Multiplícate por cero

Diez negritos: quedan ocho, quedan siete...

El sistema capitalista internacional que nos ha gobernado durante el último siglo se basa en la globalización de la economía, diseñada por un puñado de grandes conglomerados empresariales y financieros, multinacionales con base en los países más poderosos de Occidente, con posiciones dominantes en todos los mercados locales. Uno de los tótems del tinglado es el "Fortune 500", la lista de las mayores y más ricas empresas norteamericanas, el sitio donde hay que estar. El año pasado, 125 de las 500 perdieron muchísimo dinero. Tanto que el Estado ha tenido que acudir al rescate de las que más han caído ya, entendiendo por caído la acepción americana del término: una bancarrota que no significa quiebra sino "nacionalización temporal", en la cual el Estado reparte las pérdidas entre todos los ciudadanos, tratando de evitar males mayores.

En esa lista de 125 macrodesastres de pérdidas, las empresas números 1, 2, 3, 4, 5 y 6 eran AIG (99.289 millones de dólares perdidos), Fannie Mae (58.707), Freddie Mac (50.119), General Motors (30.860), Citigroup (27.684) y Merrill Lynch (27.612). Hace dos años, habría parecido un chiste, algo imposible, decir que al cabo de dos años cinco de esas seis serían empresas públicas (en el país del sueño americano). La última ha sido General Motors, el primer gran salvamento decidido por Obama, la empresa americana históricamente emblemática dentro y fuera de sus fronteras, junto a Ford, Mc Donalds, Coca Cola, IBM y, en los últimos años, Microsoft, Apple y Google. Para futuras noticias a seguir, en la lista de empresas con grandes pérdidas están Ford (14.672), Time Warner (13.402), CBS (11.673), Delta Airlines (8.922), Macy’s (4.803), Coca Cola (4.394), Motorola (4.244)... Como en la canción infantil de los diez negritos, utilizada por Agatha Christie para su novela, ya sólo quedan nueve, sólo quedan ocho, sólo quedan siete...

Muerte merecida

El polémico y brillante agitador Michael Moore ha dicho: "La bancarrota de General Motors es una muerte merecida". Charlie Wilson, uno de sus presidentes históricos, secretario de Defensa con Eisenhower, afirmó: "Lo que es bueno para General Motors es bueno para Estados Unidos". Tan imbricado está este lema en el consciente norteamericano que Obama lo ha utilizado para justificar el plan de salvamento de la empresa que tiene más de 210.00 empleados directos y de la que dependen hasta 700.000 indirectos más. La compañía ha anunciado 21.000 despidos (muchos, pero al fin y al cabo sólo el 10% de los que habría si desapareciera definitivamente la empresa). Por cierto, GM ya había despedido a 100.000 trabajadores en los últimos ocho años, sin crisis global.

Así que el Estado desembolsa 50.000 millones de dólares y se queda con el 60,8% de la compañía y el sindicato de del sector de automoción admite pasar de acreedor a accionista, con el 17,5% del capital. Sólo un detalle: ese 60,8% de la empresa valía en Bolsa 277 millones de dólares de acuerdo con  la cotización con la que se despidió de Wall Street el día de la nacionalización.

Este es el primer salvamento de Obama y ha escogido la opción nacionalizadora y patriótica: ("buy american, buy General Motors"). ha pedido a los trabajadores "un sacrificio a favor de la próxima generación", lo que siembra de dudas el futuro de quienes quedaron atrás (370.000 jubilados de GM a los que la empresa les paga su seguro de salud y sus planes de pensiones) y premia el desastre de gestión. El anterior vicepresidente, ahora convertido en presidente, Fritz Henderson, pide "otra oportunidad" para reinventar al gigante de Detroit en una compañía más pequeña, más eficiente y, muy probablemente, con menos cargas sociales.

De cómo se resuelva el plan de salvamento de esta empresa centenaria dependerá en gran parte la credibilidad económica de Obama.  "Es una triste ironía que la empresa que inventó la obsolescencia planificada –fabricar autos que se descompusieran en pocos años para que el cliente debiera comprar uno nuevo– se haya vuelto ella misma obsoleta", decía Moore. También sería triste e irónico que los planes para salir de la crisis reformando todo lo que ha funcionado mal del capitalismo quedaran obsoletos antes de llevarse a la práctica. Pero a la vista está que todo puede pasar.

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