Carta con respuesta

Santas Matildes

El más allá existe y Telefónica tiene línea directa. Lo ha demostrado vendiéndole a mi padre la línea ADSL tres meses después de su fallecimiento. Es que las ciencias avanzan que es una barbaridad. Incluso han conseguido instalar el aparatito y el ‘router’, allá donde mi padre esté, ya que a su anterior domicilio terrenal nunca han llegado. Lo que no entiendo es por qué no utilizan la misma vía paranormal, tan rápida y eficaz, para reclamarle los 99,97 euros y se empeñan, de forma reiterada, en remover nuestros sentimientos, enviando repetidas y molestas cartitas, a través del vulgar correo de toda la vida. Resulta llamativo que, al mismo tiempo que hacían el supuesto contrato de ADSL a un fallecido de 86 años, con tanto éxito y rapidez, se mostraban incapaces de dar de baja, por defunción, la línea normalita que mi padre ha utilizado toda su vida. En eso han tardado cuatro meses.

MARI ÁNGELES DE BENITO MADRID

La más desoladora imagen de la muerte, quizá la más inquietante que he visto, es una fotografía en un libro de Luis Carandell. Aparece una carta devuelta en la que el cartero había anotado en el sobre el motivo de la devolución: "Murió sin dejar señas". Así de rotundo y de sencillo.

Sin embargo, allí donde el servicio postal (público) no alcanza, Telefónica llega sin problema, y además es capaz de facturarlo. Es la ventaja que tiene la gestión privada: agilidad, precios más baratos, eficacia, atención al cliente y capacidad de servicio. Desde que dejó de ser pública, ¿quién no ha notado la mejoría? Aunque, sobre todo, la habrán notado Villalonga y, supongo yo, Alierta. La diferencia es de naturaleza teológica. Las empresas públicas son como el propio Estado: laicas. No tienen fe ni tienen a Dios y al libre mercado de su parte. En las tinieblas de la limitada razón humana, carecen de la luz de la divina revelación neoliberal. En cambio, las empresas privadas constituyen una religión, una verdadera iglesia que administra la comunión mediante un número 900.

Como tal religión, Telefónica es capaz de ofrecernos la inmortalidad, que ahora está al alcance de la mano con el nuevo ADSL de ultratumba. Hay que olvidarse del vaso bocabajo y la cartulina con el abecedario; fuera la médium en trance; adiós a las apariciones en sueños. Basta con llamar por teléfono a los difuntos, incluso a cobro revertido, y si la línea está ocupada, hay servicio de contestador. En cambio, darse de baja seguirá siendo imposible. Es lo normal, por supuesto: ¿qué pretende usted de un culto religioso que se respete? ¿Que se facilite la apostasía? ¿Que se legalice la eutanasia? ¿Que no se castigue la ayuda al suicidio? ¿Que no sea pecado la desesperación, que tanto ofende al Todopoderoso?

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