Otras miradas

Cincuenta años después sigue siendo necesario estar junto a Allende

Jon Rodríguez

Responsable de relaciones internacional de Izquierda Unida

Marcha en Chile por el 50 aniversario del golpe de Estado de Pinochet este 10 de septiembre. - MATÍAS BASUALDO / Europa Press
Marcha en Chile este 10 de septiembre por el 50 aniversario del golpe de Estado de Pinochet. - MATÍAS BASUALDO / Europa Press

La memoria es una herramienta poderosa que nos define como pueblos y nos atraviesa como sociedades. Da cuerpo a nuestra identidad compartida para asentar las bases del proyecto de país que compartimos, sus políticas, su modo de funcionar. Chile y España compartimos hoy la presencia tanto de las consecuencias como de elementos sistémicos impuestos por las dictaduras fascistas de hace décadas. En ambos países sigue siendo imprescindible poner en valor a los hombres y mujeres que dieron su vida en la lucha por la democracia y contra la barbarie.

En Chile las personas de mi generación, las que crecieron con una derecha que repetía machaconamente - como en España - que no conviene remover las cuestiones del pasado, se levantaron en el estallido social de 2019 con un lema claro: no son 30 pesos, son 30 años. Esto es una referencia directa a la incapacidad de dar salida a las necesidades de la mayoría social a través de un marco generado directamente por la dictadura, cuyo máximo exponente es la Constitución que redactó ella misma y que ha mantenido su vigencia durante décadas. La líder del Partido Comunista de Chile Gladys Marín ya dijo en 2003 que "el Chile que vivimos (...) refleja el carácter de la negociación que dio forma a la salida de la dictadura".

Hoy el Gobierno chileno da pasos para cambiar este marco, y las medidas puestas en marcha, como el Plan Nacional de Búsqueda para esclarecer las circunstancias de desaparición o muerte y el paradero de las víctimas de la dictadura, cuentan con la misma resistencia furibunda por parte de la derecha que las políticas de memoria democrática en España. Directamente vinculadas al legado de la dictadura, estas derechas en dos lados opuestos del mundo siguen siendo incapaces de renunciar a su herencia y sumarse a las reclamaciones democráticas de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición.

Esto no son similitudes azarosas entre dos países, sino que también resuenan en muchas otras latitudes. Por eso hoy no sólo homenajeamos al presidente Allende y a la Unidad Popular por el proyecto de empoderamiento de las trabajadoras y trabajadores de Chile que fue truncado hace 50 años. Hoy recordamos un proyecto que trascendió las fronteras de Chile y fue una referencia para todas y todos los que aspiran a transformar sus sociedades mediante la expansión de derechos y la igualdad. La conmemoración de este día nos interpela porque pone sobre la mesa que sí son posibles estas transformaciones pese a la violencia de quienes quieren mantener los privilegios de unos pocos.


Pero pese a su dimensión global, esta es la historia del pueblo chileno, que tiene derecho a la verdad. Por eso es imprescindible que Estados Unidos desclasifique toda la información sobre el golpe de Estado de 1973 y el posterior Plan Cóndor. En los últimos días se ha hecho una pequeña desclasificación cosmética, pero es imprescindible que toda la información se haga pública. El golpe y la posterior represión no hubieran sido posible sin el apoyo activo de la administración estadounidense, que también debe rendir cuentas por las decenas de miles de asesinados y los centenares de miles de presos y torturados. Sin ello no puede haber justicia.

Este 11 de septiembre no es el día para el lamento que algunos querrían, sino que es un día para poner en valor el proyecto transformador del presidente Allende y de la Unidad Popular. Por ello su memoria no queda encajonada dentro de las fronteras de Chile, sino que resuena en todo el mundo y es imprescindible para dar forma a las sociedades más justas y democráticas que trabajamos por construir.

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