Otras miradas

Cuando el culto es un derecho hasta que eres musulmán

Bianca Carrera

Periodista independiente especializada en el Norte de África, Oriente Medio y el patrimonio musulmán en España. Ha escrito para medios internacionales como Al Jazeera, The New Arab, Al-Quds Al-Araby y EU Observer

Vista del interior de la mezquita-catedral de Córdoba (Foto de ARCHIVO).-RAFAEL MADERO / Europa Press
Vista del interior de la mezquita-catedral de Córdoba (Foto de ARCHIVO).-RAFAEL MADERO / Europa Press

La herencia musulmana en España a través de Al-Ándalus, aquella que nos dejó monumentos que hoy llenan nuestro orgullo nacional además de nuestra cuota de turismo anual gracias a su esplendor, parece ser solo decoración.

Si bien nos brillan los ojos al ver imágenes de la Mezquita de Córdoba, parece paradójico que esos mismos espacios de culto hoy sean discriminados, desprotegidos por las administraciones públicas y, en la mayoría de los casos, condenados a estrechos garajes o a descampados en la periferia urbana: invisibles.

El rezo constituye uno de los cinco pilares de la religión islámica, y si bien este puede realizarse desde cualquier espacio de manera habitual, la práctica comunitaria en grupo es recomendable al menos una vez a la semana, en viernes.

En el municipio de Santa Coloma de Gramenet a las afueras de Barcelona, el espacio dedicado a este tipo de rezos comunitarios lo componen nada más que dos barracas. Si es cierto que los vecinos musulmanes acuñaron el espacio como 'Mezquita A-Tuba', Omar Majdi dice sentirse avergonzado de calificar tal lugar de mezquita.

En 2004, su comunidad en Santa Coloma de Gramenet intentó abrir un centro de culto en el céntrico barrio de Singuerlín. Pese a contar con todos los permisos y la aprobación del ayuntamiento, los vecinos se opusieron a esta instauración, dictando sentencia.

En este caso concreto, capturado por Alberto Aranda en el documental "¡Mezquita no!", se vio cómo el rechazo vecinal a una sociedad intercultural prevaleció. El ayuntamiento, en vez de garantizar el derecho a la libertad de culto e intentar cohesionar el barrio, pidió a la comunidad musulmana desplazarse a ese par de barracas, lejos del núcleo urbano y en condiciones deplorables: mostrando que, a veces, los derechos se acaban cuando eres musulmán.

Si bien se trataba de una solución temporal, 19 años después las barracas siguen en el mismo sitio, pero la esperanza de Omar y de otros vecinos musulmanes, eso ya se ha ido.

De la misma forma que se ha ido la esperanza de los vecinos musulmanes del municipio de Premià de Mar. Habiendo comprado un local para construir su espacio de culto hace 15 años, Mahmoud Abdallah nos explica que éste nunca ha podido abrir sus puertas también a causa de los vecinos.

"En España, aunque cumplas con la ley, tengas los permisos, el visto bueno de los arquitectos e ingenieros y finalmente del ayuntamiento, tienes también que tener el permiso de los vecinos" asegura Mahmoud con indignación. "Y la gente en España nos ve a todos como terroristas".

Y es que Santa Coloma de Gramenet y Premià de Mar no son casos aislados. En 2017, la comunidad del vecindario de Nou Barris (Barcelona) sufrió una campaña de acoso vecinal apoyado por la extrema derecha y de desamparo institucional que, a pesar de acabar en la final apertura de su oratorio, dejó a una generación traumatizada, como se captura en el documental "La Mesquita del Carrer Japó".

Como asegura Mohammed El-Ghaidouni, miembro de la Comisión Islámica de España, es por fenómenos racistas como los comentados anteriormente por los cuales los ayuntamientos prefieren desterrar a las comunidades musulmanas a sitios periféricos. "Existe poca voluntad de defender a las comunidades religiosas minoritarias frente a aquellos que rechazan tenernos debajo de sus edificios, por eso optan por la solución fácil".

Viviane Ogou, activista antirracista, fundadora del Think-Tank Puerta de África y coordinadora de migraciones en Sumar, asegura que esto no le sorprende. "Nos encontramos con situaciones como que en Madrid la comunidad musulmana no puede enterrar a su gente de una manera digna, y la cuestión de las mezquitas se ve por toda España, no solo en Cataluña" asegura. "Hay una situación de discriminación estructural muy instaurada en España, y de la que no se habla".

Parte de este problema, como indicaba Mahmoud, es el hecho de que la población española tenga una imagen tan sesgada sobre el islam y los musulmanes.

Azíz Sabbani, secretario de la comunidad islámica de Hospitalet de Llobregat, asegura que cuando realizaba visitas guiadas a la mezquita del barrio a alumnos de instituto "muchos se sinceraban y decían que ellos no pensaban que una mezquita iba a ser así. Muchos decían estar sorprendidos, que no pensaban que sería un espacio diáfano y limpio".

Aun habiendo sido el islam una parte crucial en la historia española por al menos siete siglos, los españoles y españolas parecen tener una imagen exclusivamente negativa o a veces simplemente inexistente de lo que este y su comunidad son realmente.

"El currículum escolar no recoge el pasado musulmán de nuestro país, el cual ha construido nuestra identidad, aunque lo queramos ignorar" defiende Viviane. "Y ya no solo nuestro pasado histórico, sino que tampoco se reconocen las aportaciones actuales de estas personas en nuestro día a día".

Es por eso que Viviane cree que más allá de una reforma educativa que recoja estos elementos, España necesita un plan integral contra el racismo. "Un plan capaz de abarcar todas estas cuestiones y que ofrezca recursos, herramientas, mecanismos y personal a los diferentes niveles de gobernanza para que aseguren la interculturalidad y los derechos humanos".

"Además, la libertad de culto no solo es un derecho, sino que se ha de poder hacer con dignidad. Por eso, las personas musulmanas han de poder encontrar espacios donde puedan estar a gusto y donde puedan construir comunidad" nos explica Viviane, que espera que los derechos de todos los colectivos minoritarios se refuercen después del 23 de julio.

Mustafa Aoulad Sellam, activista y exmiembro de la plataforma contra los fenómenos islamófobos (SAFI), asegura que, simplemente, "los ayuntamientos deben cumplir la ley y proteger a las comunidades". Y a la comunidad musulmana misma, Mustafa la anima a no dejarse amedrentar.

"Otro problema es la no concienciación por parte de la comunidad musulmana de que somos parte de la ciudadanía también, y podemos luchar por nuestros derechos" afirma. "Los musulmanes tenemos la idea de que somos vecinos invitados, que alguien nos ha acogido en su casa y que, si acepta que estemos aquí, ya se nos está haciendo un favor".

Mustafa espera poder ver pronto cómo los problemas de apertura de espacios de culto desaparecen gracias a una administración activa, y cómo el islam y sus espacios dejen de ser vistos como una amenaza, reservados para los garajes o las afueras.

Sobre todo, en un lugar como España, en el que la civilización musulmana ha dejado un gran legado en nuestra arquitectura, lengua y costumbres.

"De cara al turismo presumimos de la Alhambra o la Mezquita de Córdoba, pero internamente nos negamos a reconocer que el legado islámico sea mucho más que eso" nos dice con tristeza Aicha Fernández, arqueóloga y divulgadora sobre la historia del islam en España.

Según ella, aceptar la presencia de estos espacios de culto como sociedad no solo nos hará más consecuentes con los derechos humanos que decimos defender, sino que también nos ayudará a conectar mucho más con España en su conjunto.

"El día que entendamos que existió un islam español, autóctono, andalusí, que es nuestro, propio, quizás empezaremos a dar más valor al patrimonio que tiene hoy en día España".

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