Otras miradas

Podemos: ¿ni de izquierdas ni de derechas?

Augusto Klappenbach

Escritor y filósofo

Augusto Klappenbach
Escritor y filósofo

 

Muchas de las críticas a Podemos no tienen otro origen que el miedo que provoca una fuerza política que trastorna la "normalidad" a la que estábamos acostumbrados, con una irrupción de caras desconocidas y lenguajes y atuendos poco convencionales. Resulta curioso que se acuse de "radical" "de ultra izquierda" o "antisistema" a una fuerza política cuya declaración de intenciones no difiere mucho de la que podría hacer una razonable socialdemocracia, una vez matizadas algunas propuestas maximalistas que se lanzaron en sus orígenes. La acusación de "populismo" que reciben también podría aplicarse a la totalidad de los partidos políticos en liza, en la medida en que proponen milagrosas salidas de la crisis, ejemplar honestidad en sus cuentas y cercanía a los problemas de la gente. Más comprensibles son las dudas e incertidumbres que pueden generar las posibilidades de un partido recién nacido, tanto en lo que respecta a su futura gestión como a sus relaciones con los poderes reales que determinan el curso político de España y de la Unión Europea. En la medida en que sus gestores carecen de experiencia política, la gente no tiene datos para evaluar su competencia. Pero probablemente esas dudas no son mayores que las que pueden suscitar los partidos tradicionales, aunque sea por razones muy distintas.

Pero hay un aspecto de la presentación en sociedad de Podemos que me parece inaceptable: su insistencia en situarse más allá de las ideologías, rechazando la opción entre derecha e izquierda. Una actitud, por cierto, en la que coincide con partidos de derechas, como UPyD y Ciudadanos, por ejemplo, y con aquella vieja proclama del "fin de las ideologías" de Daniel Bell, que en realidad quería expresar el fin de cualquier otro modelo político que no fuera el del capitalismo liberal. En la entrevista publicada en El País, Pablo Iglesias afirma que "las definiciones ideológicas sirven mal para entender la situación actual" y que pensar que "con izquierda y derecha se puede entender el espacio político" es "un juego de trileros".

Si con esto se quiere decir que tales caracterizaciones no son suficientes y que será la práctica política la que señale la verdadera orientación del partido, nada que objetar. Pero esas frases –y otras que se dijeron antes- dicen más que eso. Pretenden situarse en una alternativa política definida como oligarquía-ciudadanía o dictadura-democracia, cuyo contenido es todavía más impreciso que aquella opción que rechazan. Porque pese a lo que dijo Pablo Iglesias la definición ideológica es indispensable para entender la situación actual. La naturaleza no nos ha dotado con un modelo de organización social como lo hace con las especies animales; ese modelo tenemos que inventarlo nosotros. Y las ideologías no son otra cosa que la descripción de esa forma de organizar la sociedad por la que optamos. Por ejemplo. Podemos seguir el modelo de lo que se ha llamado el darwinismo social, imitando un aspecto de la evolución según el cual la sociedad aplica la selección natural y permite el éxito de sus miembros más competitivos a costa de desentenderse de quienes no son capaces de triunfar en esa competición. O podemos preferir un modelo solidario en el cual se pide de cada uno lo que sea capaz de aportar a la vida social y recibe de ella lo que necesita. Podemos decidir que cada uno paga lo suyo o que pagamos entre todos. O mil modelos intermedios. En cualquier caso, debemos elegir y la ideología no es otra cosa que la manera de entender esa vida social que la naturaleza ha dejado en nuestras manos.

La diferencia entre ideologías de izquierda y de derecha no por compleja es menos significativa. Norberto Bobbio caracterizaba a la izquierda como una opción por la igualdad, que acentúa los aspectos igualitarios de los ciudadanos por sobre su diversidad. Igualdad y diversidad que no se refieren a la igualdad empírica sino a la igualdad de derechos, y no solo a los derechos jurídicos y formales sino también al ejercicio de los derechos materiales necesarios para una vida digna, como el derecho a la alimentación, a la vivienda y a la sanidad, entre otros. La famosa frase "mi libertad termina donde empieza la libertad de los demás", pese a su apariencia inocente, expresa todo lo contrario: si la libertad de los demás es el límite de la mía, mi libertad será mayor cuanto menor sea la de los otros, como lo exige el programa del neoliberalismo competitivo que conduce a la actual concentración de la riqueza. Lo que los especialistas llaman un juego de "suma cero": lo que uno gana lo pierde el otro. Mientras ese neoliberalismo concibe la libertad como una propiedad individual, con la consiguiente elección de la competencia como motor de la historia, una ideología de izquierdas la entiende como una cualidad de la sociedad misma, que se opone a las relaciones de dominación. Otra vez, derecha e izquierda.

Todos estos temas son complejos y requerirían muchos matices que no caben aquí. Pero cuando se propone un programa serio es necesario explicitar y desarrollar los supuestos de teoría política que implica el proyecto que se defiende. Puede entenderse el deseo de sumar a ese proyecto ciudadanos de distinto origen ideológico, procedentes de todos los partidos o de ninguno, incluyendo posiciones de derechas. De hecho, el sectarismo sigue siendo el pecado original de la izquierda y cualquier intento de superarlo debe ser bienvenido, aun cuando hay que recordar que esa superación no consiste en disimular las diferencias sino en asumirlas. Pero hay que hablar claro y no disimular las propias convicciones: mostrar que los modelos de derechas llevan a una desigualdad insostenible cuyo coste ya estamos pagando y que la izquierda no consiste en consignas genéricas sino en opciones ideológicas concretas que incluyen una concepción solidaria de la vida social. De hecho, el Proyecto Económico presentado por Podemos es inequívocamente de izquierdas, aunque se evite calificarlo así.

Es evidente que se ha abusado de etiquetas y rótulos, y que la mera adscripción verbal a la izquierda no significa nada por sí misma. Como también lo es que esa adscripción ha servido en nuestra historia reciente para encubrir decisiones que nada tienen que ver con esa lucha por la igualdad que debe definir a la izquierda. Pero no se trata de dejar de lado esas propuestas que tienen una larga historia sino de cumplirlas y rescatarlas del uso tramposo al que han sido sometidas. No se pueden abandonar consignas por las cuales se ha luchado durante más de un siglo para reemplazarlas por conceptos ambiguos y manipulables de dudosa interpretación solo porque otros las han utilizado para encubrir políticas de derechas.

Como siempre, serán los hechos los encargados de dotar de contenido a las palabras. Pero en una campaña electoral estamos en el momento de las palabras, y no hay que olvidar que la sociedad humana se regula por leyes lingüísticas, hechas de palabras. Y no da lo mismo utilizar unas que otras.

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