Otras miradas

Acoso ante el aborto

Ana Bernal Triviño

En muchas ocasiones escucho a mujeres decir que son feministas pero hay temas que, en cuanto surgen, resultan incómodos. El feminismo es agenda. Si no respetamos la agenda de nuestras antecesoras cometemos un acto de ingratitud e injusticia. 

La agenda feminista abarca muchos temas porque, lamentablemente, son muchos los ámbitos donde los derechos de las mujeres han sido pisoteados. Por eso, cuando hablo de aborto, hay quienes dicen ser feministas pero que lo rechazan. Pero esto no va de nuestras ideas personales sino de no rechazar un derecho, que es legal. 

Quienes no apoyan el aborto deben entender que es un derecho conseguido desde el feminismo. Pero que no es un derecho para alentar al aborto, sino para asegurar que aquellas que lo necesiten puedan hacerlo con garantías. Entre otras cosas porque el aborto siempre ha sido un asunto de clases: de las que pueden pagárselo frente a las que no. Es uno de los derechos más molestos. Por eso hay países donde se aprueban otros derechos civiles avanzados pero que se niegan a aceptar el derecho al aborto.

Una feminista nunca permitiría que las mujeres, por abortar en muchos países, tuvieran pena de muerte o de cárcel o que murieran en la búsqueda desesperada de hacerlo, sin seguridad alguna y donde el riesgo se lleve su vida por delante. Una feminista nunca permitiría que menores tengan que parir tras ser violadas, porque si abortan les espera la exclusión social. No se puede afrontar un debate sobre el aborto sin pensar en la salud de las mujeres.

Quizás pensemos que esto solo ocurre en determinados países, pero incluso en aquellos que se tienen por referentes los pasos hacia atrás ya se han dado. En una decisión histórica, el Tribunal Supremo de Estados Unidos declaró recientemente que es legal una ley del estado de Texas donde se prohíbe en la práctica el aborto, incluso en casos de violación o incesto. Esa ola reaccionaria no es casualidad y no está muy lejos de lo que ocurre en nuestro país.

Recordemos que aquí llevamos once años esperando respuesta del Tribunal Constitucional tras el recurso de inconstitucionalidad que presentó el Partido Popular contra la ley del aborto del 2010. 

Recordemos que aquí, a pesar de la letra de la ley, la práctica es diferente. Hay mujeres a las que no les permiten abortar. Hay comunidades autónomas donde las mujeres no pueden abortar en los centros públicos. Mujeres que son derivadas a centros privados o de otras regiones, donde reciben un trato "deplorable" y humillante. Otras, cuando son atendidas, reciben no la información consistente sobre los riesgos o ayudas, sino que son sometidas a prácticas violentas y ralentizan el proceso hasta ponerlas entre la espada y la pared. Desde convencerlas a no hacerlo a enseñarles imágenes de sus ecografías, en uno de los momentos más difíciles de su vida. 

Recordemos que aquí hay menores que, como no reciben el consentimiento de sus padres, abortan de forma clandestina e insegura, con compras de píldoras en Internet sin ningún personal médico detrás, que alimentan un negocio sin control a costa de poner sus vidas en riesgo. Podemos decir de ellas que aún no son adultas, pero sí son mujeres que ya tienen relaciones sexuales. Y cada vez más la edad de tener relaciones se adelanta. 

Y recordemos que aquí, al igual que en Estados Unidos y otros rincones del mundo, se persigue a las mujeres que acuden a esas clínicas en uno de los momentos más difíciles de sus vidas. Hace unos días se publicó que más de 120 personas se están organizando para rezar delante de una clínica abortiva en Córdoba. Está previsto que lo hagan desde hoy mismo al 31 de octubre. 

Quizás por ello, el Gobierno, algo tarde, ayer llevó al Congreso penalizar el acoso ante las clínicas abortivas. Modificar el Código Penal para castigar a quienes hostiguen en las puertas de esos centros. Estos grupos dicen que van a rezar. Para rezar están los templos y bien sabemos que acuden a esas clínicas para humillar a esas mujeres y gritarles  "asesinas" o poniéndoles delante de los ojos imágenes de fetos, muchas con montajes fotográficos. 

Y ya es hora. Aunque sea ley queda mucho pendiente. Permitir que ese derecho sea real para todas las mujeres y que las que decidan abortar no tengan que soportar ni miradas ni críticas más allá de una decisión que solo afecta a ellas mismas. Es urgente. 

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