Pensamiento crítico

Las enormes limitaciones de la democracia liberal estadounidense y sus consecuencias en las últimas elecciones

Un miembro del personal del Capitolio coloca las banderas de EEUU para la recepción de los nuevos congresistas de las recientes elecciones de 'midterm'. REUTERS/Leah Millis
Un miembro del personal del Capitolio coloca las banderas de EEUU para la recepción de los nuevos congresistas de las recientes elecciones de 'midterm'. REUTERS/Leah Millis

A raíz de que las fuerzas de ultraderecha estadounidenses, lideradas por el expresidente Trump, tenían la posibilidad de ganar las elecciones al Congreso de EEUU el pasado 8 de noviembre, apareció una alarma de que la democracia en aquel país podría sufrir un enorme retroceso, con  desaparición del propio sistema democrático. Como indicó el analista político, John Nichols, "Las elecciones del 9 de noviembre podrían ser las últimas de una desaparecida democracia."

Parecería, una vez conocido el resultado de las elecciones, que el temor estaba solo parcialmente justificado, pues la ultraderecha – el Partido Republicano- ganó las elecciones en la Camara de Representantes, una de las dos cámaras legislativas que tiene el Congreso, pero no las elecciones de la otra cámara, el Senado, que continúa estando controlado por el Partido Demócrata. De ahí que hubo un respiro en la mayoría de medios de información estadounidenses (excepto los próximos a la ultraderecha) asumiendo que la democracia se había salvado. ¿Pero está este optimismo justificado? En este artículo mostraré datos que cuestionan tal relajación generalizada en la gran mayoría de tales medios.

Es uno de los sistemas menos democráticos de los existentes hoy

En general, siempre se ha presentado el sistema democrático de EEUU como uno de los sistemas democráticos más avanzados en el mundo. De ahí que muchos países democráticos acepten fácilmente el liderazgo del gobierno de EEUU en asociaciones y alianzas internacionales que se proclaman defensoras de la democracia, como es el caso de la OTAN. Esto ocurre claramente en España donde la percepción de EEUU como un país de democracia muy avanzada está muy generalizada y promovida por la mayoría de los grandes medios de comunicación del país. El más reciente ejemplo de ello es la definición, por parte de una de las periodistas más conocidas en España, la señora Ana Pastor (de la cadena televisiva La Sexta, supuestamente la mayor televisión de izquierdas en España) de la democracia estadounidense como  "uno de los sistemas democráticos más desarrollados que existe hoy en el mundo."

Tal percepción está muy generalizada dentro de la Alianza Atlántica promovida por los dirigentes de aquel país, incluyendo el Presidente actual Joseph Biden que definió recientemente a EEUU como "el país más democrático del mundo." La evidencia, sin embargo, muestra que esta percepción es profundamente errónea. Los datos - que mostraré en este artículo - señalan que EEUU es uno de los países menos democráticos y menos representativos entre los países democráticos existentes hoy. No puede entenderse lo ocurrido el 8 de noviembre sin comprender las enormes limitaciones de su sistema político. Veamos los datos.

La escasa representatividad del senado, del colegio electoral que elige al presidente de los EEUU y de la cámara de los representantes

El Senado es la cámara legislativa más poderosa que existe en el gobierno federal de EEUU, pues tiene que aprobar, entre otros asuntos, el presupuesto federal, el nombramiento del ejecutivo propuesto por el presidente, incluyendo sus ministros, y también los miembros de la Corte Suprema. Y lo primero que salta  a la vista cuando se analiza la composición de tal cámara es que es muy poco representativa, pues cada estado, de los 50 existentes, tiene el derecho a elegir 2 Senadores, independientemente del tamaño de su población. Así pues, el estado de California, que tiene más de 40 millones de habitantes, tiene el mismo número de Senadores, 2, que el estado de Wyoming, que solo tiene medio millón. Un californiano tiene, por lo tanto, ochenta veces menos poder para incidir en las elecciones del Senado que un ciudadano de Wyoming. Los estados pequeños tienen, pues, mucho más poder que los estados grandes y suelen ser más rurales, más conservadores y más votantes del Partido Republicano (que hoy sostiene posturas de la ultraderecha) que los estados grandes. Esta es una de las razones por las que el Senado tiende a ser muy conservador.

Una situación semejante ocurre en la elección del Presidente de EEUU, la cual se realiza, no por elección directa por parte del electorado de EEUU, sino por miembros del Colegio Electoral que son 538 miembros elegidos por asambleas estatales dentro de unas reglas que, de nuevo, favorecen a los estados pequeños y desfavorecen a los estados grandes donde los centros urbanos e industriales existen. Ello explica de nuevo una orientación conservadora del Consejo Electoral que elige al Presidente de EEUU. Como consecuencia de ello, en muchas ocasiones, el Presidente elegido por tal Colegio Electoral, no es el que la mayoría de la población ha escogido. Desde el principio del siglo XXI, año 2000, hasta el año 2016, el partido Republicano obtuvo menos votos de la población votante (excepto en 2004) que el Partido Demócrata y, sin embargo, durante la mayoría del periodo 2000-2016, el Colegio Electoral escogió Presidentes Republicanos. En 2000 el candidato demócrata obtuvo 543.000 votos más que el Presidente Bush, y la candidata demócrata Hilary Clinton ganó 3 millones de votos más que Trump, y, sin embargo, en ambas ocasiones el Comité Electoral eligió a un Presidente Republicano, Bush en 2000 y Trump en 2016.

En cuanto a la otra Cámara del Congreso, la Cámara de Representantes, se basa en distritos electorales que son diseñados según las preferencias electorales de los que configuran tales distritos, que son los partidos gobernantes a nivel del estado. No es infrecuente, por ejemplo, que los barrios donde la mayoría son ciudadanos negros que suelan votar Demócrata, sean diseñados y divididos en fracciones pequeñas que pasan a ser parte de distritos electorales blancos a fin de desempoderar a la población negra. Es también conocido que, para muchos sectores, como la población negra y sectores pobres de la clase trabajadora blanca, tienen dificultades en el proceso de votar siendo el partido Republicano el mayor promotor de tales dificultades.

El proceso electoral no permite la pluralidad y fuerza el bipartidismo

El sistema electoral estadounidense fuerza un bipartidismo que impide la diversidad. El sistema electoral no es proporcional, es decir, el porcentaje de parlamentarios que tiene un partido en  una cámara legislativa no es el mismo que el porcentaje de votos que recibió tal partido, lo cual permitiría establecer bloques parlamentarios según el tamaño de su electorado. El sistema es bipartidista, permitiendo en la práctica solo dos partidos, uno, el Partido Republicano, hoy de ultraderechas (mayoritariamente Trumpista) y el otro, el Partido Demócrata, hoy de derechas, de sensibilidad liberal, la mayoría perteneciente a la misma familia política a la cual pertenecía, por ejemplo, el Partido Convergencia de Cataluña (bajo la dirección del Señor Pujor) o el partido actual, Ciudadanos. Estos dos últimos partidos son parte de la Internacional Liberal de la cual el Partido Demócrata era parte como observador. El grupo parlamentario del Partido Demócrata tiene miembros de sensibilidad socialista que por lo general se asocian al Grupo Progresista de tal partido, grupo que, aun siendo minoritario dentro de tal formación política, tiene creciente influencia.

Un nuevo partido tendría que conseguir como mínimo cincuenta y uno por ciento del voto popular para poder tener representación. Esto implica que tanto da que consiga el cuarenta y nueve por ciento del voto o solo el uno por ciento. Si no obtiene un 51%, lo pierde todo, lo cual  dificulta mucho la aparición de nuevos partidos. De ahí que los partidos minoritarios como el Partido Socialista presentan sus candidatos en las primarias del Partido Demócrata y pueden ser elegidos individualmente, pero sin constituirse como grupo parlamentario. El caso más conocido es el del socialista Bernie Sanders que casi ganó las primarias del Partido Demócrata en el año 2016, siendo uno de los políticos más populares que hay en aquel país. El aparato del Partido Demócrata es profundamente antisocialista y los miembros elegidos en sus primarias con sensibilidad socialista están claramente discriminados por parte del Partido Demócrata. En EEUU no hay un partido de izquierdas con representación parlamentaria en el Congreso.

La financiación del proceso electoral es predominantemente privada

Otra gran limitación del sistema electoral en EEUU es que está financiado predominantemente con fondos privados, de manera tal que la mayoría de los fondos son privados, donados por grupos económicos financieros y profesionales que financian a representantes parlamentarios para defender sus intereses. De ahí que es muy frecuente que las comisiones parlamentarias encargadas de regular las actividades de empresas y sectores de la economía están compuestos por personas muy próximas a tales empresas que en teoría están reguladas por la comisión. Un ejemplo claro es el Senador del Partido Demócrata, Manchin de West Virginia, financiado por las industrias del carbón y del petróleo y que preside la poderosa Comisión de Energía en el Senado. Lo mismo ocurre en la Comisión de Sanidad donde las grandes compañías de seguros sanitarios (que dominan la gestión del sector sanitario), han financiado a muchos miembros de tal comisión. Es bien conocido en EEUU que la gran mayoría de miembros de tales comisiones son muy próximos a las empresas que la comisión tiene que regular y supervisar. Estas donaciones, que en muchos países europeos serían consideradas como actos de corrupción, son legales y no se definen como corrupción.

Tal práctica ha alcanzado su máxima expresión en las elecciones del 8 de noviembre pasado que determinaron la composición de las Cámaras Legislativas Federales, y también Estatales, así como Gobernadores y otros cargos políticos. Según el Washington Post, 50 billonarios dieron 1,100 millones para financiar la campaña de sus candidatos preferidos para las elecciones a las cámaras legislativas. Masivas cantidades de dinero se dieron también por parte de billonarios para financiar no solo candidatos a las cámaras legislativas, sino también para las elecciones del cuerpo jurídico como jueces. Así, uno de los billonarios en la clase empresarial de Chicago (Barre Seid) dio 1,600 millones de dólares para promover la elección de jueces conservadores, defensores de sus intereses económicos, garantizando el control del cuerpo jurídico. Tal realidad (corrupción) vicia el proceso de la elección popular de los representantes, senadores, gobernadores y jueces, así como de los  referendos, ampliamente utilizados a nivel federal y estatal. (Ver The Largest Political Donation in U.S. History Took Place in the 2022 November Election, Truthout, November 11, 2022)

Gran parte de este dinero va a la compra de espacio mediático en el cual no hay ningún tipo de regulación. Como consecuencia, aquellos candidatos con mayores fondos tienen mayores posibilidades de exposición pública. La gran mayoría de los medios de comunicación, tanto televisivos como radiofónicos, están controlados por grupos económicos o financieros, o por magnates billonarios cuyo primer objetivo es la promoción de sus intereses, comerciales y políticos. Un ejemplo claro es el nuevo billonario considerado hoy de los más ricos del mundo, el señor Elon Musk, que acaba de comprar el Twitter, que ya ha mostrado su simpatía por Trump y que facilitará el amplio acceso de los trumpistas a tal poderoso sistema de comunicación. Es interesante que este señor que se define como liberal haya sido, en parte, una creación del Gobierno Federal, pues sin la masiva aportación de fondos públicos federales en los negocios creados por tal personaje, desde el coche eléctrico hasta la comunicación espacial, sus negocios no podrían haberse establecido.

La consecuencia de ello es la enorme carencia de derechos sociales, laborales, y económicos de la mayoría de la población

Una consecuencia de lo dicho anteriormente es la gran distancia que existe en EEUU entre lo que la gente quiere y lo que el Estado Federal (gobiernos, cámaras legislativas y el sistema judicial) ejecuta y/o propone. Ejemplos de ello hay a montones. La Corte Suprema ha anulado prácticamente el derecho al aborto que tenían las mujeres en aquel país, medida que cuenta con el apoyo de la mayoría de la población estadounidense y de la población votante, (como atestiguan los resultados afirmativos de referendos estatales del 8 de noviembre donde la existencia de tal derecho se debatía). En realidad, tal defensa del aborto fue una de las causas del aumento de la participación electoral de la juventud. La misma Corte Suprema también  ha derogado leyes de protección del ambiente y de los trabajadores que la mayoría de la población también apoya, como señalaron también los resultados afirmativos en otros referendos estatales.  El Senado se ha resistido por muchísimos años a regular el acceso a las armas y ello a pesar de que la mayoría de la población desearía una mayor regulación en el acceso a las armas por parte de la ciudadanía (la causa mayor de mortalidad en niños y jóvenes es el disparo por arma). Y tanto el Senado como la Cámara de Representantes se oponen a aumentar sustancialmente los impuestos a los beneficios empresariales de las grandes corporaciones, medida muy popular en EEUU. La gran mayoría de la población desearía también la universalización del derecho de acceso a los servicios sanitarios, derecho inexistente en EEUU. La gran mayoría de la ciudadanía también desearía que se eliminaran los enormes obstáculos para conseguir la sindicalización de los trabajadores, sin que el Senado o la Cámara de Representantes hayan tomado medidas para corregir este enorme déficit.

Otra prueba de las enormes limitaciones de la democracia estadounidense es el elevado porcentaje de la pobreza en EEUU, uno de los más elevados de la OECD. Y las desigualdades por clase social y por género son también de las más elevadas entre las democracias liberales. Hoy hay una falta de credibilidad del sistema político que ha dado pie a un sentimiento popular de anti-gobierno federal que está canalizando la ultraderecha. La participación electoral es de las más bajas y la abstención es de las más altas entre los países democráticos. La abstención electoral de EEUU, llega a alcanzar en las elecciones federales a casi la mitad de la población que podría votar, abstención que es incluso mucho mayor en las elecciones estatales (50 estados) que llega a ser, como promedio, un setenta por ciento. Estas son las causas de los escasos derechos laborales y sociales tanto a nivel federal como estatal.

Esta percepción de escasa representatividad de las instituciones democráticas está ampliamente extendida entre la mayoría de las clases populares que son la mayoría de la población (y que en EEUU se conoce como "people without a college degree" que sería equivalente a personas sin educación superior). A la pregunta de quién controla el estado, la respuesta más común es "la corporate class", el término que se utiliza para definir a la clase de propietarios y gestores de las grandes empresas del país. Ello explica el escepticismo y alineación política que existe entre las clases populares de EEUU en que casi el 50% de la población no participa en las elecciones al Congreso de EEUU (en los años cuando coincide con las elecciones al Presidente), porcentaje que es incluso mayor, el 70%, en los años donde no coincide con las presidenciales. Ello explica que, por lo general, el partido que está en la oposición suele ganar gran cantidad de puestos parlamentarios en las elecciones al Congreso que ocurren a los dos años después de haber sido el Presidente elegido, mostrando su decepción y enfado con el Presidente elegido dos años antes. El hecho de que tal rechazo ocurriera con menos intensidad de lo normal este 8 de noviembre no se debe a una mayor aprobación del gobierno Biden sino a una movilización en contra del Trumpismo, de la misma manera que la victoria de Biden en 2020 se debió más a la movilización anti-Trump que al entusiasmo por Biden. En realidad, las encuestas muestran la impopularidad del Presidente Biden y el escaso apoyo popular que tiene. Hay un desencanto y enfado con su gestión de la crisis económica, que explica que la inflación es una de las preocupaciones mayores de la población, inflación que se atribuye a las medidas tomadas por Biden. El 54% de la población cree que el Presidente Biden ha sido responsable de tal inflación. El Presidente Biden no apoyo las propuestas del Canciller alemán, Olaf Scholz, y del Presidente francés, Emmanuel Macron, de firmar un tratado con Putin que hubiera evitado la Guerra en Ucrania. Y en su lugar se convirtió en el mayor donante de armas al Gobierno Ucraniano en una guerra cuyo objetivo es, tal como reconoció explícitamente el Presidente Biden, debilitar a Putin en un conflicto eterno que ha tenido como consecuencia, además de un enorme crecimiento del gasto militar, una escasez de recursos energéticos y alimentarios que provocó la inflación.

Ultimas observaciones. Las ultraderechas han aumentado su poder

Es un error leer las elecciones en EEUU como un debilitamiento de la ultraderecha – es decir del Trumpismo. En realidad, su poder ha aumentado y ahora controla la Cámara de Representantes que no controlaba antes. Es más, el Trumpismo, aun siendo la fuerza mayor en el Partido Republicano, no tenía todavía pleno control de la dirección parlamentaria de tal Partido. Y es probable que ahora (una vez conseguido el control de la Cámara de Representantes) lo consiga. Por otra parte, no puede considerarse la retención del control del Senado por parte del Partido Demócrata como resultado del éxito de las políticas de Biden. La popularidad de Biden continúa siendo muy baja. Y la percepción de su gobierno es también negativa y deficiente. Sus políticas han sido decepcionantes. Incluso en el caso de la defensa del aborto, una de las fuerzas motores  de la movilización anti-Trump han sido los movimientos sociales y no el gobierno de Biden, cuya repuesta a la decisión de la Corte Suprema fue tímida, tardía, y poco contundente. Un tanto igual ocurrió en otros temas como fueron la defensa y expansión de los servicios sanitarios, que había prometido en su programa electoral (proponiendo el establecimiento de un sistema sanitario público), propuesta que nunca realizo. Y él aparato del Partido Demócrata fue un obstáculo para la movilización de las bases electorales de tal Partido, pues como se vio en el estado de Nueva York, (donde intentaron la eliminación de las fuerzas progresistas en el Partido Demócrata), debilitando enormemente tal capacidad de movilización frente al Trumpismo. Nunca entendieron que la única manera de parar el Trumpismo era responder a las clases populares con medidas muchas más transformadoras que las realizadas a cabo por el gobierno de Biden. Su dependencia de la financiación privada y su complicidad con la clase donante de dinero (lo que la gente normal y corriente define como la clase donante y dominante) les imposibilita para entender y realizar los cambios necesarios. Como consecuencia, el Trumpismo es más poderoso que antes de las elecciones del 8 de noviembre y continuara creciendo (en contra de lo que afirman los mayores medios de persuasión e información que están promoviendo la imagen de que el Trumpismo se está debilitando cuando la realidad muestra lo contrario. La enorme crisis de legitimidad del sistema democrático liberal estadounidense requiere cambios muchos más substanciales (tanto en sus políticas económicas como sociales) que los considerados por la administración Biden y por el Partido Demócrata. Es urgente y necesario que se apliquen medidas más transformadoras para mejorar la calidad de vida y el bienestar de las clases populares (que son la mayoría de la población). Y una condición para que ello ocurra es una profunda democratización del sistema político actual que permita la realización de la esplendida frase inicial en su Constitución que comienza con las frases "We the people decide" (Nosotros el pueblo decidimos...). Está claro que el liberalismo actual es un obstáculo para que ello ocurra. Y su fracaso puede llevar al triunfo del fascismo.

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