Otras miradas

Y le llaman modernidad: Málaga, entre la insostenibilidad y la caspa

Ignacio Trillo

Economista y exdelegado de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía

Malagueños y visitantes disfrutan de las playas y los chiringuitos de la capital durante el primer fin de semana de apertura de la movilidad entre provincias y coincidiendo, a 02 de mayo del 2021, en Málaga (España). Foto: Álex Zea / Europa Press
Malagueños y visitantes disfrutan de las playas y los chiringuitos de la capital durante el primer fin de semana de apertura de la movilidad entre provincias y coincidiendo, a 02 de mayo del 2021, en Málaga (España). Foto: Álex Zea / Europa Press

Por más que se empeñe el gobierno de la capital malagueña de abrumarnos con tantos humos de modernidad, son tan elementales como para hacernos creer que lo consiguen con la escenografía de su modelo de ciudad, escaparate de parque temático que expulsa a la población autóctona a los municipios colindantes y hace extraños a los residentes. Especulación gravosa, caspa preconstitucional e insostenibilidad ambiental y económica en un sálvese quien pueda, sobre todo para las futuras generaciones. Es el programa electoral que se está aplicando y piden el voto para continuarlo después de mayo.

Fue la misma conclusión que antes de despedirse me comentó un ilustre germano que nos ha visitado estos días. No lo llevaba a cabo desde hacía años. Ha tomado mala nota sobre lo que ha visto durante su estancia, aunque sin adivinar si el pollo vivo sin cabeza que lleva la dirección de la política local y que se muestra tan satisfecho con lo que hace es algún extraterrestre.

Como son tantas las materias que me ha trasladado, la síntesis obliga a una transcripción con economía de espacio. En su visita al centro histórico ha percibido una europeización mal entendida que ha transfigurado lo que lució el paisaje y paisanaje de aquella Málaga diferenciada y no saturada, que la disfrutaba principalmente su ciudadanía y también los foráneos, como él, que se sentían atraídos por esa forma peculiar de vivir, no al revés como ha descubierto que sucede hoy en día. Desde la entrada a calle Larios ha percibido que ya no es lo que le seducía.

En esta contemplación, grupos de guiris desembarcados, guiados por banderas de empresas navieras para que no se extravíen, con caras estupefactas sin llegar a estar seguros en qué capital se encuentran en esas rutas maratonianas programas al segundo "todo por mil euros" para regresar de vacaciones agotados con necesidad de descanso y poder digerir y clarificar todo lo que a marcha forzada han confundido. Ya no encuentras aquella urbe habitable con sus tradicionales lugares de citas que conllevaban la socialización, el paseo, el tapeo o la contemplación.

El vecino de la ciudad se ha convertido en un espécimen en peligro de extinción, perdido en el centro, al que ha dejado de acudir para no meterse en tumultos de gente que no conoce, en espacios públicos hacinados por mesas y sillas, cuya tónica habitual es el anonimato y el sablazo. Ya no te encuentras a los amigos por casualidad. Los comercios, los escaparates, sus firmas son reproducciones de cualquier otro rincón turístico. Tardes de antaño, tras el horario laboral o almuerzos caseros, que fueron de compras, meriendas, cafés o cubatas, según edades y bolsillos, se han transfigurado en tempranas cenas a base de paella y refritos donde todo resulta insólito.

El armónico bullicio de conversaciones, ha dado paso al silencio de la incomunicación, con desagradable trasfondo de sonoras ruedas de maletas tiradas a toda prisa por turistas mochileros para llegar como destino a habitaciones de alquileres por fondos buitres. Movidas nocturnas de colegueos, musicales y ambientales de los encuentros del ayer, han sido suplidas por una plaga de imberbes que descubren en el ilimitado consumo de la birra, el enorme placer de bramar bajo las estrellas tras perder la educación y sus testas...

Alquileres y viviendas por las nubes. Torres hacia las nubes. Millonarios precios que presagian la insostenibilidad ambiental y humana y la cohesión social de este ecosistema urbano. No solo no se hace ciudad, sino que se destruye su futuro. Torres portuarias previstas que solo encontrarán salidas al mar porque su limitado acceso a la ciudad quedará colapsado por la movilidad de sus moradores, con ruptura además del paisaje histórico que ofrece la fachada marítima. Macro hospital, el tercero a erigirse, en un entorno ya colmado que se acrecienta por "erecciones" constructivas que se alzan sobre el suelo de Martiricos, que hará imposible ingresar en su urgencia o entrar en sus instalaciones sanitarias en una emergencia de tipo medio, ni por tierra o mar, que acabará desplazando de lugar el estadio de fútbol, otro pelotazo urbanístico a prever.

Expo para Campanillas sin neutralizar la huella de carbono a causa de las nuevas torres de Repsol, en lo que podría ser el Central Park malacitano, en la zona de mayor densidad de población de Europa. La Térmica, ídem de lo mismo... Bonito récord para un alcalde de cara a pasar a la posterioridad por la seña de identidad de su apellido. Para nota.

Así se fue, mi escandalizado invitado, que antes me pidió el favor de un recorrido histórico y más novelado sobre lo que fue el Camino de Antequera y el de Vélez. Pues mal, otro fiasco surgió al transitar por la avenida que conserva la denominación de un militar franquista sublevado. Enterado del embrollo para cambiar su nombre, exclamó con las manos en la cabeza: ¡Cómo es posible que un ayuntamiento que se proclama constitucional incumpla las leyes del Estado sin depurarse responsabilidades! Como tampoco entendía, que cogobernase un desnortado Ciudadanos, con tanta vocación y prisas por desaparecer, con una concejala de Cultura que ignora la Historia, lo que fue aquel golpe de Estado genocida, bajo la tutela de un alcalde que atravesó un vertiginoso reciclado desde el franquismo a la democracia, y que en su senectud vuelve a tirarse al monte para mantener su cargo. En el país germano, continuó asegurándome, no se dio ese fenómeno entre los servidores al III Reich porque fueron condenados e inhabilitados.

También me expresó que le resultaba penoso saber que hasta hace una década se hubiera mantenido igualmente el Hospital con el nombre del sedicioso condecorado por el gobierno de El Duce, al fallecer en acción de guerra contra el Gobierno legal, pilotando un avión y bajo mando de un ejército invasor extranjero, el italiano. Un aviador que traicionó su juramento de lealtad al ordenamiento constitucional, que fue expulsado del ejército, ajeno a la salvación de vidas y curación de heridos, por el contrario causante de destrucción, muerte, y dolor por donde fue bombardeando... Vámonos al Camino de Vélez, me dijo, porque son fechas de aniversario histórico para pisar tierra en solidaridad y recuerdo a aquellos indefensos inocentes que huyeron con lo puesto por la carretera de la muerte en aquel crimen de lesa humanidad siendo solo auxiliados por un médico: Norman Bethune. ¡Este sí que hubiera sido un nombre justo y de reparación para el Hospital del Camino de Antequera!

¿Y sabes el siguiente escozor que antes de partir en vuelo me espera? Tener que atravesar otra avenida con nombre sedicioso: García Morato, militar falangista, partido homologable al que fundó Mussolini o Hitler ¿Qué diría Pablo Picasso por tenerlo al lado? ¿Te imaginas que vas a Berlín o a Frankfurt y la avenida que te conduce a la urbe se llame Joseph Goebbels, Rudolf Hess, Goering o Martin Bormann?

¿Modernidad? No, caspa cavernícola macabra ¿Capital cultural? ¿Con tanta presencia aún de los de, "¡Viva la muerte, abajo la inteligencia!"? ¿Y por esta avenida aeroportuaria va a recibir el Ayuntamiento de la Modernidad y de la Cultura a los futuros visitantes de la Expo? ...Una ciudad que ignora su pasado y agrede su hábitat no augura saludable paradero.

Así se despidió el amigo indignado. Lo convenceré para que vuelva, pero solo si cambia este panorama sombrío.

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