Jaume Grau
Biólogo
En la década de los sesenta el matemático y meteorólogo norteamericano Edward Lorenz intentó modelizar el comportamiento de las masas de aire de la atmósfera y se dio cuenta, gracias a un pequeño error en la introducción del valor de una variable, de la extraordinaria diferencia que ese cambio suponía en el resultado. Este hecho casual le despertó el interés por la Teoría del Caos, que afecta a sistemas dinámicos, complejos, como la predicción del tiempo, en la que intervienen muchas variables y en la que cualquier pequeño cambio en las condiciones iniciales repercute enormemente en el resultado final. Este proceso es conocido popularmente como el efecto mariposa, el aleteo de la cual puede provocar un huracán a miles de kilómetros de distancia. Esta teoría, que se aplica a muchos sistemas naturales, hizo que se tambaleara el determinismo que dominaba el pensamiento científico desde los tiempos de Newton, por la imposibilidad de conocer con exactitud las condiciones iniciales de un sistema y, por tanto, el resultado final esperado.
Estos últimos días, y en referencia a la crisis que se ha desatado en Catalunya y España como consecuencia de la manifestación por la independencia, se ha podido observar cómo muchos analistas de ideologías diversas caían una y otra vez en la trampa del determinismo para explicar las causas de lo que está pasando. Todos quieren averiguar cuál ha sido la causa de este estallido, tienen necesidad de saber el porqué y, aún más, intentan que este porqué se adapte a su discurso, a su concepto cerrado y fijo de su mundo particular. A todos ellos se les debería decir que averiguar las causas que llevaron a un millón y medio de personas a pedir la independencia es un ejercicio tan difícil de realizar como el de pronosticar qué pasará en un futuro cercano, cómo intentar saber si Catalunya será o no independiente.
Un país, una sociedad, es un sistema complejo, con infinidad de variables que juegan y compiten entre si. No hay una única causa, evidentemente, pero tampoco dos, o tres , o un número determinado de causas con más o menos peso. Hay quien pueda pensar que la respuesta independentista no se explica sin la sentencia sobre el Estatuto del Tribunal Constitucional del 2010, o sin el actual panorama de crisis económica, o por el desequilibrio evidente de las balanzas fiscales, por poner tres ejemplos de los más recurrentes, pero deberíamos entender que ninguno de estos tres factores tiene un peso determinante que nos ayude a explicar qué esta pasando, ni tan solo la suma de los tres al unísono. Lo que sí que es determinante es la correlación entre los distintos agentes internos y externos que actúan en la sociedad catalana. Crisis económica, proceso recentralizador del estado, campañas mediáticas, sentencias de tribunales, son impulsos externos que inciden sobre un sistema complejo, un país con una historia, cultura, partidos políticos, tejido productivo, asociaciones, flujos migratorios, distribución territorial de la población, propios y únicos. De la interrelación entre factores externos y internos se produce un hecho determinado, lo que podemos llamar una respuesta, en este caso miles de ciudadanos pidiendo la independencia en la calle. Si interrogáramos uno a uno a todos los manifestantes, encontraríamos motivaciones diversas, pero estas motivaciones por separado o juntas tampoco explicarían el porqué. El porqué se encuentra enmascarado en una red de relaciones sutiles que definen la sociedad catalana, un tramado difícil de deshilachar.
Hay quien desde la simplicidad intenta teorizar sobre lo que ocurre en Catalunya, y aun peor, hay políticos de todo signo que quieren influir en el proceso, los que pretenden acelerarlo, o los que quieren frenarlo a toda costa. Hacer un análisis de la situación catalana que no contemple la complejidad como motor de los fenómenos que se producen comporta un riesgo pequeño, asumible, el riesgo de no entender la realidad tal y como es. Pero los ciudadanos corremos un riesgo mayor, de manos de aquellos que a partir de análisis simplistas promueven acciones para alterar el curso de las cosas, porque las cosas se pueden alterar, pero no necesariamente en la dirección que uno espera.
Edward Lorenz observando los movimientos caóticos vio que a veces el sistema en su conjunto es atraído hacia un tipo de movimiento determinado, hacia el que se dirige ineluctablemente, un fenómeno que el llamó atractor. Puede que el atractor de la sociedad catalana sea la independencia, y que hacia ella nos dirijamos, o también puede pasar que alguien mueva las alas de la mariposa de Lorenz en Madrid o en Barcelona y se acabe formando un huracán que afecte a toda Europa.
Comentarios
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