Todo es posible

Mano de hierro

Si se confirma que Benedicto XVI detesta a Zapatero por su posición ante el aborto y que, por igual motivo, ha vetado a Caroline Kennedy como embajadora de Obama ante la Santa Sede, es probable que el Papa padezca un desorden obsesivo compulsivo respeto a cualquier asunto referido a la reproducción. Es evidente que está obsesionado con las células madre, la abstinencia sexual, los preservativos y el aborto, cosa que no sucedía con anteriores pontífices. Wojtyla era tan conservador como Ratzinger en estas y otras materias, pero más diplomático, menos insistente y, sobre todo, menos rancio. Presumo, además, que Juan Pablo II habría aceptado de buena gana a una embajadora tan mediática como la hija de Jacqueline y John F. Kennedy. De hecho, dio el beneplácito al español Gonzalo Puente Ojea, embajador divorciado y ateo confeso, un nombramiento mucho más polémico.

Como es habitual, el Vaticano ha desmentido la noticia del veto a la Kennedy y, aunque es cierto que no se ha producido rechazo oficial, la noticia ha sido avalada por fuentes de toda solvencia en círculos vaticanos. El Papa actual se ha opuesto ya al nombramiento de más candidatos: dos franceses y otro argentino, uno por ser homosexual y los otros por estar divorciados. Con su feroz intransigencia, este Ratzinger silencioso, impenetrable, inconmovible y de mirada esquiva, está propiciando la indignación y el rechazo de los elementos más progresistas de la Iglesia que, a pesar de haber sido duramente represaliados por la jerarquía, aún sobreviven. Se empiezan a escuchar voces de protesta desde sus propias filas. Es un consuelo.

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