemos nada más de su salud real más allá de su físico. Y hay salud en todas las tallas. Hay gordas con una salud de hierro y flacas enfermas. Pero etiquetar sirve para mantener privilegios a las personas delgadas y la gordofobia ayuda a mantenerlos.

Por cierto, en 2023 se aprobó en EE. UU. el primer fármaco contra el alzhéimer. Aunque el fármaco, Leqembi, no es una cura ni mejora los síntomas en las fases avanzadas de la enfermedad, tras 18 meses de tratamiento ralentiza el deterioro de la memoria y el pensamiento en torno a un 30% si el medicamento se administra en la fase inicial de la enfermedad. Si se consigue frenar o reducir su impacto sí será un avance digno de mención y galardonable. Tal vez no esté tan presente en nuestro día a día, pero ya que hablamos de premios os recomiendo el documental La memoria infinita, premiado con el Goya y nominado al Óscar. Ahí podréis ver los efectos que tiene el alzhéimer en las personas y que hay cosas mucho peores que tener barriga y que requieren más investigación y más recursos. Y más reconocimientos, sí.

 

 

 

 

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