Otras miradas

Sumar, 'El Verdugo', 'La Forma del Agua' y el surf

Guillermo Zapata

Decía José Luis García Berlanga que El Verdugo era una película sobre alguien incapaz de decir que no. Escrita junto a Rafael Azcona, cuenta la historia de un pobre hombre que por precariedad y costumbre termina 'heredando' la profesión de verdugo de su suegro y por incapacidad para negarse terminaba ejecutando a otro ser humano a garrote vil.

El no, saber decir que no, aguantar en el no, establecer en torno a ese no una línea que divide el mundo entre un nosotros y unos otros es una de las palancas de la transformación social. Saber con quién no o saber qué no, cuál es la línea, dónde está el límite, es lo que construye buena parte de los proyectos políticos: Los obreros y el capital, el machismo y el feminismo, la izquierda y la derecha, los 'españoles' y los 'indepes', la OTAN y Rusia, la vieja política y la nueva política, el noventa y nueve por ciento y el uno por ciento, la derecha valiente y la derecha cobarde, etc.

El no, siendo fundamental, es también una construcción simbólica. En los últimos 10 años de la política española 'los noes' han ido mutando y construyendo antagonismos que iban cambiando y, por supuesto, nunca se daba en un único momento de forma ordenada, sino que mientras variaban, se superponían.

Guillermo del Toro dirigió en 2018 la oscarizada película La Forma del Agua, en ella, una mujer sorda que trabaja limpiando una instalación militar junto a una mujer negra, descubre y se enamora de una criatura que está allí encerrada. Dependiendo de cómo la película repartiera esos 'noes' la historia habría podido tener un resultado u otro. El antagonista de la película, el auténtico monstruo, es un hombre blanco que se encarga de vigilar a la criatura y que lee libros de autoayuda, contra él se confabulan una mujer sorda, una mujer negra, un hombre mitad espía ruso mitad científico y un hombre gay.  El resultado de la película habría sido muy diferente si el eje que define la distinción entre ellos hubiera sido heterosexuales vs homosexuales, estadounidenses vs rusos, hombres contra mujeres, etc.


Sólo en la configuración 'diversos vs guardianes del monstruo' la película podía llegar a buen puerto. Sólo en ese eje, el auténtico monstruo de la película era el antagonista y, sobre todo, el que estaba sólo.

Quizás esta es la reflexión más importante de cara a la próxima legislatura. Lo que se ha dado en llamar 'El Estilo Sumar' es la articulación de mayorías a través de la pluralidad y la diversidad y eso vale tanto para explicar el grupo plurinacional que conforma la coalición, como la propuesta política de la misma hacia afuera.

Si planteamos de forma separada la conquista de derechos sociales y la solución a la cuestión catalana o a las demandas independentistas, entenderemos que el PSOE, ERC, Bildu, el BNG y Sumar son de izquierdas y el PNV y Junts son de derechas y por otro lado, como algo distinto, que ERC, Bildu, el BNG Junts y el PNV  son fuerzas nacionalistas o independentistas. La construcción de un eje de diversidad e inclusividad lo que plantea es que esas dos cuestiones, 'derechos' y 'soberanía' no están separadas, sino que se entrelazan y son la misma cosa. Por eso entiendo que la competición entre Bildu y el PNV o la competición entre ERC y Junts no es el obstáculo para que exista el gobierno de coalición, sino al contrario, su garantía.


Ahora hablemos de surf. El surf es el deporte más importante que existe para entender la acción política. El surf se basa en esperar (mucho) y posteriormente en identificar una ola, saber subirte a ella y navegar en su interior el mayor tiempo posible. El surf es lo contrario de la voluntad y los bemoles, el surf es paciencia y contingencia, determinación y flexibilidad. El surf es lo que hace que no todos 'los noes' sean posibles, que no todos los alineamientos sean posibles, en definitiva, que 'no todo' sea posible, pero también es el recordatorio de que sólo a la espera no puedes atravesar las olas.

No sé si recordáis ese chiste sombrío que se hacía en los tiempos del covid. Se veía una pequeña ola que ponía "Covid", a la que seguía una segunda ola más grande que ponía "recesión" y a la que seguía una ola gigantesca que decía "crisis climática". Pues bien, en la primera intervención ante el grupo parlamentario de Sumar se identificó la segunda y la tercera ola como el elemento que define el presente.

Se habló del final de los fondos europeos y de una pelea (europea y nacional) por no volver a la austeridad. Se estableció un gran NO. Ese gran no es "no habrá recortes", "no gestionaremos la crisis de la misma manera que lo hizo el PP". Ese gran no, no estaba dirigido ni al PP, ni por supuesto a Vox, ni desde luego a las fuerzas plurinacionales, sino al PSOE.


Las elecciones del 23 de julio le han dado a Pedro Sánchez una enorme legitimidad. Fuerza memética, la sensación de que después de una legislatura marcada por una larguísima crisis todo se le pone de cara. El resultado de la Mesa del Congreso ha fortalecido esa sensación a la par que ha desbaratado el bloque PP-Vox y dejado a Feijóo en la tierra de nadie dónde caen los candidatos sin hipótesis política.

Esa fuerza se agotará, cómo se agotan todas y cada una de las olas que vienen y van en el contexto en el que vivimos. El futuro es un territorio cada vez más incierto y el presente cada vez dura menos. Las olas pasan y pasan y se alejan. Sin un gobierno progresista fuerte, y por fuerte me refiero a con capacidad de avanzar en derechos y proyección para los más en el conjunto de España, no habrá legislatura y la derecha se rearmará.

La llave de ese proceso transformador lo tiene Sumar. No es un gran problema si dentro de unos cuantos años el PSOE llega a las elecciones generales como ha llegado a estas, presumiendo fundamentalmente de los méritos de su socio de coalición. Lo importante es que esos procesos de transformación sean reales para la mayoría, avancen y tengan fuerza.


Ese es el desafío de Sumar hoy: constituirse como la fuerza capaz de estar dos pasos por delante para que el conjunto del país avance uno.

Los agoreros tienen todos los motivos del mundo para indicar las tormentas en el horizonte, pero no hay que hacerles muchísimo caso, porque eso lo vemos todos. Necesitamos velas, barcos y brújulas que señalen bien al norte, no descriptores de tormentas.

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