Al sur a la izquierda

Delitos y faltas

Sábado 15 de diciembre de 2012. El Sevilla acaba de caer ante el Málaga en su propio terreno. Airados pitos en Nervión contra José María del Nido. Ha pasado justo un año desde que el presidente del club fue condenado a siete años y medio de cárcel por fraude y malversación en el Ayuntamiento de Marbella y en todos estos meses no se había oído en Nervión ni un solo reproche al hombre que preside y representa a una de las primeras instituciones deportivas de Andalucía. Lo que no consiguió la justicia lo está consiguiendo la pelotita.

Que tu presidente sea condenado a siete años de cárcel por participar en el saqueo de Marbella, de cuyo Ayuntamiento cobró fraudulentamente 6,7 millones de euros, tiene un pase. Venga, vale, nos mordemos la lengua, aceptamos pulpo como animal de compañía, aceptamos saqueo como descuido. Ahora bien, que ese mismo presidente sea la cabeza visible de un equipo que pierde ante los despreciables boquerones de la Rosaleda, eso sí que no. Por ahí no. La paciencia de la grada tiene un límite.

¿Acaso les parece bien a los seguidores del Sevilla que Del Nido haya hecho lo que la justicia dice que ha hecho, aunque la sentencia esté recurrida? En absoluto. De hecho, los aficionados al fútbol son ciudadanos que habitualmente se indignan cuando ven en los telediarios las noticias de fraude y prevaricación cometidos por políticos o banqueros. ¿Por qué extraña razón, pues, disculpan en unos lo que con tanta razón condenan en otros? ¿Qué atajo psicológico toma una persona para transfigurarse con tanta facilidad de hincha que todo lo disculpa en ciudadano que todo lo condena y viceversa? ¿Qué ocurre ahí? ¿Qué falla?

Desde luego, fallan los medios de comunicación, ninguno de los cuales le pidió a Del Nido que dimitiera cuando fue condenado. Sí se lo pedirán, en cambio, si la pelotita deja de entrar en la portería contraria y empieza a entrar en la propia. Entonces, y solo entonces, no habrá paz para De Nido. En realidad, muchos de esos medios de comunicación suelen actuar como indulgentes hinchas cuando los políticos corruptos son del bando propio y, en cambio, se transfiguran en indignados ciudadanos cuando los ladrones son del bando político contrario.

¿Hay alguna diferencia moral entre la ligereza con que los dirigentes de un partido disculpan a sus cargos públicos corruptos y la ligereza con que unos hinchas disculpan a su presidente corrupto al mismo tiempo, por cierto, que se indignan con los políticos que hacen con sus compañeros de partido exactamente lo mismo que hacen esos hinchas con sus representantes institucionales? ¿Esa actitud es irrelevante o hay que darle mucha importancia? ¿Es síntoma de una enfermedad social más grave o se trata de un mal insignificante que comienza y acaba en el propio síntoma? ¿Estas cosas son importantes para que a un país le vaya bien o son cosas que realmente no cuentan? Un ciudadano intentaría al menos contestar a estas preguntas. Un hincha, ni siquiera.

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