Otras miradas

El del Día de la Hispanidad de Vox y el trifel de Rachel

Guillermo Zapata

Guionista y exconcejal del Ayuntamiento de Madrid

El del Día de la Hispanidad de Vox y el trifel de Rachel
Captura de la actriz Jennifer Aniston, que interpreta a Rachel en Friends, en el famoso capítulo en el que elabora un trifle

El episodio nueve de la sexta temporada de Friends es uno de esos capítulos recurrentes en la serie en los que se celebra "Acción de Gracias". Su emisión , por cierto, coincide con la fecha de la propia festividad norteamericana. En el capítulo, Rachel realiza (sin ayuda de Mónica) un postre para la cena con idea de que lo disfrute todo el mundo. En concreto, un trifle. Una suerte de bizcocho con capas diversas que incluyen frutas, nata y una crema que recubre la parte final.

Rachel está muy orgullosa de lo que ha conseguido, a pesar de que hay algo que no cuadra porque cada vez que habla de la receta, que ha seguido al pie de la letra, menciona que una de las capas es de ternera con verduras. Ross y Joey descubren más tarde que la revista dónde viene la receta tiene las páginas pegadas y Rachel ha mezclado dos recetas distintas, pero decírselo implicaría volver a hacer la comida que ya va retrasada y ellos quieren dejar el piso para ir a ligar con la compañera de piso de Joey y unas amigas.

Ahora hablemos de Viva 22, el festival anual de Vox que coincide con el Día de la Hispanidad y que supone un momento excepcional para medir la temperatura en la que se encuentra el partido. Atendiendo a la baja atención mediática (comparado con su anterior edición) y al relativo pinchazo de público podríamos decir que Vox no pasa por su mejor momento. Como en las mejores películas de fantasmas, la presencia de Macarena Olona -que tuvo su bautismo popular en la anterior edición- ha sobrevolado el debate hasta tal punto que el hoy ya ex secretario general del partido, Ortega Smith, ha hecho lo que todo estudiante de Hogwarts sabe que no debe hacer: Hablar de 'aquel que no debe ser nombrado'.

En el festival se han encadenado discursos, propuestas recicladas de años anteriores y lanzadas con nuevos lazos como si la comunicación pudiera sustituir la falta de orientación política y ha incluido un 'cosplay' pocho de héroes nacionales que insiste en la obsesión de Vox por pensarse en la reconstrucción de un pasado heroico y ejecutarla como en las mejores obras de teatro de un colegio que odia el teatro. Además de eso han lanzado mensajes de apoyo de figuras cuyo elemento unificador no es tanto que sean líderes de proyectos políticos de extrema derecha sino más bien que han perdido sus propias elecciones (con la excepción de Orban).

En cualquier caso esos líderes derrotados han conseguido algo que Vox aún no ha logrado, ni probablemente logrará ya: descomponer los partidos de derecha tradicional de cada uno de sus países hasta volverlos otra cosa. Esa es, probablemente, la pregunta que Vox no es capaz de hacerse aún hoy porque, entre otras cosas, la mejor respuesta a esa pregunta ya está en otro proyecto político que encabeza Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid. Un proyecto que si bien tiene mucha solidez en la capital tendría enormes problemas para gobernar el conjunto de España. Vox está encapsulado. Mientras tanto, en ese Matrix que son las redes sociales, Macarena Olona lleva desde el verano construyendo un personaje también errático que coquetea con la idea de volver a la vida política mientras aparece en redes sociales mostrando aparentes apoyos y funcionando como la señora del leño de Twin Peaks, que todo el rato decía que sabía cosas, pero no terminaba de concretar nada. Entre el hacer daño para legitimarse y no hacer tanto para no perder a su potencial base de votantes, Olona también está encapsulada.

Ante ese panorama, hay quien da por muerta a la extrema derecha en nuestro país y empieza a suspirar por una "vuelta a la normalidad". Y aquí es donde toca volver a Friends.  El trifle de Rachel es una comida vomitiva o una comida heterodoxa pero de buen gusto, dependiendo de quien lo mire (y quien se lo coma).

De los comensales de Friends hay una parte que finge que le ha gustado –aunque en realidad ha comido sólo un bocadito y luego lo ha escondido – Sólo una persona le dice la verdad a la cara y los protagonistas de esa trama, Ross y Joey tienen dos reacciones opuestas que merece la pena recordar. En el caso de Ross y a pesar de que manifiesta que "sabe a pies", se lo come sin queja alguna, porque al fin y al cabo tiene un objetivo superior, llegar lo antes posible al deseado piso de al lado. Hay mucha gente dispuesta a comerse un trifle de mermelada y carne guisada si le sirve para llegar a algún otro lado, al poder del Estado, sin ir más lejos.

La reacción de Joey es más interesante aún. A Joey le encanta el trifle de Rachel y lo defiende con un sentido común aplastante. Le gusta la mermelada, le gusta la nata y le chifla la carne. Se come su propia ración y la de los demás. No le importa si aquello es un trifle o no, si es coherente o no o si tiene sentido, si le gustan los ingredientes, le tiene que gustar el conjunto.

Una de las características de la posmodernidad es la perdida de fuerza de los grandes relatos que constituyeron el siglo XX. Eso es lo que permite que Pedro Sánchez haga bromas de tanto en tanto ante Abascal sobre el supuesto y temible Gobierno comunista que gobierna España. Ese chiste, que se repite en redes y como argumento político, parte de la debilidad de esos nombres viejos para nombrar nada. Pero por algún motivo seguimos pensando que hacer lo mismo con el fascismo o el franquismo tendrá un efecto distinto, cuando no tiene que ver con los horrores de uno u otro régimen, sino de la latencia de los mismos en el presente. De su fantasma. Estos fantasmas ya no dan miedo. Algo parecido pasa con el fascismo o con el popurrí de personajes disfrazados de Vox, no importa tanto si la receta se parece o no a otra cosa si los ingredientes por separado te gustan lo suficiente.

Muchas veces desde posiciones progresistas creemos que a través de un nombre cargado de historia podemos aislar los elementos viejos y nuevos de un proyecto político y con ello neutralizarlo, y también pensamos que existe una normalidad anterior que puede ser restaurada, un buen trifle al que volver. Pero seguir avanzando implica reconocer exactamente lo contrario, que no hay vuelta atrás y que señalar lo que no cuadra de las propuestas de los adversarios sirve para poco. Ni Vox va a desaparecer ni sirve de nada insultarlo muy fuerte, solo sirve alcanzar construir acuerdos sociales lo más amplios posibles y generar sociedades lo más preparadas posible para que nos hagamos el menor daño posible mientras avanzamos hacia la incertidumbre.

Y recordarnos que, como dice la canción, nadie nos dijo que la vida iba a ser de esta manera, pero que vamos a estar juntos/as apoyándonos, como hemos estado antes.

 

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