Todo es posible

¿Puede pasar aquí?

Estoy en contra de la idea de que es malo debatir en caliente. Hay que aprovechar los momentos en que la vida nos pone en una encrucijada para tomar decisiones que, de otro modo, vamos dejando postergadas. El terremoto de Japón y el posterior tsunami que provocó la alarma nuclear en Fukushima, cuyos daños aún están pendientes de evaluar, han obligado a tomar decisiones políticas apresuradas y, sin embargo, prudentes. Las prisas electorales de la canciller Angela Merkel no están reñidas con la precaución de cerrar las viejas centrales nucleares, cuya vida se pretendía prolongar más allá de lo conveniente. Se ha alcanzado, de pronto, un consenso planetario para reforzar las medidas de seguridad de las centrales nucleares, porque hasta sus defensores más pertinaces, expertos de todos los países, han tenido que admitir su vulnerabilidad. La central nuclear de Indian Point, situada a orillas del río Hudson, a 56 kilómetros de la ciudad de Nueva York, construida sobre una falla geológica, está considerada como la más peligrosa de Estados Unidos. Más de diez millones de personas viven en un área de 50 kilómetros a la redonda. Hay otras muchas, como la de Nueva York, que forman parte de la "lista negra" de peligrosidad, no sólo por la amenaza que representan los fenómenos de la naturaleza; también los servicios de inteligencia han alertado sobre las devastadoras consecuencias de un potencial ataque terrorista. El problema no se arregla sólo con buena voluntad política. Reforzar al máximo la seguridad exige un coste tan alto que nadie está dispuesto a pagar.

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