Toca reflexión. Toca pensar por qué, en Madrid, la izquierda no ha convencido, por qué no ha ilusionado, por qué lo que ofrecía no ha recibido el apoyo de la población. Aunque no se puede generalizar el caso de Madrid al resto del Estado y menos el resultado de unas elecciones autonómicas en una comunidad con unas características sociológicas muy particulares y que se ha debatido en un marco de nacionalismo madrileño contra el gobierno central, hay elementos en lo sucedido que vienen directamente del ámbito estatal.
Decía Pedro Zerolo que la izquierda, cuando no es valiente, no es izquierda: el sentido de la izquierda es cambiar las cosas, mejorar la vida de la gente, transformar la sociedad para que las personas vivan mejor, ampliar derechos, cuestionar el statu quo sabiendo incluso que tendrás que confrontar o molestar a los que tienen privilegios derivados de la sociedad que tenemos. La única forma en que la izquierda tiene sentido es cuándo se atreve a cuestionar la injusticia y la desigualdad y mejora la vida de la gente.
Cuando se dejan de hacer políticas valientes, cuando ante los ataques u obligados por el contexto, la izquierda se retrae hacia posiciones conservadoras, cautelosas, pensando que así atará a las personas que se sitúan en el centro político, el resultado es que no convence a sus votantes y, por supuesto, tampoco a los sectores de centro, lo que lleva a perder apoyos por el centro y, sobre todo, por la izquierda. Es, precisamente, lo que hemos visto en las elecciones de Madrid, en las que el partido mayoritario de la izquierda buscó, al comienzo de la campaña, captar el voto de ciudadanos con una postura muy comedida, coherente con la estrategia de gobierno que se ha desarrollado en el estado central, sin grandes avances valientes salvo posiblemente la Ley de eutanasia.
Ante los alarmantes resultados de las encuestas a media campaña, el PSOE buscó virar, pero ya era tarde y perdió muchísimos apoyos a derecha e izquierda, 274.028 sufragios menos que en 2019. Por el contrario, los otros dos partidos de izquierda, Unidas Podemos y Más Madrid, ganaron 34.779 votos UP y 138.988 Más Madrid, un total de 173.767 votos. Por cada voto perdido a la derecha del PSOE, este perdió 1,7 votos por su izquierda, hacia Unidas Podemos y, sobre todo, Más Madrid. Parece que una parte muy relevante de la izquierda no ha aprobado la estrategia moderada a nivel autonómico, posiblemente cansados también por la moderación estatal en temas como la ley mordaza, reforma laboral o la ley integral trans.
La ciudadanía es pragmática: quiere soluciones y premia los resultados. Cuando un partido o una coalición gobierna y los avances se eternizan o se convierten en continuas batallas públicas en las que siempre se busca recortar o moderar cualquier avance, la percepción es que el gobierno no es útil para los intereses de la ciudadanía, no es útil para los intereses de las personas de izquierda. Y, como vemos, el coste entre estos últimos lo va a pagar con mayor rotundidad quien es percibido como el que retrasa o impide los avances, quien hace que el gobierno no sea útil.
No es de recibo que se bloqueen sine die leyes por un mero cálculo político partidista, leyes que un gobierno monocolor ya habría aprobado. Los ejemplos son múltiples, desde la regulación de los precios del alquiler, la derogación de la ley mordaza, la reforma laboral o la ley integral trans, que se ha aprobado en once comunidades autónomas pero se bloquea por el socio mayoritario, precisamente, cuando es el socio menor quien gestiona las competencias de igualdad.
La percepción de que el gobierno no es útil, porque se prefiere bloquear las leyes valientes antes que parecer escorado a la izquierda o permitir a su socio apuntarse avances ante la ciudadanía, está ya muy generalizada. Cada traba y cada excusa o trámite burocrático para avanzar en leyes de ampliaciones de derechos o que necesita la ciudadanía, la falta de utilidad en forma de leyes y avances del gobierno están cayendo ya sobre la espalda del gobierno.
Y es que los proyectos políticos, si son algo, son proyectos de futuro y, en el caso de la izquierda, proyectos de ilusión por un mundo mejor, proyectos en positivo para una vida mejor. Este es, sin duda, otro de los elementos que la izquierda ha olvidado en Madrid, el apostar por la libertad entendida como la ilusión por vivir mejor, por cantar, por bailar, por ver a los familiares, por mejorar, por poder hacer lo que uno quiere con su vida.
Es evidente que la libertad debe conjugarse siempre con la responsabilidad, pero, al final, sin ilusión para vivir, un proyecto de izquierdas sacrifica un aspecto esencial, insustituible. La seguridad, sin libertad, no genera ilusión. Los argumentos técnicos para bloquear o ralentizar la aprobación de derechos humanos jamás podrán ilusionar a nadie progresista. Las limitaciones de la libertad de expresión nunca serán de izquierdas. Las trabas administrativas para acceder a derechos en igualdad y libertad jamás ilusionarán a nadie. En definitiva, las leyes que no se aprueban son, sin duda alguna, mazazos en contra de un proyecto de izquierda de gobierno.
En este momento, tras estas elecciones, el gobierno tendrá de nuevo una tentación muy fuerte, retraerse hacia el centro, moderar más sus políticas y tratar de parecer conservadores para atraer el electorado de centro. Las personas que firmamos este artículo no creemos que esa estrategia haya funcionado nunca sino, más bien, que sirve para que la derecha crezca.
Si la izquierda de este país quiere seguir gobernando, su proyecto debe recuperar la centralidad que da la ilusión, esto es, debe ser un proyecto de cambio que ilusione a la mayoría, que incluya libertad y esperanza de una vida mejor, un proyecto que sea valiente, que realice cambios sociales profundos que de nuevo ilusionen a la izquierda. Y debe ser un gobierno útil, que deje a un lado los intereses partidistas para apoyar lo que demanda la ciudadanía, que apruebe leyes que reconozcan derechos, que amplíe la igualdad y la libertad, que resuelva con agilidad y que no interponga, ante las necesidades de la ciudadanía, excusas técnicas o jurídicas que, para lo único que sirven es para atestiguar que este gobierno no es útil, no es valiente y no ilusiona.
Insistimos con Pedro Zerolo: la izquierda, o es valiente, o no es izquierda. Y añadimos dos más: la izquierda, o es útil e ilusiona a la ciudadanía, o no gobierna. Para gobernar hay que ganar e ilusionar. Estamos a tiempo para que la izquierda, acabada la pandemia, demuestre que las cosas pueden cambiar a mejor.
Comentarios
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