Casi todos los chistes de Faemino y Cansado son excepcionales, pero hay uno en concreto que se me quedó grabado desde pequeño. Es el chiste del charcutero y el neurocirujano que interpretan sus dos sosias, Arroyito y Pozuelón, en el noveno programa (Nueve programas, nueve apariciones) de su show El orgullo del Tercer Mundo.
El chiste, de apariencia sencilla, se pregunta quién ganaría en una pelea entre un charcutero y un neurocirujano. Se plantea una cuestión básica para empezar la discusión: si valen cabezazos o golpes en la cabeza. Se decide que no porque el neurocirujano tendría ventaja: "porque te dan un cabezazo, a lo mejor aquí (en una zona de la cabeza) y dices... Pero si no me ha hecho nada..." Y responde el charcutero: "pues espérate ochenta años, gilipollas, verás como te flaquean las piernas".
En otro momento del show añaden: "El colegio de médicos se entera de que un neurocirujano le ha dado un cabezazo a un tío por la calle y le quitan el carné".
Dejemos este asunto ahí un momento.
El pasado jueves 23 de mayo, día que se iniciaba la campaña electoral de las elecciones europeas, el PSOE retiró una modificación de la ley del suelo porque no tenía la mayoría con la que aprobarla. Ni Sumar como socio (que ya presentó críticas a la ley de manera formal en el seno del gobierno en el mes de marzo) ni los partidos que forman la mayoría de la investidura, que se habían manifestado contra la norma, le brindaban su apoyo. Solo el Partido Popular parecía estar dispuesto a sacar la ley adelante, pero en el último momento, decidió cambiar su voto y el PSOE decidió retirar la norma para intentarlo más adelante, en concreto después de las elecciones europeas, cuando el Partido Popular ya no tenga que disputar nada y pueda votarla tranquilamente, que es lo que muy previsiblemente ocurrirá.
La ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez, ha dicho que la modificación no tiene carácter ideológico, sino más bien técnico. Decir que el suelo urbanizable en España es una cuestión técnica es una atrevimiento de cierta magnitud.
Es precisamente en Europa dónde el Partido Popular y el PSOE se entienden mejor. Mucho mejor que en España. Se podría decir que en Europa el bipartidismo sigue vivo y con buena salud. Más que el bipartidismo, una cierta "gran coalición" que ha pactado asuntos de enorme importancia como el pacto migratorio o las normas fiscales.
Las normas fiscales y la ley del suelo tienen varios elementos en común. Son normas de difícil explicación, que pueden hacerse pasar por técnicas y que, en realidad, son el meollo de todo el asunto. La ley del suelo define cómo se puede (o no) usar el petróleo del siglo XXI, que no son los datos que tanto aprecian en Sillicon Valley, sino las viviendas. Y las normas fiscales definen cuánto margen tienen los Estados para hacer políticas públicas. Son tan importantes que para desarrollar las políticas que nos sacaron de la covid hubo que suspenderlas.
La otra característica que comparten leyes del suelo y normas fiscales es que son como el golpe de la cabeza del neurocirujano (sí, empezar con un chiste iba a algún sitio): en la medida en que no notas nada, no pasa nada, no cambia nada, pero de pronto te empiezan a flojear las piernas. Una burbuja inmobiliaria no se crea de la noche a la mañana, se produce a través de un periodo largo de tiempo. Lo que es veloz es su estallido, pero mientras tanto, como en una pompa de jabón, todo parece ir bien. Más que bien.
Los ayuntamientos están deseando que se apruebe la nueva ley del suelo porque quieren volver a las únicas políticas que les han hecho competitivos territorialmente: las grandes operaciones urbanísticas. Operaciones que duran años.
¿Cómo defendernos del golpe del neurocirujano cuando no notamos nada? Pasa lo mismo con las normas fiscales. Las movilizaciones que hubo en España con la reforma del artículo 135 de la Constitución fueron diminutas, más si tenemos en cuenta que se concentraban en un momento muy explosivo de la movilización como era el 15M. No fue hasta la llegada material de los recortes que se produjo una reacción.
El chiste del neurocirujano y el charcutero no termina así. Posteriormente se preguntan: "bueno, si hay un incendio en el Museo del Prado y hay que elegir entre salvar al charcutero y al neurocirujano, ¿a quién salvarías?". Se salva por supuesto al charcutero, pero si hubiera un segundo incendio en el Museo del Prado y la cosa fuera entre el charcutero y tú mismo, ¿a quién sería, entonces? Y la respuesta es clara: "Que le den por culo al charcutero". La sala entera estalla en risas.
El auge de la extrema derecha es lo que sucede cuando nuestra casa se quema dos veces y, debido a los golpes del neurocirujano, nos flojean las piernas: las preguntas empiezan a ser sobre egoísmo y supervivencia, no sobre bienestar y vida en común.
En las próximas elecciones europeas o en la reforma de la ley del suelo creemos jugarnos poco, pero nos jugamos exactamente eso, el bienestar y la vida en común.
Comentarios
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