Del consejo editorial

La sanidad de Obama

 NÚRIA BOSCH

El presidente Obama se ha propuesto reformar el sistema sanitario estadounidense antes de fin de año. Es de destacar que el país más rico del mundo tenga un sistema sanitario muy deficiente. Gran parte de la población (unos 50 millones de personas) no tiene ninguna cobertura sanitaria, ya que no puede pagarla.

El sistema sanitario estadounidense se basa en seguros privados, lo que ocasiona que una gran parte de la población no pueda pagarlos. Las empresas que tienen planes sanitarios para sus empleados aportan solamente una pequeña proporción. De carácter público, sólo cabe mencionar los programas federales Medicare y Medicaid, para ancianos, niños pobres y discapacitados, pero estos programas serán insolventes en pocos años. Todo ello contrasta con el caso de Europa, donde todos los países tienen un Sistema Nacional de Salud.

La reforma sanitaria de Obama contiene tres principios: reducción de los costes sanitarios, acceso a un sistema sanitario asequible para cada ciudadano y respeto al derecho a la elección de médicos. Su gran objetivo es que toda la población tenga seguro sanitario, es decir, un sistema sanitario universal que pueda ser accesible a todas las familias. Para ello, pretende crear una aseguradora sanitaria pública. Así, la población tendrá la opción de mantenerse en las aseguradoras privadas o pasarse a contratar la pública. También pedirá a los empresarios que colaboren.

La reforma significa un cambio sin precedentes en la industria sanitaria de Estados Unidos. Por ello, se necesita la colaboración de dicha industria, cosa que no ocurrió en la reforma pretendida por Hillary Clinton en los años noventa. No obstante, ahora parece que la industria sanitaria está dispuesta a colaborar, prometiendo reducir los costes sanitarios, que crecen anualmente mucho más que la inflación y el PIB. En concreto, plantearon reducir en 1,5 puntos porcentuales el aumento del gasto sanitario en Estados Unidos, que crece a un ritmo del 7% anual. La reducción del gasto supondría un total de dos billones de dólares en diez años, lo que representa tres puntos porcentuales del PIB.
No obstante, la reforma no está exenta de problemas. Algunos opinan que la industria sanitaria al final no colaborará y que estos grandes grupos de interés se opondrán a la creación de la aseguradora pública, ya que les generará competencia. Tampoco será fácil que colaboren los empresarios. Igualmente, hay que buscar recursos para financiar la reforma, lo que deberá hacerse con modificaciones tributarias o aumentos de impuestos, que deben aprobarse en el Congreso, siendo los republicanos reacios a cualquier incremento de impuestos.

Es de esperar que Obama pueda llevar a cabo la reforma, tanto por razones de equidad como de eficiencia. Estados Unidos tiene unos indicadores de salud mediocres comparados con los de los demás países ricos. Esta mala salud afecta a las clases sociales bajas y resta eficiencia al sistema productivo del país. Como dijo el presidente estadounidense, "la reforma no es un lujo que pueda posponerse, sino una realidad que no puede esperar".

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