Multiplícate por cero

Ganadores y perdedores en el sistema de pensiones

Envejecer es una enfermedad incurable, pero a cambio tiene otras compensaciones. Por ejemplo, jubilarse. Por eso, no es extraño que casi todos saquemos las uñas cuando nos anuncian que nuestro júbilo llegará más tarde.

Además del discutido y discutible retraso de la edad de jubilación a los 67 años que propone el Gobierno, hay otra medida que ha levantado ampollas: ampliar el plazo de cómputo para calcular la pensión. De las siete reformas del sistema de Seguridad Social que se han introducido en los últimos 25 años, dos se centraron precisamente en eso y llegaron a provocar también una huelga general. Ya se sabe que hay cosas que parecen inevitables: envejecer, que la historia se repita, que se reformen las pensiones...

El Gobierno justifica el aumento del plazo de cómputo de la pensión para beneficiar a los que son despedidos en los últimos años de su vida laboral y llegan a la jubilación desde el paro o desde trabajos precarios con sueldos –y cotizaciones– mucho más bajos que los que llegaron a tener. Esto es más frecuente de lo que se cree, especialmente en épocas de crisis donde los trabajadores mayores de 50 años son sustituidos por jóvenes con contratos precarios y menores sueldos.

Así que ampliar el periodo de cálculo de los 15 años actuales a los 25 que quiere el Gobierno podría suponer para este colectivo un aumento de la pensión (las cotizaciones sobre las que se calcula la prestación se actualizan conforme a la inflación excepto los dos últimos años).

Sin embargo, en una carrera progresiva y ascendente, cuantos más años se cojan para el cómputo más se reduce la pensión porque lo lógico es que te suban el sueldo (y las cotizaciones sociales) conforme pasan los años. Que el plazo de cómputo pase de 15 a 25 años supondría una reducción media del 5% de la pensión.

Pero el perjuicio se puede acentuar en colectivos concretos, como el de las mujeres con hijos; sí, precisamente ese grupo que tantas facilidades tiene en el mercado laboral. Si se cogen los últimos 25 años de actividad es muy probable que se incluyan los años donde muchas mujeres, para cuidar a sus hijos, tienen que pedir reducción de jornada, excedencia o, incluso, abandonar el empleo (eso si el empleo no la abandona a ella). Además, cuando vuelve al trabajo su sueldo es inferior por haber truncado, aunque sea temporalmente, su carrera profesional.

Es por esto que las pensiones de jubilación de las mujeres son inferiores de media y por lo que muchas mujeres se jubilan más tarde: tienen que recuperar al final de su vida laboral los años que no cotizaron en plena maternidad y no pueden permitirse las penalizaciones que conlleva jubilarse anticipadamente.

A la vista está que muchos de los problemas de la Seguridad Social –y alguno más– tienen que solucionarse a través de la plena incorporación de la mujer al mercado laboral.

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