Otras miradas

Lady Madrid: gloria o muerte

Pablo Gómez Perpinyà

Coportavoz de Más Madrid y senador

Lady Madrid: gloria o muerte
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en una rueda de prensa en la Real Casa de Correos, a 17 de febrero de 2022, en Madrid (España).- EUROPA PRESS

No está claro si fueron los aires de grandeza de Miguel Ángel Rodríguez o la torpeza teodoriana de los "chiquilicuatres" de Génova, pero ya ni siquiera los voceros de la derecha dudan de que el avión  de la libertad que pilotaba Ayuso, se ha estrellado. Tanto fue el cántaro a la fuente que al final se rompió.

Ayer en los pasillos de la Asamblea de Madrid había más ruido de sables que en Dombás. Los escasos veinticuatro minutos que Ayuso permaneció en el pleno hacían prever que se avecinaba tormenta. Y cuando eso sucede en el PP ya se sabe que toca echar el cuerpo a tierra. El primero en aprender la lección fue Carromero.

Afirmar que el PP es una plataforma para el crimen quizás fue, en algún momento, una licencia discursiva fruto del calor del debate parlamentario. Hoy bien podría ser el extracto de un auto judicial de la Audiencia Nacional. Y Ayuso ha sido testigo de esa evolución.

Ayuso era una diputada rasa en la Asamblea de Madrid cuando ya medraba para lograr un trato de favor por parte de la empresa pública Avalmadrid para la empresa de su padre. No es un caso excepcional, ni está revestido de una gravedad singular si lo comparamos con las múltiples tramas de corrupción que ha protagonizado sus mayores. Se corresponde, más bien, con el comportamiento de alguien que encuentra en esta práctica el proceder habitual, la costumbre del lugar. Y frente a ellas, o te adaptas o te rebelas. Y Ayuso, por más que quiera presentarse como "Lady Madrid", paradigma de la mujer libre e independiente, se adaptó a las reglas del juego como hicieron quienes la precedieron. Y por eso en estos momentos no hay ni un solo madrileño que no este a sueldo de Sol, que ponga en duda la información que señala al hermano de Ayuso. Porque es coherente con la historia de un partido que desprende hedor a corrupción desde hace décadas.

Sin embargo, la crisis del PP es también la disputa entre dos formas de entender la política. Entre aquella que defiende la primacía de los partidos como actores centrales en el sistema político y aquella que pretende hacer descansar la legitimidad en líderes de cualidades singulares. La legitimidad orgánica de un Pablo Casado al que estatutariamente le corresponde mantener la disciplina interna y concurrir a las próximas elecciones generales y legitimidad popular  de una Ayuso que pretende acortar el camino de la sucesión por la vía de la aclamación popular. Quizás la consecuencia del aprendizaje por parte del PP de Madrid del resultado del Congreso de Valencia de 2008  en el que Esperanza Aguirre se estrelló contra el aparato nacional que apoyó a Rajoy, o quizás un cambio de paradigma.

Ante la tentativa de Ayuso, Génova no ha dudado y ha pulsado el botón de emergencia. Ese que asegura el orden frente a las ínfulas populistas de los nuevos liderazgos. El mismo que pulsó el Comité Federal del PSOE para cesar a Sánchez, nombrar una gestora y dar el gobierno a Rajoy. Y es que Ayuso meterá los votos en las urnas, pero el PP es un partido político de los de antaño y necesita demostrarlo con hechos si quiere seguir siéndolo. La unidad hacia afuera es innegociable, que diría Lenin. Y no caben las dudas o las medias tintas, porque errar una vez es perder la guerra.

Ayuso desea medirse contra Sánchez en las próximas generales y liderar el PP de Madrid es el primer paso para conseguirlo. Para ello quiere  darle la palabra a la militancia, consciente de que su popularidad podrá vencer a cualquier adversario que Casado quiera imponer en un proceso de primarias al estilo de la nueva política, inclusive al alcalde Almeida.

El PP de Ayuso inspira desconfianza y el de Casado miedo. Y este es, por encima de la pugna por el relato verdadero, el principal problema que tendrán que enfrentar. Mientras, desde la oposición deberemos hacer un esfuerzo por no dejarnos embriagar por los aires guerracivilistas que vienen desde la derecha y centrarnos en ofrecer una alternativa al bloqueo político al que están llevando a Madrid. El desgobierno de Ayuso no caerá como fruta del árbol madura, sino que será necesario poner en circulación un proyecto capaz de ofrecer seguridad y certezas a todos esos madrileños que buscan soluciones a los problemas del día a día. No minusvalorar al adversario, por golpeado que pueda estar, es el primer paso para ganar Madrid en 2023.

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