Otras miradas

El fallo de la izquierda progresista para movilizar a los votantes de clase trabajadora 

Isabelle Anguelovski

ICTA-UAB, BCNUEJ

Margarita Triguero-Mas

UOC-ISGlobal

Antonio López Gay

UAB-CED

Nacho Sánchez Valdivia

UOC-ISGlobal

El fallo de la izquierda progresista para movilizar a los votantes de clase trabajadora 
La alcaldesa de Barcelona y candidata de BComú a la reelección, Ada Colau, aplaude durante el seguimiento de la jornada electoral en la sede de BComú, a 28 de mayo de 2023, en Barcelona, Cataluña (España). David Zorrakino / Europa Press

Sin duda, las elecciones municipales del 28M han sido un amargo aguacero para la izquierda (auto)-considerada como progresista en Barcelona (y más allá): Barcelona en Comú (BeC) y Esquerra Republicana (ERC). Sobre el papel y a nivel de ciudad, Ada Colau y Ernest Maragall tenían programas similares sobre su modelo de ciudad, poniendo, por ejemplo, énfasis en una política de movilidad sostenible, accesible, activa, y respondiendo a los retos del cambio climático. De siete criterios, tenían seis en común, incluyendo la conexión del tranvía o el estudio de un peaje urbano. 

Sin embargo, el análisis comparativo de resultados por sección censal de Barcelona revela que son también los candidatos que han perdido más votos en secciones censales donde, en las últimas elecciones, habían conseguido una proporción más alta de votos de la clase trabajadora, sobre todo en Nou Barris, Horta-Guinardó, y Sant Martí para BeC, y en secciones censales de clase media para ERC (mayoritariamente en los distritos del Eixample y Gràcia). Además,  la brecha de participación continúa ampliándose entre los barrios con más y menos ingresos de la ciudad.

Mientras en 2015 se registraron 10,9 puntos porcentuales más de participación en Sarrià-Sant Gervasi en comparación con Nou Barris, y esa diferencia se amplió hasta los 14,9 puntos en 2019, en 2023 ha alcanzado los 18,4 puntos porcentuales. 

En resumen, en estas últimas elecciones, tanto ERC como BeC han tenido dificultades para conseguir una amplia movilización del electorado de los barrios de la ciudad con rentas más bajas para dar apoyo a sus políticas progresistas.

Además, Ada Colau ha sido víctima del efecto "todos contra-Colau" (ya comentado ampliamente) y no ha podido salir de la discusión de asuntos como la seguridad o la limpieza, empujada por la agenda mediática marcada por las élites.

Sin embargo, por otra parte, aumentó el porcentaje de voto en algunas secciones de clase media, como por ejemplo en el distrito del Eixample. La derecha, en su conjunto, no ha ganado las elecciones en Barcelona, pero ha movilizado a su electorado en la zona alta de Barcelona, como Sarrià-Sant Gervasi o Pedralbes (donde algunas secciones censales le dieron a Trias el 49,5% de sus votos); ha atraído el voto de muchos barrios de clase media de la ciudad; y también ha conseguido arañar algunos más de barrios de clase trabajadora. Vox, por ejemplo, ha subido en barrios de clase trabajadora como Canyelles, Roquetes, Torre Baró, donde BeC ha caído respecto al 2019.

El fallo de la izquierda progresista para movilizar a los votantes de clase trabajadora 
Gráfico 1
El fallo de la izquierda progresista para movilizar a los votantes de clase trabajadora 
Gráfico 2

Centrándonos en BeC, a nivel de comunicación política, el programa de Ada Colau se ha hecho oír más entre la clase media que entre los bastiones políticos más populares que les hicieron ganar en el 2015. El spot de campaña, por progresista, feminista, y verde que haya sido, no ha resonado en barrios como el Besòs i el Maresme, la Trinitat Vella, Baró de Viver o Roquetes, donde perdieron hasta 5 o 10 puntos porcentuales. La movilidad sostenible sintetizada en  los ejes verdes y la bicicleta parece lejos de las preocupaciones diarias de las personas trabajadoras de estos barrios, que suelen tener desplazamientos más largos que la mayor parte de la población, como hemos señalado en un reciente artículo. De hecho, los barrios trabajadores fueron particularmente castigados durante la pandemia de la Covid-19 por sus necesidades de movilidad, tal y como constatamos en otra investigación

Más allá de la movilidad, la población de origen extranjero con derecho a voto (dejamos para otra ocasión el necesario debate sobre la creciente porción de la población que no puede votar) de barrios populares no parecen haberse reconocido suficientemente en BeC, y seguramente, aún menos en el discurso de ERC. El argumento de "Barcelona obre camí" no ha interpelado a los residentes de los barrios con un nivel socioeconómico más bajo o con población migrada de segunda generación, porque seguramente entre las necesidades más agudas de su población no se encuentra que la ciudad sea discursivamente una "referente internacional," o la implementación de las Superilles sino que Barcelona sea un ciudad donde vivir con dignidad, sin riesgo de exclusión o desahucio, o de perder su empleo – aunque es real que sus residentes necesitan un mejor acceso a espacios verdes peatonalizados y refugios climáticos, sobre todo por sus beneficios en la salud mental y física, como estudios recientes nuestro señalan. 

Como científicos y científicas preocupados por el avance de la crisis ambiental y social, tendríamos que preguntarnos: ¿Por qué los medios de comunicación de masas no dedican como mínimo una sección específica a la voz de la ciencia? La respuesta es clara: No servimos los intereses políticos de la mayoría de los partidos, sobre todo los más conservadores. Por otra parte, si desde los estudios de planificación urbana y ambiental, consideramos primordial poner la salud en el centro de las políticas públicas y campañas, ¿por qué desde la ciencia no se habló más del Pla de Barris y sus inversiones en los barrios periféricos de Barcelona? ¿Y por qué este plan no acabó siendo un eje central de la campaña electoral?

Barcelona en Comú hubiera podido defender con mucha más contundencia la inversión pública hecha en los últimos ocho años (300 millones de euros) en espacio público y accesibilidad, impulso económico, economía social, o rehabilitación de vivienda en los barrios con mayores necesidades de la ciudad y su impacto positivo, por ejemplo, en la salud mental. ¿O por qué no se enfatizó la importancia de expandir los ejes verdes a toda Barcelona hasta las últimas semanas de campaña?  Se hubiese podido también aprovechar mucho más la (aún no olvidada) pandemia para recordar la importancia del derecho a la salud de calidad (incluyendo la salud dental) para todas las personas o el derecho a ser cuidado y poder cuidar. 

Desde la salud ambiental (o la salud planetaria, como ahora propugnamos), tenemos el deber de empezar por la equidad y la justicia ambiental y climática de barrios vulnerables, de comunicar ampliamente los impactos del cambio climático en sus trabajadoras y trabajadores, sobre todo entre el personal de los sectores de turismo y servicios. Además, los barrios más desprivilegiados suelen tener viviendas que tienden a carecer de buena ventilación o aislamiento, y sus plazas públicas tienden a ser islas de calor cementadas; elementos que merman la adaptación y mitigación al cambio climático.

Desde la ciencia debemos mejorar nuestra inversión (financiera y en tiempo) en comunicación, accesible y diversa, para hacernos oír y tener más impacto en políticas públicas y hacer entender la interseccionalidad de varias problemáticas socio-ambientales. Es fundamental continuar trabajando para que la población, especialmente la clase trabajadora, defienda que el bienestar material y la prosperidad no pueden separarse de un medio ambiente protegido y que les proteja. Como científicxs, debemos dedicar más esfuerzos y tiempo en conseguir que la salud ambiental se convierta en un tema que una a la sociedad en lugar de crear divisiones basadas en la clase social, como está sucediendo actualmente y como se ha interpretado el programa de Superilles o la Zona de Bajas Emisiones. Sobre todo porque después de sufrir las altas temperaturas del verano del 2022 parece improbable que alguna persona residente en ciudades españolas pueda tener dudas sobre cómo el cambio climático ya nos está afectando. 

A nivel político, en este momento crucial ante la crisis ambiental, es primordial conseguir pactos progresistas en Barcelona y otras ciudades, que den continuidad y aumenten las políticas de adaptación y mitigación al cambio climático desde la justicia ambiental y respondan a riesgos de gentrificación climática, como lo llamamos en nuestros estudios. De manera similar, las elecciones del 23 de julio son una nueva oportunidad (y obligación) para la izquierda transformadora para aprender de los errores de las elecciones del 28 de mayo y asegurarse que sus programas y discursos apelarán a las clases trabajadoras. No pueden olvidar que los efectos de la emergencia climática se sienten especialmente entre la población con menos recursos.

Con la irrupción de la extrema derecha en nuestro panorama político es, más que nunca, un deber de la izquierda hablar de manera próxima y accesible, asegurando que los grandilocuentes conceptos en los que se anclan sus políticas se traducen a hablar de trabajo y vivienda digna; buena calidad de vida de la población  y su descendencia (incluyendo acceso a la energía, la salud y la educación en el contexto del planeta Tierra); cuidados y derechos a cuidar y ser cuidado y cuidada.

Todo ello, debe ir acompañado de una conexión más fuerte con la clase trabajadora para darle la oportunidad de participar, ser visible, y ser escuchada. Sin acercamiento y escucha constante, no hay confianza, y aun menos motivación para salir a votar. Ahora, más que nunca, es importante que las decisiones políticas, sociales y ambientales no dejen a nadie atrás, y que se realice  una transición justa. Y ahora, más que nunca, es primordial tener a partidos de izquierda aglutinadores, fuertes, y que escuchen – a la ciencia y a las clases populares. 

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