Otras miradas

Los guardianes del patriarcado

Amparo Diaz Ramos 

Abogada especialista en violencia de género 

Vista del acceso al juzgado de Violencia contra la Mujer en Madrid.- EFE/JUAN CARLOS HIDALGO
Vista del acceso al juzgado de Violencia contra la Mujer en Madrid.- EFE/JUAN CARLOS HIDALGO

Cada vez que tengo un juicio de violencia de género o sobre menores pienso en la paradoja dramática que supone que hayamos puesto a los guardianes del patriarcado (los tribunales) a proteger a las víctimas del machismo, antes de cambiarlos por completo. 

A veces ni siquiera es necesario que tenga un juicio, como hace una semana, que llamó a mi despacho un joven para pedir una cita diciendo que era el hijo de una antigua clienta, Isabel.  

No tengo buena memoria para nombres y caras, y clientas llamadas Isabel son muchas. Pero pensé inmediatamente en ellos. 

Eran dos hermanos y la madre. Vino a mi despacho ella sola pero los hijos, de 8 y 6 años, ocupaban toda la estancia. Me contó con detalle muchas situaciones de gritos e insultos, algunos empujones y tortas, a la que ella les quitaba importancia. Pero eso no es lo peor, decía: lo peor era que el hijo mayor se metía por medio para defenderla, y el padre le estaba pegando mucho. ¿Y al pequeño? A veces, pero no mucho. Al mayor le está dando palizas, lo persigue por la casa, al final la paga con él más que conmigo, decía. Lo que importa son ellos, me decía, protegerlos a ellos. 


El pequeño no estaba tan afectado pero el mayor estaba teniendo problemas de sueño y estómago, y le costaba concentrarse en el colegio.  

La profesora, en una tutoría, le dijo a la madre que el hijo estaba desconcentrado, a veces incluso ausente, ido, y que no paraba de pedir ir al baño, que su rendimiento cada vez era peor y le preguntó que si había algún problema en casa. La madre balbuceó escusas vagas.  

Un día la profesora se acercó al niño y le preguntó que qué le pasaba. Al niño se le llenaron los ojos de lágrimas y empezó a llorar sin pausa. Le contó que lo pasaba muy mal cuando su padre gritaba insultando a su madre y la pegaba, y que también lo pegaba a él, y a veces, aunque pocas veces, a su hermano pequeño.  Le contó que él, literalmente, se cagaba de miedo cuando su padre estaba así o cuando tenía que volver a casa, y que por eso iba tantas veces al baño, que era el pediatra el que le había dicho que era el miedo.  

La profesora llamó a la madre preocupada por la situación. Luego habló con el equipo directivo. Luego volvió a hablar con la madre y le dijo que ella tenía que denunciar, que sus hijos no podían seguir así, ni ella tampoco. Isabel se quedó muda, no conseguía ver ante sus ojos un futuro, solo el pasado presente de los gritos y los golpes. ¿Dónde podría estar segura de ese hombre? ¿Dónde podrían estar seguros sus hijos? 

El director del colegio la citó y le dijo que iban a dar aviso a Servicios Sociales, y que ella tenía que actuar o estaría dejando desprotegidos a sus hijos. 

Entonces ella me buscó a mí y me contó, poco a poco, con mucho temor, lo que le pasaba y que no le quedaba más remedio que denunciar. Por sus hijos. 

Se presentó la denuncia y la demanda de divorcio, y acudimos a los guardianes del patriarcado pidiendo protección para la madre y los dos hijos. Sobre todo, para sus hijos, suplicaba ella. Yo iba pensando que tal vez tuviéramos suerte y nos tocara un juzgado ya un poco liberado de su papel de guardián del patriarcado, que se permitiera ahondar profundamente en lo que se estaba denunciando. Un juez o jueza de los que se esfuerzan por no actuar con prejuicios ni estereotipos, y por ahondar en cada caso más allá de una respuesta automática.  O tal vez no.  

En uno y otro procedimiento nos encontramos con la ley del silencio: el pediatra no había anotado en el historial médico ninguna sospecha de maltrato a pesar de que el niño acudía asiduamente, de que se había descartado una causa física para su problema de estómago, y de que había contado el miedo que le tenía a su padre, a pesar incluso de que el propio pediatra les había dicho que el miedo era la causa de todo;  el colegio emitió un informe a Servicios Sociales diciendo que el alumno había contado que el padre los maltrataba pero que ellos no habían detectado ninguna evidencia de maltrato, se ve que el acudir tantas veces al baño, el estar ausente y desorientado, el haber llorado contando que los maltrataba, no era nada; los servicios sociales emitieron un informe diciendo que el padre negaba el maltrato y concluyendo que no tenían datos objetivos de maltrato, pero sí de que la madre estaba instrumentalizando a los hijos contra el padre, porque les llevó una nota que había escrito el hijo mayor contando lo que hacía el padre. 

Los guardianes del patriarcado pensaron que si ni en el centro médico, ni el colegio, ni en servicios sociales habían llegado a la conclusión de que había maltrato, es que no lo había, que un juzgado no podía dudar de la actuación de una administración pública. El procedimiento penal se archivó, y en el procedimiento de divorcio establecieron un régimen de visitas ordinario. 

Seis años más tarde la madre se volvió a poner en contacto conmigo. El hijo mayor, que en esos momentos tenía 14 años, había grabado al padre gritando de forma muy agresiva durante una hora y doce minutos que iba a matarlos a todos, e insultándolos con todo tipo de expresiones ofensivas, mientras los hijos corrían por la casa, le suplicaban y lloraban. Tenía otras muchas grabaciones pero no se las había querido enseñar antes a la madre, ya lo pasó muy mal en el otro juicio y no había servido para nada. 

Presentamos una denuncia fuera de los juzgados de violencia sobre la mujer, en el juzgado de guardia ordinario, por maltrato a los menores, y en esta ocasión los guardianes del patriarcado ya consideraron que había evidencias suficientes. El destrozo humano acumulado, y que se habría podido evitar, ya acaparó su atención. Se otorgó una medida de alejamiento y se suspendió cautelarmente el régimen de visitas.  

Y siete años más tardes, cuando el hijo mayor tiene 21 años  y el pequeño 19, toda esa herida está expuesta de nuevo ante mí.  

-Mi hermano pequeño está maltratando a su novia -eso me dice. 

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