Otras miradas

Butler y la vigencia del feminismo 

Carmen Heredero y Antonio Antón

Feminista y sindicalista, autora del libro 'Género y coeducación' (Morata, 2019); y sociólogo y politólogo, autor de 'Feminismos. Retos y teorías' (Dyskolo, 2023)

Judith Butler en una imagen de archivo.- Wikimedia Commons
Judith Butler en una imagen de archivo.- Wikimedia Commons

La filósofa estadounidense Judith Butler es una de las mayores referencias mundiales para el feminismo de la tercera ola y, especialmente, para los colectivos LGTBIQ+. Tiene una doble característica: por un lado, la oposición a la discriminación de las mujeres, a todo tipo de desigualdad y dominación derivado del género, que persiste; por otro lado, el cuestionamiento del sistema de género como factor condicionante de la libertad y el desarrollo humano. 

La interacción entre los dos aspectos no es sencilla, aunque siempre ha defendido la alianza entre ambos movimientos sociopolíticos y culturales, el movimiento feminista y los movimientos LGTBIQ+, con un enfoque inclusivo y de complementariedad, así como con una perspectiva emancipadora e igualitaria, a la que también ha incorporado una mirada antirracista y anticapitalista 

En sus escritos ha puesto un énfasis mayor o menor en cada uno de ambos elementos, con estudios sugerentes sobre la violencia de género y la vulnerabilidad de las mujeres. No obstante, podríamos decir que el objeto principal de su elaboración teórica y su activismo ha sido el segundo tema: la superación del género, como división social que constriñe la libertad, desde la perspectiva de la teoría queer.   

A lo largo de más de tres décadas ha mantenido ese doble eje, desde su libro pionero El género en disputa (1990), pasando por Cuerpos que importan (1993), Lenguaje, poder e identidad (1997), Vida precaria (2004) y Deshacer el género (2004), hasta el último ¿Quién teme al género? (2024). Los títulos son muy expresivos de su contenido. 

No se trata de hacer aquí una valoración completa de su obra. Con ocasión de la publicación de su último libro comentamos lo que pudiera considerarse contradictorio respecto del hilo conductor de varios de sus libros anteriores. El foco principal de su posición, hasta ahora, era superar, debilitar, romper... el género y el normativismo sexual dominante, que ha sido la fuente de la discriminación de las mujeres y las disidencias sexuales y de género, así como deslegitimar su justificación teórica. Su aportación más específica, la teoría de la performatividad, es una visión constructivista del ser humano: el mundo de las ideas, los discursos y las normas es decisivo en la construcción de la realidad social de las personas, cuya capacidad de agencia va configurando su carácter, su experiencia y su identificación de género. 

En ¿Quién teme al género? se produce un giro discursivo y de objetivo prioritario, aunque la autora lo considera menor y en continuidad con sus aportaciones fundamentales sobre 'deshacer' el género. Ahora, la finalidad es combatir a las corrientes antigénero, es decir, fortalecer el análisis y las estrategias de género, las identificaciones femeninas y las experiencias LGTBIQ+ frente a los intentos, en múltiples países, de destrucción del género y la diversidad sexual por parte de las ultraderechas reaccionarias y las confesiones religiosas tradicionalistas, en especial el Vaticano y las iglesias evangélicas, tal como analiza profusamente en el libro.  

El giro obedece a la necesidad de afrontar desde una óptica progresista y democrática la nueva ofensiva ultraderechista, autoritaria y patriarcal desatada frente a los avances feministas y de los movimientos LGTBIQ+ de estas últimas décadas, así como combatir el racismo, la explotación de clase y el neocolonialismo. Estos sectores más conservadores y neofascistas extralimitan mediáticamente los supuestos horrores que habría supuesto lo que llaman 'ideología del género' que habría que destruir por ser su enemigo civilizatorio. Sus efectos serían corrosivos para las familias, la propia nación -blanca, cristiana y occidental-, incluso para el propio Estado, el orden establecido y la cohesión social. Por tanto, desde las derechas extremas, no hay tregua ni contemporización con esa supuesta degradación, por lo que promueven la polarización discursiva y, cada vez más, la involución político-estructural y el machismo agresivo. 

Es, tal como detalla en este libro, una guerra cultural reaccionaria en toda regla de los grupos más conservadores, que tienen a su alcance múltiples recursos institucionales, económicos y mediáticos con efectos problemáticos de involución desigualitaria en las relaciones de género y la libertad sexual. Sus objetivos serían la vuelta a una mayor subordinación femenina, al no reconocimiento de la diversidad sexual y de género, a consolidar más subalternidad de las mujeres imponiendo su dedicación prioritaria a la reproducción social y los cuidados y unas condiciones sociolaborales y de poder desventajosas. Es decir, se trata de una pugna sociopolítica y distributiva de fondo y duradera a la que el feminismo debería enfrentarse, enlazando con otras trayectorias emancipadoras. 

Según la autora, este cambio de orientación no supone una ruptura con sus planteamientos anteriores de cuestionamiento del género como estructura limitadora de la libertad individual, sino una adaptación como la respuesta a una nueva, dolorosa y contundente realidad de las poderosas tendencias dominadoras de derecha extrema contra el género y su actual evolución. Además, existe el riesgo de que sectores relevantes del poder establecido se mantengan en la indefinición o la inacción y favorezcan la penetración, en amplios sectores sociales, particularmente de varones, del miedo a la pérdida de seguridades o incluso de pequeñas ventajas relativas, aunque algunas sean fantasiosas.  

Por tanto, es evidente el peligro de retroceso convivencial y democrático o, cuando menos, de bloqueo en los procesos emancipadores e igualitaristas de las capas subalternas y, en particular, de freno a unas dinámicas tan masivas y potentes como los movimientos feministas y LGTBIQ+, con gran impacto en las transformaciones vitales, relacionales, sociopolíticas y culturales. 

En estas décadas hemos avanzado hacia unas relaciones de género más equilibradas, pero quedan numerosas lacras de desventajas y subordinación. Ello ha supuesto, por un lado, la reafirmación de género -femenino-, ahora más autónomo, con más derechos y libertad, al menos como ideal, respecto de las estructuras de desigualdad, dominación y reproducción social en que se basa la discriminación por sexo/género; por otro lado, la reacción machista y patriarcal que pretende frenar o revertir esos avances.  

Así, este libro incorpora una consideración más ambivalente del género y es coherente con la estrategia precedente, que no es otra que combatir un modelo subordinado y rígido -esencialista o naturalista- de mujer tradicional: ama de casa, obligatoriamente heterosexual y dentro del matrimonio, funcional con la familia patriarcal. Lo hace mediante la relativización del género y, al mismo tiempo, la oposición a esa ofensiva derechista antigénero que pretende -ilusamente- reforzar ese modelo convencional de mujer, o el individualista neoliberal y elitista, y revertir los avances feministas y LGTBIQ+.  

El texto demuestra una capacidad realista y adaptativa a las condiciones sociopolíticas y culturales, así como a su orientación discursiva y estratégica para el avance emancipador de las mujeres, con la revalorización de este concepto, en plural. Algunas críticas, sin embargo, han realizado interpretaciones un tanto simplistas y malintencionadas, sin comprender la complejidad de su pensamiento y desaprovechando su impulso reformador. 

No obstante, nos parece interesante aportar algunas reflexiones sobre ciertas ausencias de su pensamiento que no contemplan el desarrollo de un feminismo crítico y transformador. Nos referimos a la formación relacional del sujeto de cambio, el papel de su experiencia y su identificación como agente clave para una estrategia colectiva igualitaria-emancipadora. También realizaremos algún apunte sobre su teoría de la performatividad, como sobrevaloración del discurso en la transformación de la realidad.   

Nuestro criterio teórico combina el realismo analítico, multidimensional y crítico con la conformación experiencial, colectiva e identificadora del sujeto feminista: el movimiento feminista, en sentido amplio, considerando la amplia corriente sociocultural que comparte sus objetivos básicos igualitarios; o sea, partimos de la constatación de una realidad desventajosa persistente, con una profunda desigualdad por sexo/género y opción sexual, así como de una masiva voluntad transformadora feminista sobre valores éticos de igualdad, libertad y solidaridad. 

Persiste la desigualdad de género 

Judith Butler considera el sexo/género -no entramos en las diferencias y los matices entre esos dos conceptos- no natural, como afirma el pensamiento tradicional, sino 'construido', con la conocida argumentación del papel decisivo de la performatividad de las normas y los discursos y sus correspondientes y reiterativas prácticas sociales.  

Pero, frente a otras teorías posestructuralistas que hacen hincapié en la importancia del poder institucional y sus normas en la formación de las identidades humanas (como Foucault, que es, quizá, su pensador más influyente), esta autora pone el acento en la capacidad de agencia de las personas para construir su identidad mutable de sexo/género a través de la reiteración de comportamientos y la autonomía normativa, subversiva o transformadora, siempre de forma fluida, inacabada y en permanente evolución. Le guía un fuerte y continuado impulso liberador de las personas discriminadas por el sexo/género y otras condiciones.  

Así, considera que la identidad de género está condicionada por el poder y las estructuras sociales dominantes, como la familia patriarcal, las jerarquías eclesiásticas, ideológicas y mediáticas o la reproducción educativa, con sus correspondientes estereotipos. Y dado que el pensamiento tradicional la considera fija e inmutable, deduce que es una rémora para el desarrollo de la persona y su voluntad de cambio, y la valora como negativa y algo a prescindir. 

Sin embargo, es consciente de que ese modelo tradicional de mujer y la propia sexualidad han cambiado, especialmente para las generaciones jóvenes. Se ha generado una incorporación femenina masiva al empleo y a la educación, a los derechos políticos y las libertades civiles, a unas relaciones interpersonales más libres e igualitarias, incluido en el campo de la sexualidad. Si añadimos la mayor pluralidad cultural, étnica, de estructuras familiares, de opciones sexuales y de género y de estatus sociolaboral, tenemos una gran diversidad de tipologías femeninas; y todavía es mayor si admitimos un tercer género, las experiencias transgénero, intergénero y transiciones intermedias o las no binarias. Las nuevas experiencias, variadas y prolongadas, se convierten en identificaciones con mayor o menor grado de estabilidad o de debilidad. 

Lo que nos interesa destacar aquí es que, frente a la ofensiva reaccionaria contra el género y su carácter destructivo, Butler defiende el sentido del género, de las nuevas identidades femeninas y su avance liberador. Su prioridad ya no es disolver el género, sino defender su estatus actual más avanzado, así como sus distintos niveles identificadores, frente a la tendencia reaccionaria antigénero, que busca reforzar el papel tradicional y subordinado de la(s) mujer(es). 

En consecuencia, el punto de partida de su reflexión es claro: existe el género, existen las mujeres, con una realidad diversa, pero con rasgos comunes que permiten hablar de sexo/género femenino (o masculino o un tercero). Frente a la idea naturalista, el modelo familiar tradicional y el concepto unitario de mujer, se ha abierto una diversidad de opciones sexuales, convivenciales e identificaciones personales. La autora ha realizado una gran aportación analítica y crítica, tanto respecto de la normatividad heterosexual obligatoria cuanto de las experiencias de género más o menos fluidas y consistentes, en transición o con experiencias mixtas e intermedias. Se echa en falta, no obstante, una profundización más sistemática de las problemáticas femeninas y, en consecuencia, de las políticas de igualdad de género o entre los géneros. En ese sentido, tendría que dar un paso más en la orientación planteada en el libro. 

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