Todo es posible

¿Excluye la política a los mejores?

Aún sigue existiendo demasiada confusión con el salario de los altos cargos, las retribuciones de los expresidentes y exministros, las pensiones, el sueldo, la declaración de patrimonio y las actividades extraparlamentarias de los diputados en activo. En 30 años de democracia no hemos logrado que los políticos hablen con claridad de estos asuntos. Se ha demostrado que unos cuantos corruptos tenían mucho que ocultar, pero la mayoría se resiste al considerarlo, erróneamente, un asunto privado. No lo es, porque les financia el Estado, es decir, los ciudadanos con sus impuestos. Esa dependencia les obliga a rendir cuentas y a que la procedencia de sus ingresos sea fiscalizada hasta el último céntimo.

Cada vez que pedimos explicaciones sobre sus dineros, los políticos nos acusan de hacer demagogia. Dicen que cobran menos que el resto de sus colegas europeos y que la falta de aliciente económico ahuyentaría a los mejores y sólo se dedicarían a la política los menos preparados. Argumento falaz donde los haya. Los mejores pueden tener una vocación sin ánimo de lucro y prueba de ello es que muchos talentos con excelente formación eligen profesiones tan poco rentables como, entre otras, la sanidad, la investigación científica, la enseñanza, la antropología o las ciencias medioambientales.
La transparencia frena la corrupción y el despilfarro. Todos los grupos parlamentarios la defienden, pero no se han puesto de acuerdo a la hora de aplicar el régimen de incompatibilidades, la publicidad de sus bienes o la reforma de sus pensiones. La dignificación de la política, que algunos proclaman, es incompatible con la opacidad.

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