Carta con respuesta

Pío, pío

Los censores se han convertido en celosos guardianes del aire puro y, a partir de ahora, si el chico o la chica fuman, la película no será apta para menores. Antes, en EEUU, si los menores fumaban, la película recibía la temida R (quien no tiene 17 años sólo puede verla con un adulto), que recortaba los ingresos. Ahora, recibirán la R de ruina los filmes en los que la aparición del tabaco sea dominante, en las que fumar se presente de modo atractivo y no haya un contexto que lo justifique. En España, el Comité para la Prevención del Tabaquismo pretende que sean no aptas para menores de 18 las películas con actores fumando de forma indiscriminada. Como ha dicho el presidente de Filmax, "el día en que nadie fume, nadie fumará en las películas".

CLEMENTE FERRER ROSELLÓ. MADRID

Si fueran películas de verdad, sí, pero no son más que propaganda oficial y nadie fumará, a despecho de la vida real. Tanto miedo había a la Santa Inquisición en la España del XVII que Quevedo, en su novela más o menos picaresca, intercala el famoso chiste de los pollos. Para comerse alguno, Pablos recurre a este ardid: la señora los llamaba a comer diciendo "pío, pío", así que Pablos monta en cólera: Pío es nombre de Papa y, ante semejante burla al vicario de Cristo, él no tiene más remedio que denunciarla. Ella se echa a temblar, pero Pablos le ofrece ayuda: que le dé esos dos pollos que comieron "llamándolos con el santísimo nombre de los pontífices" y él se ocupará de quemarlos como exorcismo.

Cuando en España, Bibiana, la ministra gazmoña, retira un anuncio con ademán inquisitorial por unas croquetas; o cuando en Francia, con motivo de un homenaje nacional, son capaces de manipular una foto de Jean Paul Sartre para quitarle el cigarrillo de la mano; ha llegado el momento de reconocer que tenemos ya demasiado miedo a la Santa Inquisición o a la gazmoña viuda Douglas.

Quizá la novela que más quiero sea Las aventuras de Huckleberry Finn. Como usted recordará, el pobre Huck cae so el poder de la viuda Douglas, que no le deja ni siquiera fumar. Ahora imagino que esa gran novela estará prohibida, por el bien de la infancia, ya que Huck se pasa el libro fumando. Indiscriminadamente, sí. El gran momento de la novela llega (capítulo 31) cuando toma la decisión de desobedecer (y salvar al fugitivo Jim), por graves que sean las consecuencias con las que le amenaza la gazmoñería oficial: "All right, then, I’ll go to hell" ("Vale, pues entonces iré al infierno"). ¡Así se habla, Huck! Aquí ya hay demasiados Pablos, que se apuntan a un bombardeo humanitario con tal de quedarse con los pollos (del Presupuesto); y cada vez menos Hucks, capaces de decir que no, aunque haya que ir al infierno de cabeza.

Más Noticias