Otras miradas

El poder de la democracia

Mar Espinar

Concejala del Grupo Municipal Socialista de Madrid y Portavoz del Grupo

El poder de la democracia
Un trabajador toma medidas hoy en una ventana para el reemplazo de los vidrios destrozados en el Palacio de Planalto, luego de que manifestantes bolsonaristas se tomaran en la víspera la Plaza de los Tres Poderes para invadir los edificios gubernamentales, en Brasilia (Brasil). EFE/ André Coelho

La política democrática tiene sus reglas, y las tiene por la sencilla razón de evitar conflictos violentos entre los ciudadanos. No gana ni el más fuerte ni el más rico, no vence el más violento, sino aquella agrupación ideológica que concentra mayores apoyos. La victoria en las urnas no supone una exención al cumplimiento de las normas; más bien al contrario, el vencedor (los vencedores si hay acuerdos de coalición) deberá dar ejemplo de respeto a las instituciones que vertebran la sociedad.

¿Y los vencidos? Pues mucho más. Perder en democracia permite el derecho a la pataleta, pero jamás a la agresión o al sabotaje. Lo sucedido en EEUU y en Brasil es lo que nos espera aquí en España si seguimos despreciando el valor de nuestros propios preceptos estructurales. Estamos criando cuervos. Ojo, lo sucedido con el poder judicial es la primera ficha de un dominó reaccionario que se niega a no disfrutar del Poder.

La derecha española ha descartado convencer a los ciudadanos a través de propuestas constructivas. Tanto Vox como el PP renuncian a compartir lo que realmente pretenden porque saben que jamás convencerán a una mayoría suficiente. Claro que hay gente que sólo piensa en sí misma; sin embargo, somos más los que pensamos también en los demás, en los que necesitan de nuestra ayuda y solidaridad. Por eso la derecha enmascara sus verdaderas intenciones.

A día de hoy en Madrid, por ejemplo, no hay ni una sola medida de los gobiernos regional o local que busquen garantizar la dignidad vital de sus ciudadanos. El único fin de Ayuso y Almeida es destrozar el escudo social del Estado del bienestar y repartir los trozos entre las empresas privadas afines. La sanidad y la educación, la propia gestión del funcionamiento administrativo, se regalan a un sector capitalista que jamás renunciará al beneficio en aras del bienestar de la gente.

De la misma manera en la que necesitamos que nadie, por la izquierda, rompa la estabilidad pactada de nuestra convivencia exacerbando sentimientos y emociones tan infantiles como pasionales, necesitamos que la derecha deje de entender la política como un mercado. El Poder en democracia representa una responsabilidad. El Poder democrático se utiliza para mejorar la vida de las personas, no para que la vida de un puñado de individuos mejore a costa de la de millones de ciudadanos.

Necesitamos una capital de España a la vanguardia de las mejores políticas urbanas, necesitamos poner la ciudad al servicio del vecino y no someter al vecino con la deshumanización de la ciudad. Se trata de desarrollar propuestas locales que ayuden a la gente, que ayuden a nuestro medio ambiente, que cuiden de los niños y de los mayores. Madrid tiene que abrirse a la cultura y no abrir en canal la cultura. Se debería escuchar más a la gente que tiene problemas, porque muchas veces también ofrecen soluciones. ¡Qué pena de política cuando no se puede debatir porque todo está polarizado! La caña y la libertad de Ayuso y Villacís van a dejar una terrible resaca. Deberíamos dejar de frivolizar. La política en democracia, como arma arrojadiza, suele estallar en las manos de quien la manipula.

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