Punto y seguido

La carta kurda en la partida siria

Las banderas kurdas ya hondean en los edificios públicos de varias provincias del noreste de Siria. Ha nacido la autonomía kurda dirigida por el Partido de la Unión Democrática (PUD), con Al Asad aún en el poder.  La minoría étnica más grande del país, unos dos millones, no ha estado muy presente en las protestas, pese a haber estado oprimida durante décadas. ¿Motivos? El temor a ser acusados de separatistas, o que les pase como a los kurdos y chiíes iraquíes en 1991: fueron invitados por Bush padre a sublevarse, y cuando lo hicieron, él se fue a pescar mientras Sadam desataba su furia contra ellos.

Esta actitud dubitativa ha sido aprovechada por Al Asad, que en una jugada maestra ha cedido el control de las regiones kurdas al PUD, la rama de Partido de Trabajadores de Kurdistán de Turquía (PKK), con dos objetivos: Dividir y debilitar a la oposición, ya que el PUD no permite al Consejo Nacional de Siria (CNS) -que se ha negado a reconocer los derechos kurdos en una Siria post Al Asad-, operar en las áreas que vigilan; Y desestabilizar a Turquía hundiendo a Recept Tayyib Erdogan, uno de los patrocinadores del CNS.

Así, no sólo extenderá el conflicto a lo largo de la frontera común y a través del PKK, sino que también elevará las exigencias de los kurdos de Turquía: ¿Cómo es que los cuatro millones de kurdos iraquíes y los dos millones de kurdos sirios tienen una autonomía, y los 14 millones de kurdos de Turquía no?

Resistir al kurdicidio

Durante décadas,  a los kurdos de Siria se les ha llamado Maktumin (extranjeros) para privarlos de sus derechos, expulsarlos de sus fértiles tierras ancestrales e instalar a los colonos árabes en su lugar. Pero estos descendientes de los medos habitan esas tierras desde hace miles de años. Antes incluso de que los colonialistas europeos dividieran el imperio otomano en pedazos.

Del proceso de asimilación y arabización sistemática llevado a cabo por los panarabistas no se han salvado ni el nombre de las personas, el de las aldeas o el de las montañas. Así, el apellido del clan Jan Pulad (Cuerpo de acero) se convirtió en Jumblat, y el monte Mozane en Tel al-Arab.

A unos 300.000 kurdos se les negó el derecho a la ciudadanía, impidiéndoles trabajar, viajar, registrar sus uniones matrimoniales e incluso el nacimiento de sus hijos, poseer propiedades o cualquier alquiler a su nombre. Miles de kurdos lucharon por salvar su identidad en las filas del Partido Comunista sirio -dirigido por el kurdo Khaled Baktash  (1912-1995)-.

Aunque Hafiz al Asad (1976-2000) suavizó esta represión y los kurdos consiguieron el derecho a hablar su lengua, las cárceles se hacían pequeñas para los activistas kurdos y árabes. Que Alemania en el año 2000 entregara al Mukhaberat sirio al kurdo Hussain Daoud después de solicitar asilo político, no fue un caso aislado de la hipocresía europea.

La 'primavera de Damasco', al llegar su hijo Bashar al poder, fue un espejismo. El 25 de junio de 2003, la concentración de unos 300 kurdos frente a la sede de UNICEF en Damasco pidiendo el derecho a recibir enseñanza en su lengua materna, terminó con la detención de decenas de ellos, incluidos 20 niños de entre 14 y 17 años. Fueron golpeados con cables y recibieron descargas eléctricas, entre otras torturas. Hubo una caza de kurdos acusados de "amenazar la seguridad nacional". Ahora, un Bashar oportunista, promete, tras las protestas, conceder la nacionalidad a los kurdos "sin identidad". Demasiado tarde.

Ankara se ahorca con la cuerda kurda

"Si tu casa está hecha de cristal no tires piedras a tus vecinos", reza un sabio dicho. Apadrinar a la coalición Anti Al Assad ha sido el  suicidio político de Erdogan. Al Asad ha introducido el factor kurdo en la crisis ahora que se ha recrudecido la guerra entre el Ejército turco y el PKK.

El 20% de la población de Turquía es kurda y está privada de los derechos políticos básicos. Erdogan no imaginaba ni en sus peores pesadillas que el debilitamiento del régimen sirio reforzaría el movimiento kurdo en toda la región. Las tímidas reformas que emprendió al principio se han paralizado, mientras siguen en prisión varios miles de kurdos, entre ellos cientos de estudiantes, alcaldes y concejales, acusados de colaborar con el PKK.

El primer ministro turco ha amenazado con una intervención militar en Siria (¡que sería ilegal!) si se forma una entidad kurda, aunque de momento recurre a otras dos fórmulas para impedirlo. Por una parte, ha fortalecido sus lazos con Massoud Barzani, líder de la autonomía del Kurdistán iraquí, al que vende petróleo a espaldas de Bagdad para que él, a cambio, mine la creación del Kurdistán sirio. Lo que ignora Erdogan es que un jefe tribal –que apoya los bombardeos turcos a las posiciones del PKK en las montañas de Irak-, no tiene nada que hacer con los jóvenes de esta poderosa organización de izquierda.

Por otra,  colocar a un kurdo afín (Abdul Basit Sieda) en la presidencia del Consejo Nacional Sirio y así rellenar el déficit de la presencia kurda en el grupo y poder influir sobre la situación kurda de Siria en el futuro.

No habrá un Kurdistán sirio independiente, y no solo por su territorio discontinuo y poca población, sino por la endémica división de los kurdos y porque EEUU, de momento, no lo apoya. Al contrario que Israel, que estaría encantado con la desintegración de Siria y la creación de un Gran Kurdistán que reduciría el peso de Turquía, Irak e Irán.

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