Recientemente acabamos una nueva campaña de excavaciones arqueológicas en Entrevías (Madrid). Durante los tres últimos años hemos ido sacando a la luz una parte de la historia de este barrio, que es también la historia de la capital y hasta cierto punto de España, porque allí llegaron a vivir personas de prácticamente todos los rincones del país a lo largo del siglo XX.
Siempre digo que de todos los proyectos arqueológicos que he llevado a cabo a lo largo de mi carrera, este es mi favorito. Lo es por muchas razones y una de ellas es que lo que descubrimos no revela solo algo del pasado, sino también del futuro -o futuros, en plural. Como en los libros de "Elige tu propia aventura" que leía en mi infancia, en Entrevías siento que se nos ofrecen distintas sendas para seguir: algunas de ellas acaban en desastre; otras, en un mundo mejor.
Una senda es la del primer tercio del siglo XX. En las capas más profundas del solar que excavamos aparecen los restos de un edificio de 1923 que estuvo en uso hasta su destrucción, por un bombardeo sublevado, en 1936. Tanto el edificio como lo que hallamos en él son sorprendentes. No encajan con la imagen habitual de Entrevías como un distrito de clase trabajadora y baja renta. ¿Y por qué no encajan?
Pues porque al lado de objetos típicos de las clases populares, como loza barata y cerámica vidriada de cocina, aparecieron otros más propios de clases medias e incluso altas: porcelana, vajilla fina de importación, platos con el monograma del propietario y restos de alimentos que solo estaban al alcance de unos pocos: ostras, mejillones y pescado de consumo fresco (como merluza y dorada). El edificio en sí tenía electricidad, agua corriente y teléfono y los pavimentos de baldosas geométricas son similares a los que se encuentran en barrios burgueses de la capital, como Chamberí o Argüelles.
Y es que Entrevías antes de la guerra era un barrio socialmente diverso. Como lo eran otros distritos periféricos -Prosperidad o Carabanchel. Aunque predominaban las familias obreras, en ellos convivían gentes de distintas clases, compartiendo a veces los mismos inmuebles. La arqueología nos habla así de una ciudad antes de la segregación social y racial. Nos habla también de unas clases trabajadoras que ven mejorar sus condiciones de vida y su poder adquisitivo: en un basurero de los años 20-30 que excavamos junto al edificio de viviendas aparecen muchos huesos de animales, que revelan una dieta variada y rica en proteínas.
Esa vida que mejoraba llegó a su fin con la guerra. El futuro se quedó en pasado y el pasado olvidado bajo los escombros del bombardeo. Poco después, las chabolas que se construyeron sobre las ruinas ahondaron aún más en la invisibilidad y el olvido del Entrevías de inicios del siglo XX.
La de las chabolas de la posguerra es la otra senda posible. A partir de los años 40, el barrio se llenó de inmigrantes del sur que huían de la violencia política y de la miseria -cuando el sur estaba en España y no en África o América. Durante más de tres décadas ocuparon viviendas autoconstruidas –insalubres, minúsculas. La mayor parte de las que hemos excavado tienen en torno a una docena de metros cuadrados, un par de habitaciones donde se hacinaban familias numerosas de ocho, diez o más miembros. Sin agua corriente, calefacción ni cuarto de baño. Al principio sin electricidad. La gente que habitó el poblado nos habla del barro omnipresente y las goteras.
A fines de los años 60, con la mejora de la economía española, los habitantes de las chabolas pudieron acceder por primera vez a bienes de consumo que les habían estado vedados durante dos décadas de hambre y subdesarrollo. Sobre el suelo de las viviendas, abandonadas a mediados de los 70, encontramos alimentos procesados, envases de leche, huesos de pollo y conejo, cosméticos y artículos de higiene, botellas de refrescos, discos de vinilo y juguetes de plástico por docenas. La gente seguía viviendo en chabolas, pero disfrutaban ya de comodidades típicas de la sociedad de consumo.
Imposible no pensar en los working poor del presente, los trabajadores pobres con empleo y salario, con móvil y tablet, pero sin posibilidad de acceder a una vivienda digna. Nos lo cuentan algunos vecinos, que ya solo aspiran a una habitación en un piso compartido. Se observa en las chabolas, que vuelven a proliferar en el barrio.
En el pasado de Entrevías están los futuros posibles de España: un futuro urbano menos segregado, con viviendas dignas, con menos diferencias sociales y económicas, o un futuro de pobreza y chabolas con wifi. Por ahora, la aventura que hemos decidido seguir es la del neoliberalismo. Y no hace falta llegar al final de la historia para saber que acaba mal.
Comentarios
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