1968 fue un año muy convulso en todo el mundo. Desde los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy, pasando por el mayo revolucionario francés, hasta las protestas por la libertad y en contra de la guerra de Vietnam. En España comenzaban a producirse las primeras manifestaciones estudiantiles contra la dictadura franquista, que había llevado al país a un atraso sin precedentes. Los conciertos de Raimon fueron los actos culturales reivindicativos que más trascendencia tuvieron en la Universidad Complutense. Y, mientras esto sucedía, comenzaba a producirse en nuestro país un hecho que cambiaría para siempre la forma de entender los barrios de nuestras ciudades.
En el madrileño barrio de Palomeras Bajas se prendió por primera vez la mecha del movimiento vecinal, ante la atenta mirada de un régimen que durante décadas había machacado los derechos de las miles de personas que reivindicaban una mejora de sus condiciones de vida.
Durante los años posteriores, los movimientos vecinales fueron creciendo en los barrios del sur: desde Moratalaz a Orcasitas, pasando por San Blas y Vallecas, y llegando a municipios como Getafe o Leganés. Fue a través de la organización y la lucha que los vecinos y vecinas de estos lugares lograron avanzar en sus reivindicaciones: alumbrado público, agua o escuelas. Es decir, dotaciones mínimas para los barrios. Las famosas y esperadas fiestas populares que cada año organizan los vecinos en sus barrios tienen su origen, precisamente, en los movimientos vecinales.
Ya con la democracia, el movimiento ciudadano ha sido capaz de lograr éxitos sin precedentes. Los planes de actuaciones e inversiones en los barrios de Villaverde 1998-2003 o los de Puente y Villa de Vallecas 2000-2005 son un buen ejemplo de ellos.
Sin embargo, esas conquistas, esos espacios de encuentro y solidaridad, hoy se ven más amenazados que nunca por un Ayuntamiento que lleva años mostrándose hostil contra las asociaciones vecinales. Asociaciones de vecinos que no tienen siquiera un local donde poder reunirse y organizarse como está ocurriendo actualmente. Que se lo pregunten a los vecinos y vecinas de Cuatro Vientos. Barrios abandonados por una Administración que desoye las reivindicaciones de sus representantes vecinales.
Esta es la tónica general de prácticamente todos los barrios de Madrid: peticiones que acaban en un cajón, correos que nunca son respondidos, o la más absoluta indiferencia de unos concejales más preocupados por sacar adelante los pelotazos urbanísticos que por trabajar para dar servicios a sus ciudadanos. Sueldos exacerbados que nunca son justificados por una gestión ineficiente, injusta y, como norma general, bastante despótica.
La FRAVM (Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid) ha cumplido el 2 de noviembre 45 años. 45 años de dignidad que tuvieron su inicio precisamente en aquellos difíciles momentos de finales de los sesenta. Cuando salir a la calle a pedir libertad de expresión suponía dormir en prisión amoratado por los golpes de las fuerzas represivas de un régimen atroz. Durante todos estos años, la FRAMV ha sido el vehículo indispensable para la mejora de los derechos de los ciudadanos madrileños y, en muchos casos, para proteger a los vecinos de una Administración que ha centralizado absolutamente todo en Cibeles, haciendo de Madrid una ciudad aún más compleja.
Muchas asociaciones vecinales de Madrid, durante los peores meses de la pandemia, hicieron un trabajo arduo pero imprescindible desde las despensas solidarias para apoyar a los miles de ciudadanos que se encontraban en una situación límite, a un paso de caer en el abismo de la pobreza. El Ayuntamiento no les dio ni un solo euro de financiación, ni cedió ningún espacio municipal para desempeñar su labor. La vergüenza de un Ayuntamiento y un alcalde despiadado. El apoyo mutuo barrial y municipal es el ejemplo de la dignidad y de la solidaridad. Un jurado compuesto por 16 periodistas de radio, televisiones y agencias y prensa escrita otorgaron el Premio Madrid a las despensas solidarias por ser la mejor Iniciativa Social de 2021.
Mientras Almeida se hace fotos en hoteles de lujo y vacila entre sus colegas a base de risas y menosprecios cuando le pedimos explicaciones por mantener calles a sanguinarios franquistas, otros rinden homenaje a quienes fueron realmente los héroes de la pandemia y a los que el alcalde jamás ayudó. Me da vergüenza ajena.
Esta dejación y abandono por parte del Ayuntamiento de Madrid se vio fielmente reflejada durante el temporal de nieve Filomena, incapaz de activar un plan eficiente de limpieza de accesos a colegios e institutos de la mayoría de barrios. Fueron precisamente los AMPA y las familias quienes en muchos casos tuvieron que encargarse del acondicionamiento de las calles. El papel de las 290 asociaciones de la FRAMV fue esencial. Organizados y movilizando a los vecinos para atender a las personas mayores con problemas de movilidad. Capaces de mantener despejados los distritos de la capital, conectando lugares estratégicos como hospitales, centros de salud, farmacias, colegios o supermercados. Y todo ello ante la pasividad de un Ayuntamiento incapaz de dar una respuesta seria, pese a que en los días anteriores la Agencia Meteorológica ya advertía de una posible nevada "sin precedentes".
La historia de la FRAMV es la historia de la lucha, de la reivindicación y de la victoria para la mayoría. Es la historia de la dignidad de los barrios que hoy están sometidos a la gran desigualdad reinante. La historia de un movimiento vecinal esencial e imprescindible que aspira a mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos. 45 años después de su inicio, seguimos empujando y peleando para que nuestros vecinos tengan dotaciones públicas decentes, para construir barrios amables donde todos y todas tengamos la oportunidad de realizar nuestros proyectos vitales. Donde nadie se quede atrás.
Felicidades por este 45 aniversario, vecinos y vecinas, porque el Madrid de la dignidad, el que cuida y amplía derechos, el que merece la pena, lo representáis vosotras y vosotros. Por todo, gracias.
Comentarios
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