Carta con respuesta

La estampida

He leído con sorpresa su artículo titulado "La fuga de cerebros, ¿un mito?" en el que se refiere a una reciente encuesta publicada por el INE. Esta encuesta se ha realizado sobre doctores residentes en España y que han defendido su tesis en universidades españolas. Por tanto deja fuera a todo un colectivo de investigadores que se encuentra actualmente trabajando fuera de España o los cada vez más numerosos que realizan su tesis en universidades extranjeras debido principalmente a las mejores condiciones que ofrecen. Por tanto, hablar de fuga de cerebros con estos datos parece un intento de lograr un titular llamativo, pero se aleja bastante de la percepción general de la comunidad científica. Sería interesante conocer las condiciones laborales de ese 94% de doctores que tienen trabajo, lo que permitiría una mejor compresión de la calidad y cualificación requerida de sus puestos de trabajo.

TERESA VALDÉS-SOLÍS UNIVERSIDAD DE OXFORD

Cuando terminé la carrera me fui a trabajar a Boston como profesor. Volví a España, a mediados de los ochenta, y sólo encontré trabajo en academias de recuperación y dando clases particulares. En vista de lo visto, cogí el portante y me fui a hacer el doctorado a una universidad pública de Nueva York. La beca que tenía sólo me obligaba a dar clase dos días a la semana y me permitió vivir con cierto desahogo, alquilar un apartamento y comprarme un coche de quinta mano. Incluso antes de terminar la tesis, encontré trabajo como profesor en otra universidad. Años después, volví por motivos personales, a sabiendas de que debería renunciar a vivir de mi especialidad profesional.

Ni a mí ni a usted nos ha preguntado nada el INE: sólo la opinión de los que se doctoraron en España. Los conozco bien, son mis amigos: después de sufrir las mil penalidades que este país impone al doctorando, ¿para qué se van a ir? ¿Para perder la vez en la larga cola de la titularidad? Aun así, un 27,1% se fue. ¿Cuántos españoles se doctoraron en universidades extranjeras? Y de ellos, ¿cuántos siguen fuera? Y los que vuelven, ¿en qué trabajan? ¿Tienen abiertas las puertas en la universidad española, cuya endogamia avergüenza?

¿Se puede trabajar en España? Con unas dificultades abrumadoras. Un solo ejemplo: cuando yo ya era profesor de universidad, para obtener el carnet de la Biblioteca Nacional, necesité el aval de un profesor español y explicarle por escrito a un funcionario cuál era mi objeto de estudio y qué tipo de libros me proponía consultar. Alucinatorio, ¿verdad? ¿Censura? Desde luego, en esas condiciones, ¿habría podido Marx escribir El capital en el Museo Británico? La fuga de cerebros no es ningún mito. A mí lo que me sorprende es que algunos se queden.

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