El oficialismo cada vez cotiza menos. Ahora lo que se lleva es la rebeldía, la presentación entre bases y simpatizantes de outsider. Es la moda de la libertad como significante vacío donde introducir todo y su contrario. La extenuación pandémica ha puesto una bola botando a todos los políticos para golpearla con un revés de libertad para recuperar la normalidad. Madrid abrió la veda y Susana Díaz no escapa a la fuerte corriente del ayusismo.
El equipo de Susana Díaz, desde que Ferraz pulsara el botón de primarias, parece estar copiando todo aquello que intuyen que funcionó en algún momento pasado a sus rivales políticos. Su máxima argumentaria hasta ahora ha sido la de salvaguardar la autonomía del PSOE de Andalucía. La presentación del aparato como un monstruo que quiere colocar el collar a la federación socialista más importante de España. Recordarán que esta consigna es muy similar a la que empleó Sánchez cuando, manos al volante de su coche, decidió disputar el liderazgo a una Díaz que por aquel entonces sí veía en el oficialismo la mano ganadora. Sánchez ganó y la baronesa tuvo que refugiarse en Andalucía a lamer heridas.
Sin embargo, a veces la concatenación de eventos desfavorables puede generar una imagen de colapso inminente. Un año después de las primarias, Díaz ganó las elecciones en Andalucía, pero perdió el gobierno autonómico. Hoy, nos encontramos con una coyuntura en la que la izquierda andaluza, fragmentada, indeterminada y en horas bajas, tiene enfrente un bloque de la derecha en el que solo el Partido Popular y Vox podrían llegar a un cómodo 50% de los votos. La coyuntura puede tornar tendencia si añadimos el terremoto que provocaron los resultados de la Comunidad de Madrid, donde por primera vez desde 2017 el Partido Popular encabeza la estimación media de encuestas nacionales. El momento es delicado para el PSOE, pero crítico para Susana Díaz.
En esta situación rápidamente descrita, la estrategia que se vislumbra en el último mes por parte de la antigua presidenta de la Junta es la del calco. Sin análisis concreto de la situación concreta, Susana Díaz copia a su adversario de partido (Pedro Sánchez) y a su adversaria ideológica (Isabel Díaz Ayuso) en busca de una carambola que le permita conservar el liderazgo de su federación. Ser outsider y abanderar el vacío del significante de la libertad. "Tengo la libertad de ser rebelde". Hasta ocho veces mentó Díaz en uno de sus últimos mítines la palabra libertad. En menos de un minuto. "Nosotros somos el PSOE de Andalucía autónomo y libre". Un pastiche caricaturesco que obvia una de las normas implícitas más importantes de la política: no copies marcos de adversarios simplemente por el hecho de que les hayan funcionado a ellos.
Las primarias pueden estar más abiertas de lo esperable, pero pocas dudas cabe de que en su horizonte la posibilidad de recuperar el gobierno regional en el corto plazo está ausente. Gane Espadas o Díaz, ambos se enfrentarán a un obstáculo enorme llamado Moreno Bonilla. El actual presidente autonómico no solo lidera un partido que está absorbiendo en su práctica totalidad a Ciudadanos, además su figura es una de las mejor valoradas y menos polarizadas del panorama andaluz: 59% de valoración positiva y solo 10% negativas. El único líder con un saldo de valoración positivo. A diferencia del resto de España, en Andalucía ha habido un importante efecto rally ‘round the flag cuya marea sigue llegando a las costas del sur. Según el último Centra (CIS andaluz), un 42% de andaluces aprueba la gestión de Moreno, mientras que solo el 15,3% aprueban la de Sánchez. Una dinámica parecida que se ve en muchas regiones, cuyos gobiernos autonómicos han salido reforzados, pero cuya diferencia en Andalucía es notoria. Solo para comparar, en diciembre del 2020 la gestión de Moreno la aprobaban el 34,9%.
Aunque Juan Espadas parte de mejores números que Díaz (4,76 y 3,5 de valoración media respectivamente), el escaso conocimiento del alcalde de Sevilla (33,5%) puede jugar en su contra. En las últimas encuestas Espadas va en cabeza, pero la diferencia no es tan grande como algunos podrían aventurar. El control que la todavía lideresa del PSOE de Andaluza ejerce en la organización es un peso a tener en cuenta. Pero como digo, lo que está en juego no es una potencial recuperación del gobierno andaluz en 2022, sino el control de un territorio que dio a Sánchez un quinto de sus escaños totales en las últimas generales, y cuya orientación puede determinar los próximos gobiernos nacionales. Sánchez quiere asegurar el control federal eliminando la poca oposición interna que queda. El problema es que, si antes de Madrid la balanza basculaba a favor del presidente del gobierno, ahora estamos en una situación donde ganará el que menos herido llegue; una correlación de debilidades en la que se encuentra tanto la izquierda española como la andaluza.
El problema del PSOE de Andalucía es de rostros, pero no solo. El partido en concreto, y el bloque de izquierdas en general, se encuentran en una fase de desgaste y reflujo importante. Primero porque el gripaje de los socialistas tras décadas gobernando la región y las luchas de siglas a su izquierda auguran un espacio cómodo para el Partido Popular de Moreno Bonilla en los próximos meses. Su partido es percibido más moderado (6,9) que el de Casado (7,9). Y un dato todavía más interesante: entre los votantes socialistas solo uno de cada tres querría a Díaz como presidenta de la Junta. El mismo porcentaje que opta por "ninguno". Lo mismo ocurre cuando se pregunta a los votantes socialistas por qué partido puede dar una mejor respuesta a los problemas de la región: 42,6% indica que su partido, el 43,5% ninguno.
Pero en segundo lugar porque, por primera vez, estamos ante un panorama político donde las trasferencias inter-bloque se están empezando a abrir. Desde la moción de censura la política de bloques constató la imposibilidad de articular nuevas mayorías. Lo que perdía Podemos lo recuperaba el PSOE, y lo que perdía Ciudadanos lo recuperaba el PP. Los movimientos eran suma cero. Hoy esto empieza a cambiar. En función de la encuesta, se habla de hasta un 5% de votantes socialistas que apoyaron a Ayuso. El CIS muestra unas transferencias del PSOE al PP que se han duplicado desde enero (4,1% en mayo). Y Andalucía, como Díaz del marco "libertad", no escapa a esta dinámica. El Centra de diciembre señalaba un 3,4%, y recientemente Social Data hablaba de hasta un 11,5% de antiguos votantes socialistas que hoy podrían apoyar a Moreno Bonilla.
Algo está cambiando en España y Andalucía. La situación del presidente de Andalucía empieza a coger tintes madrileños, con una oposición en horas bajas, una figura empoderada tras la pandemia y un adversario de bloque, Vox, que solo puede aspirar a marcar mínimamente la agenda. Lo que estas primarias ponen en juego es el futuro de Díaz y el control federal de Sánchez, pero en ningún caso la recuperación de Andalucía para la izquierda.
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