Ayer era día de analizar la sentencia y hoy, como si de unas elecciones se tratara -dado que algunos partidos sólo centran su campaña en eso- toca hablar del día después. Y ahora, ¿qué? ¿Qué planes tiene la clase política para resolver un problema que no se ataja encerrando en prisión a quienes han sido elegidos democráticamente? La derecha lo tiene claro: represión. Pedro Sánchez, al menos ayer, les siguió el juego, porque las cargas policiales de ayer no dudaron en arremeter, incluso, contra periodistas perfectamente identificados mientras realizaban su labor informativa.
Si algo dejó claro lo sucedido ayer en Barcelona, en los aeropuertos de El Prat y Barajas, es que la cúpula del 'proces', objeto de una setencia cuestinada, no era la provocadora del tsunami independentista. Éste se encuentra en la misma sociedad, en esa que ayer el ultraderechista Javier Ortega Smith (Vox) no dudaba en llamar "gentuza" en el canal 24 Horas de TVE.
La solución que los sectores más conservadores dieron para la cuestión catalana fue juzgar y encerrar a la cúpula política, si bien es cierto que hubieran gustado de penas aún más duras y el sambenito de una rebelión que nunca existió. Su solución para la masa social que, de hecho, votó mayoritariamente por el derecho a decidir en las últimas elecciones catalanas, ni siquiera es juzgarla, es reprimirla.
Cuando uno escucha a la derecha pareciera que quiere implantar su españolismo a golpes. Las ansias de revancha de PP, Cs y Vox; su deseo desaforado de imponer su modelo de Estado es lo que realmente rompe con la unidad de España, que debería entenderse con toda su diversidad y posibilidades de fórmulas políticas. Ni la derecha ha realizado este ejercicio y, hasta el momento y como sucede en tantas otras materia, el PSOE tampoco, con un Pedro Sánchez anclándose en palabras sin saltar a los hechos.
Si ayer nos hartamos de escuchar a la derecha sus amenazas y exigencias de represión, no fue menos la izquierda con el mantra de "es la hora de la política". Lo es; de hecho, vamos tarde, porque este asunto jamás debió saltar de la esfera política a la judicial, pues nada ha resuelto como quedó demostrado ayer. Dado que la campaña electoral va a estar marcada por ese asunto, dejando de lado el resto de gravísimos problemas que asolan España (vivienda, desempleo, hambre, corrupción, Educación, Estado de bienestar esclerótico...), no voten a quién no se ponga manos a la obra más allá de los discursos pomposos, las banderas apolilladas o el ruido de sables.