Vamos a hablar del ruido, de contaminación acústica, y entonces lo apropiado sería que lo dijéramos gritando... ¿no te parece?
Que subiéramos los decibelios a tope como el inconsciente que se ha comprado la moto que ruge por la avenida como una chirigota de Satán, como un avión que despega, una máquina infernal que solo satisface su ego; que escribiéramos esto como los sociópatas en Twitter, siempre en mayúsculas...
¿ESCUCHAS? RUIDO RUIDO TOXICO VENENO MAL.
Mientras me pongo a escribir esto, acaba de pasar un autobús que aúlla como el dromedario en celo en el desierto de cemento.
Le sigue una moto cuyo estertor me parece el maullido de un gato con trastorno mental.
Tres, cuatro, cinco coches, diez, veinte, cincuenta... Ruido de ruedas y de motor, una peste flotante.
Suena otro autobús, y se suma una radial en esta ciudad que parece la Babilonia en constante reconstrucción (¿encontrarán algún día el oro?). Suenan los cristales rotos de las botellas recicladas cuando viene el camión de la basura, como si una turba de griegos lanzara al mismo tiempo sus platos al suelo. Suena la alarma fantasma perdida en un andamio...
Nuevas motos hacen su riff de death metal. Mi corazón sufre, aunque yo no me de cuenta. Seguramente me estará subiendo la tensión.
Me falla la concentración. Cuesta escribir. Cierro la ventana y ahora empiezan con los pitidos absurdos del atasco momentáneo, pantomima de personas con un estrés mal conducido.
Luego son las cotorras las que intervienen en el coro diabólico. ¡Bienvenidas!
Ruido. Ruido. Cuánto RUIDO hay en esta ciudad...
Parece que el espíritu de la urbe me habla todo el día en mayúsculas.
Un problema de salud pública
No solo de pan vive el humano, así que vamos hablar de otro tipo de nutrición, de los nutrientes ambientales y sonoros, de las vitaminas del silencio y del reposo, de cómo el ruido que escuchamos diariamente en las grandes ciudades es tan malsano como atiborrarse de ultraprocesados o alcohol.
Porque muchos de nosotros estamos siendo golpeados diariamente por una epidemia poco conocida, y hasta los pájaros han cambiado sus cantos y frecuencias en las ciudades (hay estudios que lo demuestran, en Barajas, por ejemplo, han tenido que aprender a cantar cuando no vuelan los aviones).
Tenemos humanos en la ciudad que mueren prematuramente por esta clase de contaminación ambiental, un elemento tóxico al que las autoridades no suelen hacerle mucho caso o se muestran impotentes. Según la Sociedad Española de Epidemiología, esta exposición a largo plazo causaría 12.000 muertes prematuras en Europa y 48.000 nuevos casos de cardiopatía isquémica cada año.
Solo en nuestro país, se podrían producir 1.000 muertes prematuras al año y 4.000 hospitalizaciones, sumados a dos millones de personas que tienen dificultades para dormir, según los datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente.
Los médicos hablan de que a mayor ruido más hospitalizaciones. Tiene un impacto más negativo en ciertas patologías que los gases que emiten los coches. Esta exposición se relaciona además con tener un mayor riesgo de desarrollar demencia o Alzheimer.
Los científicos tienen estudiado el ruido desde mediados del siglo pasado. Es un hecho que el exceso acústico tiene un impacto en las personas, y que en ciudades como Barcelona o Madrid se sobrepasan los decibelios que recomienda la OMS.
Los datos nos dicen que este canto de sirena provoca trastornos del sueño, que propicia problemas cardiovasculares, que afecta a la concentración y al rendimiento escolar, que provoca daños auditivos, y a veces muertes prematuras.
Súmale partos también prematuros y niños nacidos con bajo peso, ansiedad y depresión. Hipertensión, cardiopatías, alteraciones del comportamiento... Y todo eso lo provoca este llanto constante del mundo moderno, esta jauría de monstruos mecánicos, y esos espacios donde la juerga no deja dormir a los vecinos (las dos principales fuentes de contaminación en las ciudades). Por no hablar de las obras, de las radiales, de esas katanas que cruzan el aire hasta hacerte el harakiri en el espíritu.
En el ranking de las ciudades más ruidosas del mundo encontramos urbes como Bombay, Calcuta, El Cairo, Tokio, Buenos Aires y Madrid. En Barcelona, el 90% de los sonómetros instalados superan los umbrales (según un estudio de la Escuela de Diseño e ingeniería Elisava). Más de la mitad de los barceloneses dicen en las encuestas estar expuestos a un sonido perjudicial. Es como un hervidero, una colonia de grillos lesivos. Ambas grandes ciudades españolas están en el ranking de las veinte más ruidosas de Europa.
Siempre nos quedará... Pontevedra
Creemos que estamos acostumbrados a este mal, y hacemos lo posible para que pase desapercibido. El cerebro focaliza la atención, hace como que la cosa no va con él, pero no se esquiva así el impacto y las evidencias de sus efectos nocivos se acumulan como los pitidos callejeros a la hora de ir a buscar los críos al colegio.
El 34% de los españoles reconoce tener problemas por la contaminación acústica, según el I Estudio GAES sobre el ruido en España. El tráfico rodado es el mayor emisor contaminante (en un 80-85%).
En las zonas más violentas (vamos a llamarlas así, porque lo son), quien tiene suerte habrá comprado unas ventanas de esas que se cierran como una caja fuerte y que le dejarán dormir más tranquilo (valen una fortuna). Habrá comprado un aire acondicionado y bunkerizado su casa porque la ciudad es insufrible. No parece esto muy democrático.
Para garantizar la salud, se recomienda no estar expuesto a más de 65 db, pues sobrepasar los 85 db ya provoca peligro de daño (cuidado con los auriculares). El ruido de una calle con mucho tráfico, según la DGT, estaría entorno a los 75, pero no es el problema principal. Al ser un rumor constante, el organismo se encuentra en situación estrés, como si se defendiera, y a largo plazo esto puede generar problemas de salud.
En estos días pasados se ha hablado mucho de Pontevedra, decían que es un buen modelo (lugar donde ha decrecido considerablemente la polución y no hay accidentes). En esta ciudad de 80.000 habitantes, reconocida por su iniciativa internacionalmente, en el casco antiguo y aledaños, el peatón es el rey, y los coches no circulan.
No tienen que poner zonas de bajas emisiones porque se adelantaron al futuro hace 19 años. Se habla mucho de la polución de partículas en este modelo que envidiamos. Pero también deberíamos empezar a hablar de lo que han ganado los pontevedreses: más silencio, menos decibelios, menos ruido nocivo y hasta mortal.
Menos estrés y mayor calidad de vida. Salud, en definitiva. Ellos oirán a su ciudad en un tono más amigable. No les gritará en mayúsculas como el loco del Twitter, no les dirá RUIDO RUIDO RUIDO...
Sueño con Pontevedra cuando pasa la siguiente moto, mientras me trepa hasta el corazón la dichosa radial.
Entonces leo este estudio sobre psicología en Twitter y alucino un poco más. Parece ser que existe una relación entre el auto deportivo que ruge en la calle y la percepción del tamaño del pene...
Comentarios
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