El pasado martes, Junts Per Catalunya tumbó en la congreso la posibilidad de discutir una ley para abordar el problema de los alquileres de temporada. Lo hizo votando junto a el PP y Vox. La ley venía redactada directamente desde la sociedad civil. En concreto, desde el movimiento organizado por el derecho a la vivienda y los sindicatos de inquilinos e inquilinas.
Junts no iba a votar eso que ha votado. Se iba a abstener. Iba a permitir que la norma se debatiera. En el último momento cambió de opinión. Es posible que lo hiciera porque para que los números dieran era necesario que votara el Presidente del Gobierno, que no se encontraba en el hemiciclo. Esa idea de que Sánchez llegaba a votar y Junts dejaba pasar la ley generaba una rima inquietante. Se generaba la sensación de que Junts estaba facilitando algo al gobierno, así que cambiaron la intención de voto que anteriormente habían manifestado y tumbaron la ley.
Con ello, priorizaron una imagen sobre un hecho. Un relato sobre una acción. Era más importante mantener el pulso de su capacidad de bloqueo que tramitar la ley. El cálculo parlamentario estaba por encima del derecho a la vivienda.
El gesto simbólico de Junts es una representación perfecta de eso que se ha dado en llamar la autonomía de lo político. La desconexión de una esfera particular, llena de privilegios, de los problemas que ha sido llamada a resolver. Por tanto, el gesto de Junts es, sobre todo, una máquina de crear desafección. Una forma de separar lo más posible a la ciudadanía del poder transformador de las instituciones y de la capacidad de la política para mejorar la vida. El martes se hizo explícito y transparente que esa es una cuestión secundaria sobre otras. Sobre el gesto.
Esa primacía del símbolo y el relato sobre los hechos, priorizar los intereses partidistas a los generales, es la gasolina que sostiene la desafección y la antipolítica. Es, en fin, la gasolina de la extrema derecha.
Porque lo que hizo Junts el martes es distinto a lo que hizo el PP, por más que votaran lo mismo. El PP votó con la convicción del partido que ha venido a proteger el rentismo y la especulación. Junts cambió de opinión por algo que tiene muy poco que ver con sus ideas sobre la vivienda, que si bien pueden estar alineadas con las del PP, están sometidas a mayor contradicción precisamente por el lugar del que viene Junts.¿Que lugar es ese? Hay muchas lecturas sobre lo que significa el procés. Voy a apuntar una que, creo, no es incompatible con otras (un mismo hecho político puede tener interpretaciones diversas e incluso contradictorias que podrían ser ciertas a la vez). Junts ha sido capaz de hegemonizar un deseo popular complejo en torno a la independencia. Una parte de ese deseo incluía el desarrollo de una serie de proyectos de corte progresista. Me importa poco si la posición de Junts era de convicción o de cinismo, lo cierto es que durante una serie de años tuvieron que hacerse cargo de un deseo que era mas transformador que ellos.
El gesto del martes es la prueba de que esa dinámica social ya no existe. Junts ya no tiene la necesidad de vincularse a una mayoría social catalana que empuja en una determinada dirección. El consenso en Cataluña sobre la necesidad de esta regulación es alto. El gesto es, por tanto, la expresión de una derrota política, del fin de un ciclo y la apertura de algo nuevo. Es un umbral.
En estos momentos parece que Junts no es capaz de defender su ideas independentistas desde una posición que no sea demostrar que pueden bloquear la acción del gobierno. Eso tiene unas consecuencias concretas para Junts y para el gobierno, pero la sociedad civil no tiene porqué soportarlas.
La votación del pasado martes activó también un rencor y una rabia. Un rencor y una rabia contra la política entendida como gesto. Al cinismo, el oportunismo y el miedo. Ese rencor no debería sentirse impotente, sino que por el contrario tenemos la obligación de impulsarlo para que se convierta en derechos.
La diferencia entre la impotencia y la esperanza es una chispa. Haríamos bien todos en soplar las brasas y empujar la chispa, porque la vivienda no es cualquier cosa.
El próximo 13 de octubre hay convocada una movilización en Madrid por el derecho a la vivienda. Haríamos bien en hacerla crecer.
Nadie sabe cómo de lejos llega una chispa hasta que prende.
Comentarios
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