Ayer cogía por sorpresa la agresión que sufrió Mariano Rajoy en Pontevedra y todo el mundo se preguntaba quién era el agresor. En pocas horas, los medios ya tenían un completo retrato del joven de 17 años, tirando de su huella digital en redes sociales y encasillándolo como un chaval conflictivo y violento. Hasta entonces, las elucubraciones se dispararon:
Podría haber sido un joven cuyo padre hubiera sido despedido -gracias a la reforma laboral del PP- sin indemnización de una multinacional después de 30 años de servicio sólo porque los beneficios iban a bajar; podría haber sido un estudiante sin posibilidad de estudiar en la universidad por las subida de tasas y el recorte de de becas; podría haber sido uno de esos beneficiados de los 1.500 empleos diarios que se generan en España, en concreto de dos en un sólo día por tres horas cada uno de ellos.
Podría haber sido un hijo del padre fallecido de Hepatitis C porque nunca llegó a tiempo el Sovaldi; podría haber sido un nieto cuyo abuelo hubiera sido estafado por las preferentes de Bankia mientras Rato saltaba de su yate; podría haber sido el hermano de un chico con esclerosis lateral amiotrófica (ELA) al que la ayuda a la dependencia nunca ha llegado; podía haber sido el hijo de una madre fallecida por violencia machista que no pudo acogerse a ninguna red de alojamiento para víctimas porque los recortes del PP no lo hicieron posible.
Podría haber sido un manifestante que vio una agresión policial, la grabó y difundió y fue sancionado gracias a la Ley Mordaza; podría haber sido un ciudadano normal azotado por la crisis que sólo mirando a su Galicia natal ha asistido a tramas de corrupción como Pokemon, Campeón, Muralla u Orquesta; podría haber sido un vecino que tras el ERE de su padre fueron desahuciados por el mismo banco NovaCaixaGalicia que todos rescatamos en 2011.
Podría haber sido el sobrino de un tío que murió mientras su nombre se perdía en una lista de espera pública o el hijo de un ganadero que ha tenido que cerrar la granja porque vende la leche bajo coste; podría haber sido un migrante a punto de irse a encontrar trabajo en el extranjero o que ha regresado para poder votar porque si vives fuera es misión imposible; podría haber sido un científico cuyo futuro tampoco estará en España porque somos más de ladrillo; podría haber sido amigo de un inmigrante detenido, maltratado y enviado de regreso sedado en un vuelo de deportación masiva; o podría haber sido uno de los más de 900 torturados en 2014 a manos de la Policía sin que nadie haya pagado por ello.
Podría, podría, podría... pero no: fue un joven conflictivo... ¿nada más?
Comentarios
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