Carta con respuesta

Amor libre

No se puede vivir sin amor. De hecho nadie lo hace y, por esquivo que se muestre el dardo que lo envenena todo, uno acaba enamorándose de cualquier cosa; aunque sea del propio desamor o del amor propio, que vienen a ser dos maneras de hablar de la soledad sin quejarse. Nadie vive sin amor. Es imposible. Así que no podemos perder la esperanza de crecer sin dejar de ser nosotros mismos ¿No lo puede todo el amor? Mis mejores deseos para IU y ERC en la legislatura que hoy se inicia.

MARIO LÓPEZ SELLÉS MADRID

Eso es lo que aseguran los estribillos de las canciones y las series de la tele, pero yo no estoy tan seguro. El amor, como cualquier otro dios, es una invención humana. En Grecia, como usted sabe, los hombres hechos y derechos sólo se consentían enamorarse de niños, al menos en el sentido que hoy atribuye la música popular a ese sentimiento. Por un niño, filósofos canosos cometían desvaríos o pasaban la noche en vela a su puerta esperando que se le pasara el berrinche. En cuanto a la criatura le salían pelos en las piernas, dejaba de interesarles y, según algunos estudiosos, de ahí viene la costumbre femenina de depilarse: para parecerse a los niños y provocar ese amor tirano, incondicional e indecoroso. De ahí también vendría esa fabricación de un supuesto carácter femenino muy infantilizado: tornadizo, caprichoso, irascible, despótico, etc.

Calixto, en La Celestina, ha leído demasiados libros sobre el amor cortés y no hace otra cosa que imitar esa conducta de amante que a todos a su alrededor les parece (y lo es) cómica y ridícula (aunque acabe en tragedia). Don Quijote hace otro tanto, cometiendo por amor mil disparates deliberados con los que Sancho (y los lectores) nos reímos a mandíbula batiente. Ese arquero que cita usted es metafórico: el arco es el de las cejas y las flechas son las miradas, que contienen corpúsculos de sangre, nos entran por los ojos y así nos inoculan el dulce y tiránico sentimiento que nos hace siervos de amor. Hoy en día parece que se contagia por la saliva, a juzgar por la terquedad con que se besan los amantes en las películas.

Al final (como diría Denis de Rougemont) el amor es "amor al amor", no a la amada. Queremos sentir ese tan elevado sentimiento; la persona es sólo la ocasión para obtenerlo. Es amor a uno mismo, por tanto, quijotescas ganas de verse uno mismo enaltecido por el amor (como Madame Bovary también). Ahora bien, si es inventado, ¿por qué no hacemos un esfuerzo de imaginación para inventarnos uno mejor, que nos haga más libres y más felices, en lugar de ese amor romántico que hemos heredado de la sociedad esclavista de los griegos y de la de los siervos medievales? Ah, y sí: suerte para los más pequeños.

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