Carta con respuesta

El inconsolable

Bestialidad, homosexualidad, lesbianismo, adulterio, fornicación, concubinato, cohabitación, junto con el desprecio del sacramento del matrimonio y los abortos consiguientes, el uso de la píldora y de los contraceptivos para prevenir y terminar el embarazo se han convertido en algo ordinario. De pequeño aprendí que Dios premia a los buenos y castiga a los malos. ¿Qué nos deparará el futuro? ¿No podríamos de algún modo consolar a nuestro Dios?

JOSÉ MARÍA PÉREZ PÉREZ MADRID

Pues... ¡carambolas! ¡Toma ya! ¿Vive usted en Madrid y casi al lado de mi casa? Cuesta creerlo: su barrio parece mucho más animado que el mío. Aquí hay poca bestialidad, salvo los motoristas, y nada de bestialismo (que yo sepa, aunque no estoy seguro de qué hará mi vecina con su tortuga). Por lo demás, lo único ordinario viene siendo el matrimonio, con su despedida y todo (a veces atraviesa la plaza una gavilla de mujeres con pililas de goma, rumbo a un boys o a un karaoke), algunas separaciones tediosas de escuchar, el adulterio ocasional, consentido y decepcionante, y la caja de condones que, en cuanto te descuidas, caducan. Aquí al que liga se le nota en seguida porque no suelta prenda, pero sonríe sin motivo cuando le preguntas qué tal. Los demás nos dedicamos a fanfarronear y verlas venir (y marcharse con otro). En fin, si sabe de algo para alquilar por su barrio, avise.

Dios puede que castigue y premie, pero eso será en el cielo, a título póstumo, según tengo entendido. Para que te den lo que mereces, hay que morirse antes, de lo cual soy muy poco partidario. De tejas para abajo, todos sabemos que los malos se salen a menudo con la suya y los buenos se resignan casi siempre a llevar las de perder. Así es la vida, eso también lo aprendimos desde niños.

Lo que no sabemos nadie es, por supuesto, qué nos deparará el porvenir. Para eso seguimos aquí, ¿no le parece?, por pura curiosidad, para saber cómo termina la película. Por mi parte, me conformaría, como los patriarcas bíblicos, con "morir lleno de días". Lo que tampoco sabía yo es que Dios necesitara consuelo. ¿Está triste, dolorido, se ha hecho daño o se le ha perdido algo? ¿Está Dios tal vez un poco frustrado? Motivos no le faltan, si de verdad es el responsable de todo este tinglado, pero lo gordo, lo peliagudo es: ¿cómo se puede consolar a todo un Dios? Por mí que no quede, le ofrezco el (minúsculo) consuelo de que soy capaz. Estoy dispuesto a llevarle a montar en Teleférico, al atardecer, y luego a invitarle a cañas y algún whisky: parece poca cosa, pero todavía no me ha fallado con nadie (aunque por el momento nunca he tenido que consolar a dioses; todo lo más a alguna Venus de polígono industrial con nublada sonrisa de ángel caído).

Más Noticias