Como buena ingenua, me sorprendo una vez más al ver cómo se nos escapan las mejores. Esta semana ha vuelto a esta España nuestra el runrún de campaña electoral y los rifirrafes parlamentarios y los Bárcenas y Rajoys; y así nos hemos vuelto a nuestro catetismo cotidiano. Y, mientras seguimos en este patetismo local, –perdónenme el pareado– en el mundo pasan cosas importantes que aquí nos comemos con patatas.
No he encontrado ninguna referencia en prensa nacional a la tribuna que el martes firmó el director general de la OMS en la revista norteamericana Foreign Policy y que no tiene desperdicio.
Mientras acá, al hablar de la Covid, nos perdemos en debates chiquitos sobre el equilibrio imposible entre la salud y los bares, alguien importante se atreve a proponer la solución más global y obvia, un antes y un después para la humanidad enterita.
Tedros Adhanom Ghebreyesus, biólogo formado en inmunología de enfermedades infecciosas y director general de la OMS desde 2017, escribe sin que le tiemble el pulso que "la escasez de vacunas es artificial" y que su venta en base a "el nacionalismo de vacunas no es solo moralmente indefendible, si no epidemiológicamente autodestructivo y clínicamente contraproducente". Denuncia que los países ricos han comprado vacunas para el 70% de su población; mientras los pobres, con suerte y ayudas, tal vez consigan vacunar al 20%. Textualmente añade: "la producción limitada y la demanda desbocada genera ganadores y perdedores [...]. Los mecanismos del mercado son insuficientes para parar la pandemia a través de la vacunación, hasta lograr la inmunidad de rebaño."
Con una lógica aplastante, nos recuerda a los ricos que estas vacunas podrían dejar de funcionar si el virus sigue mutando; cosa que es más que probable si sigue circulando, aunque sea entre los pobres.
"El nacionalismo de vacunas no es solo moralmente indefendible, si no epidemiológicamente autodestructivo y clínicamente contraproducente"
¡Oh!, viene a decir, ¡cáspitas!: "la pandemia no terminará en ninguna parte hasta que termine en todos los sitios". O lo que es lo mismo: Esta vez o nos salvamos todos o nos vamos todos a hacer puñetas.
"Esta es la realidad de un mundo interconectado y solo puede ser superada por la reafirmación de la solidaridad y un orden inclusivo de políticas públicas de salud que distribuyan las vacunas globalmente, rápido y equitativamente. Para el virus, todos somos parte de un único rebaño. Para vencerlo debemos actuar como una sola comunidad," señala dejando desnuda la estrategia ridícula de nuestros poderosos países.
Si no vacunamos a la mayoría de la población, "prolongaremos la pandemia", nos dice contándonos el 2 más 2 es 4. "Cada semana de retraso" en la liberación de las patentes de las vacunas "aumenta el sufrimiento y la carnicería social y económica", amplía haciéndonos más cuentas elementales. No hacer lo que es incuestionable será "una negligencia médica a escala mundial", concluye como la solución razonada de la suma de estos números tan rudimentarios, de las pocas verdades incontestables de este bicho.
"Los mecanismos del mercado son insuficientes para parar la pandemia"
"Los Gobiernos y las compañías deben trabajar juntos para parar esta escasez artificial [de vacunas]. Hay muchas cosas que se pueden hacer para incrementar su producción y ampliar la distribución. Éstas incluyen compartir la tecnología de fabricación de las vacunas, su propiedad intelectual y el know–how [...], omitiendo temporalmente las barreras de propiedad intelectual y expandiendo la contratación voluntaria de fabricantes," desmenuza su plan tan razonable como razonado.
Con todos mis respetos, añado una nota al pie, para capitalistas: Estimados amantes del capital, ¿de verdad vale la pena reventar las economías de tantos por salvaguardar una idea vieja? No lo voy a preguntar en términos morales o de derechos humanos, porque para esa pregunta hace siglos que está clara la respuesta. Esta vez la incógnita es más peliaguda: ¿cuántas economías estarán dispuestas a hacerse el harakiri para salvar los beneficios multimillonarios de un puñado? ¿Habrá llegado el momento de que el capital sacrifique los megabeneficios de unos pocos pocos para salvar de la bancarrota a otros muchos muchos empresarios? ¿Qué quedará de su amado mercado si se resisten?
"La pandemia no terminará en ninguna parte hasta que termine en todos los sitios"
Hasta el FMI lleva ya un tiempo haciendo campaña contra la desigualdad porque dejaron de salirle las cuentas.
Así que parece que, esta vez, no les va a quedar más remedio que hacer lo que hay que hacer y que la única pregunta sin responder es la que deja en el aire el director general de la OMS: ¿cuántas semanas, meses o años de "sufrimiento y carnicería social y económica" por la Covid nos quedan?
Centrémonos en lo importante. Hagamos que pase algo.
Comentarios
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