Otras miradas

La huelga de guionistas contra la malvada Inteligencia Articial

Guillermo Zapata

Guionista y escritor. Acaba de publica 'No a todo' (Lengua de Trapo)

Esta semana, mientras Bolaños y Ayuso miraban a ver quién se subía el escenario en los fastos del Dos de Mayo, el Sindicato de Guionistas de Hollywood decidía llamar a la huelga a sus más de 10.000 afiliados. La primera huelga en 15 años. Sus demandas tienen que ver con el inmenso negocio del streaming, las reventas de las distintas plataformas digitales (un contenido producido en la plataforma A, que termina pasando por pasar por otras seis o siete) y las transformaciones digitales del negocio, con especial atención a la Inteligencia Artificial.

Hace quince años, un productor nos entregó a un grupo de guionistas un papel en el que estaba escrita una frase. La frase era tan genérica como "chico conoce chica". Aquello, nos dijo, era un "proyecto de serie" (risas aquí). Sin duda de esa papel salió una serie. Sin duda el productor en cuestión no había hecho ningún aporte real a la misma en el departamento de guion. La serie, sin embargo, no era una idea original de mis compañeros y mía, sino suya.

Es bastante habitual que productores que no han escrito una palabra de un guion aparezcan como creadores de la serie o se atribuyan créditos que no son suyos por haber opinado sobre un capítulo u otro sin haber escrito una palabra tal y como han denunciado en numerosas ocasiones desde ALMA, el sindicato español de guionistas que reúne al conjunto de la profesión.

Ahora pensemos en la Inteligencia Artificial. Mi definición favorita de Inteligencia Artificial la han dado dos grandes escritores de Ciencia Ficción. Ted Chiang, el autor del relato que sirvió de base para La Llegada, la película de Villeneuve sobre lenguaje, aliens, maternidad y viajes en el tiempo. En un artículo publicado en la revista New Yorker, Chiang comparaba la Inteligencia Artificial con la fotocopia de una fotocopia. Con leves elementos de distorsión de la realidad, pero con una estructura general de aparente coherencia. Esos elementos, convertidos en grandes vectores de información, suponen enormes problemas como es un gran problema toda pequeña desviación multiplicada mil veces.

El segundo autor de ciencia ficción que quiero mencionar es Cory Doctorow. Doctorow es quizás uno de los mejores divulgadores del mundo en relación a tecnología y derechos civiles, dice que una IA es un sistema de autocompletar muy competente (y muy caro).

En uno de sus ensayos, de título "¿Cómo destruir al capitalismo de la vigilancia?", recuerda que cuando una compañía te dice que puede predecir un comportamiento (por ejemplo un delito) con uno 99% de aciertos, el 1% restante es una cantidad tan enorme de personas que en realidad tienes el mismo problema que antes, pero pagando mucho dinero por el camino.

La imagen que se genera en nuestra cabeza detrás de la frase "La Inteligencia Artificial nos quitará el trabajo" no suele ser muy ajustada. Ni siquiera cuando la respuesta es "ahora no, pero pronto si porque pronto será más y más lista" (hay otro texto bastante bueno que explica porque no son inteligencias y tampoco son artificiales, pero vayamos a lo básico) El asunto no es que una Inteligencia Artificial vaya a escribir el guion que ahora estás escribiendo tú, se vaya a inventar la historia que ahora estás inventando tú. Lo que sí puede hacer una Inteligencia Artificial es generar una carcasa. Un desarrollo lógico (aunque desalmado y sin intención) de un guion. Como diría Chiang, una imagen de un guion. Eso es ya perfectamente posible. ¿Cuál sería el papel del guionista en ese escenario? Arreglarlo. Es decir, reescribir. La Inteligencia Artificial puede estandarizar y tecnologizar fases del desarrollo de un producto.

Podríamos decir que lo que hace la IA es una versión sofisticada de lo que hacía el productor que 15 años atrás nos entregaba un papel con una nota que representaba un esquema de guion. La diferencia es que en aquel caso el equipo de guion se cobraba lo mismo por desarrollar esa idea que por desarrollar otra original y sus derechos de autor también eran iguales y lo que empezamos a ver ahora es que hay una enorme diferencia de salario entre "escribir una idea original" y "reescribir esta idea generada artificialmente a partir de ciertos parámetros".

Creo que esto es importante para explicar que el problema no es la tecnificación de un proceso, o su conversión es una suerte de cadena de ensamblaje (eso puede tener debates culturales de otro tipo, pero no son los que conciernen a un sindicato y desde luego no son el motivo de la huelga). Podría incluso darse el caso de que los propios guionistas usáramos inteligencias artificiales para escribir primeras versiones del guion, o pruebas de secuencias. No hay aquí ningún esencialismo hacia la forma de producir.

Pero el valor del producto y el salario y los derechos asociados al mismo no deben cambiar por usar un método u otro. Definir si una una Inteligencia Artificial es una herramienta autónoma de creación o un lápiz moderno es una operación puramente política que define qué derechos se derivan de su uso. De la misma forma que un cambio en la forma de distribuir los contenidos merece una nueva negociación por el lado de los derechos. De eso va la huelga. Va de que los salarios se recortan, se encargan menos capítulos y se entra en mercados cada vez más amplios con retornos cada vez más pequeños. Y no es sólo algo relacionado con el guion. Pronto entrarán en juego los sindicatos de directores y los actores y actrices.

La forma en la que el sindicato de guion de EEUU plantea la huelga es muy inteligente precisamente por entender que el problema no es moral, sino de reparto, de derechos laborales. Y es útil porque puede abrir la puerta a legislaciones sobre la forma de uso de las Inteligencias Artificiales para este y otros mundos laborales.

Todo apoyo es poco. Sirva este texto de apoyo.

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