Otras miradas

Cocinas de gas, una elección poco saludable

Juana María Delgado-Saborit

Directora del Laboratorio en Salud Ambiental en el Grupo de Investigación Epidemiológica Perinatal, Salud Ambiental e Investigación Clínica de la Universidad Jaume I.

Cocina de gas. PIXABAY
Cocina de gas. PIXABAY

Durante años, se ha tenido una percepción de que el suministro de gas para la calefacción, el agua caliente y la cocina era la opción más económica para los usuarios. Sin embargo, esta supuesta ventaja económica se ha roto en la actual situación de crisis energética provocada por la subida, precisamente, de los precios del gas, ya que pone en evidencia que el precio del suministro no es en este momento una ventaja, sino más bien otro inconveniente que tenemos que sumar a este tipo de combustible.

No hay que olvidar, además, que el precio del suministro de gas ha estado sostenido de manera artificial por decisiones gubernamentales, tanto para consumidores domésticos en el marcado regulado como para la industria, para minimizar el impacto en los consumidores de la fuerte subida de esta materia mediante exenciones y ayudas directas. Medidas que implican una deuda acumulada que se asume en parte a través de los Presupuestos Generales del Estado, pero principalmente en forma de déficit de tarifa que se irá integrando en el sistema de liquidaciones del sector eléctrico y gasista. Es decir, que iremos pagando más adelante todos los consumidores, incluidos sus correspondientes intereses.

Pero más allá del aspecto económico, en el suministro de gas no se han valorado otros factores como la eficiencia, la seguridad, las necesidades de mantenimiento de instalaciones y equipos, o la contaminación ambiental. En la UE, más de 100 millones de ciudadanos cocinan hoy con aparatos de gas lo que les expone a niveles de contaminación en ambientes interiores que infringirían la normativa sobre la contaminación del aire exterior. En otras palabras, las cocinas de gas entrañan una cuestión de salud individual y salud pública que debería erigirse como un factor determinante para nuestras decisiones, tanto a nivel personal como a nivel político.

Todas las cocinas de gas liberan sustancias contaminantes que son perjudiciales para la salud humana y el medioambiente. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre con el tabaco y los coches, las cocinas de gas no tienen un etiquetado que advierta de sus riesgos. Un nuevo informe del CLASP –organización sin ánimo de lucro con la que colaboro de forma honorífica proporcionando asesoramiento científico– y de la Alianza Europea de Salud Pública resume los problemas de salud que provocan las cocinas de gas por la emisión de NO2 y CO2 (asma infantil y problemas en el sistema cerebral, respiratorio, nervioso, circulatorio y reproductor). El estudio cuantifica también el coste social que suponen las cocinas de gas en gastos sanitarios, pérdida de ingresos y productividad, y en número de años perdidos debido a enfermedad, discapacidad o muerte prematura: la friolera de 3.500 millones anuales.

Tampoco se ha tenido en cuenta el necesario proceso de descarbonización de la producción de energía, tanto a nivel doméstico como para procesos industriales. Todos estos aspectos contemplados en conjunto nos indican que el suministro de gas puede no ser la opción más adecuada, ni siquiera en el futuro más próximo.

Europa escucha a la ciudadanía en el diseño ecológico de los electrodomésticos de cocina

Pero siendo estos factores relevantes, debemos señalar la salud individual y la salud pública como un factor determinante para nuestras decisiones, tanto a nivel personal como a nivel político. Y es precisamente a nivel político que ahora podemos aprovechar la oportunidad de que se escuche la opinión de las personas consumidoras. ¿Cómo? Participando en la consulta pública que la Comisión Europea ha abierto en relación a los requisitos de diseño ecológico y etiquetado energético que deben cumplir los electrodomésticos de cocina –hornos, placas de cocina y campanas extractoras, principalmente–.

Una consulta pública es una oportunidad de informar a la ciudadanía sobre las nuevas propuestas de legislación y de participación en el desarrollo de dichas políticas públicas. En este caso concreto, permite evaluar y actualizar la reglamentación en vigor y revisar los requisitos que deben cumplir los electrodomésticos para que sean ambientalmente sostenibles y que no perjudiquen nuestra salud.

Al mismo tiempo, la consulta es una ventana para recoger nuevos requisitos necesarios, principalmente en materia de eficiencia energética, para reducir el consumo de energía de los electrodomésticos de cocina –tanto en uso como en modo espera– y en materia de reparabilidad, con relación a la facilidad de desmontaje, suministro de piezas de repuesto, instrucciones de reparación etc. Para ello, se debe tener en cuenta los avances tecnológicos de este tipo de equipamientos.

Hoy no hay una etiqueta energética para las cocinas, de modo que las personas consumidoras no pueden tomar decisiones de compra con el conocimiento necesario para reducir su impacto de la huella de carbono ni para proteger su salud y la de sus familias. No existen requisitos regulatorios que exijan comprobar las emisiones contaminantes en los electrodomésticos de cocina y por tanto no hay límites legislativos ni etiquetas energéticas o ambientales para advertir o minimizar los efectos contaminantes para nuestra salud ni para el medio ambiente. Por lo tanto, es imprescindible que se regulen este tipo de aparatos de cocina para que se minimice la emisión de dichos contaminantes.

Implantar etiquetas energéticas y ambientales supone facilitar la decisión a los consumidores a la hora de seleccionar electrodomésticos más respetuosos con su salud y la del medio ambiente.

Además, al establecer las etiquetas energéticas y ambientales no quedará más remedio que revisar la manera en la que se mide la eficiencia energética de las cocinas de gas y las placas eléctricas, para unificar la metodología y métricas, ya que actualmente se prueban de manera diferente. Y esto hace que se identifiquen como menores de lo que realmente son las diferencias de eficiencia energética entre ambas. De este modo, se subestima considerablemente el impacto y los efectos del consumo de gas para la mitigación del cambio climático y el ahorro energético. Por lo tanto, se debería utilizar el mismo método para medir la eficiencia energética, y así hacer una comparación real y justa entre ambos tipos de aparatos de cocina.

Esta consulta pública es una oportunidad para decir a nuestros gobernantes que deben legislar priorizando la protección de la salud y el interés económico de sus ciudadanos y del medio ambiente en el que vivimos. Es la hora de buscar soluciones prácticas en la UE para la eliminación progresiva de las cocinas de gas a favor de alternativas eléctricas.

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