Los avances en el reconocimiento de los derechos civiles son costosos. Requieren de una reivindicación social bien fundamentada, de una defensa política comprometida y de enfrentar un duro pulso al conservadurismo propio de los que no tienen miedo al avance o no quieren perder privilegios con un reparto igualitario de los derechos.
Cuando hablamos de los derechos de las mujeres en realidad nos referimos a los derechos civiles de las mujeres, los derechos que como ciudadanas debemos tener reconocidos, ciudadanas de pleno derecho. Esta consideración aparentemente obvia, es necesaria puesto que la Ilustración, la gran revolución que cimienta teóricamente nuestras democracias, dejó fuera a las ciudadanas del concepto de ciudadanía.
Las arquitecturas de los estados democráticos se han construido teniendo como referencia al hombre, con un modelo androcéntrico. En este diseño democrático, más de la mitad de la población que somos las mujeres no hemos sido consideradas sujeto político. Simone de Beauvoir describe con total acierto la posición de las mujeres como alteridad, como un segundo sexo subordinado respecto al primero, "Él es el sujeto, el absoluto : ella sería la alteridad".
Estos son los antecedentes. La consecuencia es la desigualdad estructural en la que vivimos todas las mujeres. Los países avanzados que han puesto en marcha políticas públicas de igualdad e iniciativas legislativas feministas han empezado a corregir parte de los agravios estructurales. Sin embargo, la prueba del algodón de que las mujeres no tenemos reconocidos nuestros derechos de ciudadanía plenos es que estos están en permanente cuestionamiento.
La semana pasada conocíamos la triste notica de la sentencia del Tribunal Supremo de EE.UU que tumbaba 49 años de ejercicio del derecho al aborto. El Alto Tribunal anulaba la sentencia con la que en 1973 se garantizaba este derecho a través de la resolución del caso Roe Vs. Wade. Si el derecho al aborto concediese libertad para elegir sobre su paternidad a los hombres, ningún tribunal se habría atrevido a arrebatarle tal licencia a los ciudadanos.
Hoy más que nunca tenemos que reivindicar los derechos de las mujeres como derechos civiles. Los derechos de las mujeres no son un apéndice de los derechos de ciudadanía, son en sí mismo los derechos de ciudadanía. Mientras no sea así, los Estados gobernados, tanto en los ejecutivos como en el poder judicial, por ultraconservadores y neoliberales seguirán mercadeando política y judicialmente con los derechos y libertades de la mitad de la humanidad.
Lo que ha pasado en EE.UU demuestra claramente la situación de subordinación que seguimos sufriendo las mujeres. Cualquier atisbo de espejismo de la igualdad, cualquier simulacro de política pública que no sea realmente transformadora, nos sitúa en posición de falta de alerta. La alerta es la estrategia permanente en la que vivimos las feministas. O las mujeres somos sujeto político de la democracia o la democracia solo es una democracia de hombres.
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