Por Ana García, activista de La Comuna.
Me llamo Carmen. Llevo en la cárcel de Ventas un año. Tengo 25 años. Me trajeron desde mi pueblo, en Segovia. Me acusaron de "apoyo a la rebelión" porque no les dije dónde estaban mi marido y mi hermano. Ni en broma se lo iba a decir. Para que los mataran, como a mi padre.
Los cerdos de los falangistas estaban encantados de que mi madre estuviera sola. Como mujer, no podía ser propietaria de las tierras así que, entre otras cosas, se las requisaron. Uno de ellos las tenía echado el ojo desde hacía años. No sé para qué las quiere. Es incapaz de mantener las suyas, como para poder hacer algo con las nuestras. Por otro lado, las nuestras ya están bien trabajadas, así que tendrá la cosecha de este año.
También me violaron. Eran cuatro. Todos de la Falange, pero estaba claro que no era la primera vez que violaban en grupo. Luego me enteré que es "lo habitual". Hace poco entraba una mujer de 70 años, que había sido también violada por cuatro. Con ella iba una muchacha, una niña apenas, de 16. La había violado entre nueve. Estaba tan mal que la trajeron a la prisión en una silla. No podía ponerse en pie. Esta gente no tiene ni un poquito de moral ni cristiana, ni ninguna.
Me dejaron traerme a María, la pequeña, porque tiene menos de 3 años. A Juan pude dejarlo con mi hermana. Menos mal. Las que vienen de Saturrarán (1) dicen que se llevan a los mayores de 3 años y no saben dónde los han mandado. Un grupo de más de 50 pequeños salieron de allí. Ahora la ley permite que, si no se acuerdan de sus apellidos, se los pueden cambiar. Así que muchas han perdido la esperanza de recuperarles. También dicen que las monjas se los llevaban para pedir dinero a la gente de los pueblos de alrededor, pero jamás vieron ni siquiera leche o aceite para poder llenar sus pequeñas tripas.
En el primer paso por el tribunal me condenaron a muerte. Eso es lo peor de esta prisión. Las sacas de las condenadas a muerte. Cuando oímos tintinear las llaves de la funcionaria, sabemos que hay saca. Hace poco se llevaron a 13 de las menores. Fue terrible. La peor saca hasta el momento. Esa noche nadie durmió.
Me ayudó en mi recurso Matilde (2). Es una mujer muy lista, con mucha formación, que ha ayudado a muchas más. Me han conmutado la condena a muerte por 30 años de prisión. Espero poder hacer algunos trabajos en los talleres de costura y poder redimir algo mi condena. Por ahora estoy a la espera, que hay muchas esperando y prefieren a las que no tienen delitos vinculados a la guerra. Mientras, hago labores que mi hermana vende fuera y así la puedo ayudar a mantener a mi hijo y a los suyos.
Cuando tengo tiempo, doy clases de alfabetización a algunas compañeras. Tenemos que tener cuidado porque las monjas nos quitan todo y nos lo prohíben. Yo era maestra en mi pueblo, pero fui "depurada" por "roja". Me han dicho que no podré volver a dar clases en ninguna escuela. Aún así, seguiré enseñando donde y cuando pueda.
Cuando llegué a esta prisión con tantísima gente, decían que éramos unas seis mil presas, y el sitio que tenemos para dormir cada una es de unos 45 cm de ancho. María duerme entre mis brazos, para ocupar menos, aunque hay mujeres durmiendo hasta en las escaleras. Los chinches nos comen, pero al final te acostumbras a que te salten todo el rato.
Nos raparon el pelo a muchas, decían que por los piojos. Pero sabemos que no es verdad porque a las mayores de 45 años no se lo rapan. Es que les da rabia.
El pelo crece, pero me recuerda a mi vecina, que para castigarla porque su marido también había huido, la raparon, la dieron aceite de ricino y la pasearon por el pueblo de esa guisa.
No hay agua para lavarse, ni suficiente para beber. No tenemos jabón. El rancho es unas pocas lentejas con agua. Mi hermana viene alguna vez a traerme comida, pero mis compañeras de celda comparten lo que les llega a ellas, que algunas son de Madrid y sus madres pueden traer algo de vez en cuando.(3)
Las monjas nos hacen rezar un montón de veces. Según dicen, no estamos aquí para cumplir la pena sino para "redimirnos" y "expiar la culpa". Culpa de qué, ¿de no permitir que maten a mi familia? A veces vienen unas señoras de la Sección Femenina con capellanes para "reeducarnos". Vamos, para convertirnos a su ideología y a su religión.
También tenemos que cantar el "Cara al Sol" dos veces al día. Y quieren bautizar a nuestros hijos e hijas. Yo no quiero, pero no sé cómo puedo impedirlo. Si no lo hago, seguro que me quitan la poca leche que nos llega para repartir entre todos los pequeños.
Esta historia es una mezcla de varios relatos de diferentes años que sucedieron en las prisiones de mujeres durante la primera parte del franquismo.
En general, las condenas de las mujeres, no eran por actividad política directa o rebelión, sino que se les acusaba de "apoyo a la rebelión" o arengar a las masas para la quema de iglesias ya que, según el psiquiatra del régimen Vallejo-Nájera no se les consideraba políticamente responsables, sino como inmorales y delincuentes.
Se calcula que llegaron a ser 50.000 las mujeres presas en 1940, de las que algunas eran por haber participado en la contienda, pero otras eran castigadas "por delegación", porque no habían atrapado a sus padres, esposos o hijos. Pero hubo detenciones por motivos absurdos como haber huido del pueblo llevándose a los hijos, por no asistir a la iglesia, por no ofrecer habitaciones a los falangistas de paso o no cerrar las ventanas cuando había orden de hacerlo. Entre 1945 y 1948 había cientos de mujeres en las cárceles con condenas de 20 a 30 años por haber dado de comer a un pariente guerrillero.
A principios de los 50, con un 10% de la población en prisión, se comenzaron a revisar las penas, reduciéndolas sustancialmente. A finales de 1950 se empezaron a vaciar las prisiones y a cerrar muchas de ellas.
Durante el primer gobierno de la II República, Victoria Kent, del Partido Republicano Radical Socialista (PRRS) creó el cuerpo de funcionarios de prisiones siendo ella Directora de Prisiones (abril 1931 - junio de 1932), y creó nuevas prisiones, como la Ventas en Madrid, con mejoras para la calidad de vida de los presos y presas. Este cuerpo de prisiones fue purgado por la dictadura y muchas de las funcionarias fueron detenidas y fusiladas, siendo sustituidas por órdenes religiosas como Hermanas de la Caridad, Carmelitas, Oblatas, Mercedarias... quedando unas pocas funcionarias que eran familiares o viudas de soldados franquistas o de las que escaparon a la purga. Algunas se hicieron muy famosas por su crueldad como María Topete, "La Veneno" o "La Sacristán". Las cárceles que había mandado cerrar Kent fueron reabiertas durante la guerra y los primeros años de la postguerra.
La mujer que más condena de forma continua cumplió fue Manolita del Arco, con 19 años seguidos, en los que pasó por 7 prisiones distintas. Los hombres mantenían contacto con el partido dentro de la cárcel y, a su salida, recibían apoyo y al tiempo la reincorporación a la dirección del mismo. A las mujeres, en general, no les daban ningún tipo de apoyo. Si se querían reincorporar al partido eran destinadas, como mucho, a tareas logísticas o complementarias, nunca a la dirección.
Las mujeres o hijas de rojos tenían dificultades para encontrar ningún tipo de trabajo, así que estaban condenadas a la pobreza, al estraperlo y a trabajar en los peores oficios para mantener a sus familias al salir de la cárcel.
En los años 60 las mujeres continuaban al pie del cañón en las luchas sindicales y universitarias que empezaron a despuntar y en la lucha por la democracia y la libertad. Como ejemplo de estas luchas habría que mencionar "La Huelgona"(la gran huelga de la cuenca minera asturiana) de 1962, en la que ejercieron un trabajo de apoyo imprescindible para que pudiera tener el éxito que tuvo.
Se habían cerrado las peores prisiones y las mujeres estaban agrupadas por los años de condena. Las condiciones, en general, habían mejorado mucho. Sin embargo, las que llegaban a ellas sufrieron, al igual que sus compañeros, torturas sistemáticas, incluyendo algunas agresiones sexuales en las comisarías como corriente en los pechos, pubis, tripa, simulación de ejecuciones o introducción de armas por la vagina.
La resistencia de estas mujeres debe ser reivindicada y recordada. Se debe hacer justicia y llevar a los culpables ante los tribunales o eliminar sus vestigios y privilegios, ya sean torturadores, ladrones de bebés, violadores, o aquellas familias que se apropiaron de los bienes de otras. Y, por supuesto, a los que lo permitieron y fomentaron todo ello.
A enraizar, hermanas,
¡y que no nos puedan olvidar!
(1) El caso de Saturrarán se sitúa en 1944. Era una prisión tan horrible que murieron 120 mujeres y 57 pequeños y pequeñas. Muchas mujeres se suicidaron.
No se sabe cuántos niños y niñas desaparecieron en esos años en todas las prisiones. La ley estableció, a partir de 1940, que los mayores de 3 años debían estar fuera de la prisión.
La Ley que permitía el cambio de nombre de los y las menores es de 1941.
(2) "Matilde" es Matilde Landa, una destacada militante del PCE, licenciada en Ciencias Naturales.
Con numerosos cargos relevantes en diferentes lugares durante la guerra, fue detenida en Madrid el 4 de abril de 1939. Tras ser interrogada, fue aislada e incomunicada durante 6 meses. Consiguió organizar dentro de la prisión de Ventas un gabinete de asistencia jurídica (la oficina de penadas) en el que ayudaba a las condenadas a muerte. Era un gran apoyo psicológico y consiguió evitar muchos fusilamientos.
Fue procesada el 7 de diciembre de 1939 y condenada a muerte, aunque su pena fue conmutada inmediatamente por 30 años de reclusión, a condición de sacarla de Madrid. Fue a la prisión de Palma de Mallorca, donde intentaron bautizarla como ejemplo al resto de mujeres, lo que sería un gran acto propagandístico. Utilizaron las condiciones de vida del resto de presas como medida de presión para que aceptara. El 26 de septiembre de 1942, el obispo de Palma y el gobernador civil acudirían a dicho acto. Matilde se lanzó desde una de las galerías de la prisión, muriendo tras una hora de suplicio y de ser bautizada a la fuerza, mientras agonizaba.
(3) Otra diferencia entre las cárceles de mujeres y las de hombres. En las de ellos, las colas para llevar comida la componían novias, mujeres, primas, hermanas o madres. En las de ellas, no había colas. Iban las madres, hermanas o amigas. Raramente los novios, maridos o padres acudían a llevar comida a sus presas.
Comentarios
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