Dominio público

Sortear profecías autocumplidas

Antoni Comín

Sortear profecías autocumplidas

Toni Comín i Oliveres
Profesor de ESADE (Universitat Ramon Llull)
Ilustración de Iker Ayestaran

El obstinado "no" de Merkel a los eurobonos la está enfrentando políticamente a tirios y troyanos. Tirios: el PSE, que representa la socialdemocracia europea en su conjunto, incluido el SPD, hace ya días que ha apostado públicamente por un Tesoro europeo. Troyanos: Rajoy, Sarkozy o Monti, es decir, los gobiernos de los países grandes del sur, todos ellos sostenidos en partidos homólogos a la CDU y miembros del PPE, tampoco esconden su agrado por la idea. Pero, además, este "no" contradice algunas lecciones fundamentales que los economistas han constatado en las últimas décadas. Y cuando la política opta por ignorar las verdades que enseñan las ciencias sociales, por frágiles y limitadas que estas sean, tiende a crear problemas innecesarios.

En los últimos meses, Merkel ha expuesto una y otra vez las razones de su rechazo. "Los eurobonos –declaraba en diciembre– tienen un problema: igualarían las tasas de interés de todos los países y eso nos impediría saber dónde están los problemas". Desde esta perspectiva, la prima de riesgo no es más que la medida de las dificultades de cada país y el asedio de los mercados de deuda debería servir para que los países con problemas fiscales –todos ellos atrapados en un escaso o nulo crecimiento– se vean indefectiblemente impelidos a resolverlos.

A ojos de la derecha alemana, si se mantiene la deuda pública separada, estos países no tendrán más opción que atacar las causas de fondo de este débil crecimiento. Si, en cambio, la UE emite deuda conjunta, la presión de los mercados sobre estos países disminuirá automáticamente y sus problemas estructurales quedarán sin resolver, enmascarados bajo el paraguas de aquellos miembros de la UE que crecen sin excesivas dificultades –por ahora–. Los eurobonos serían, para Merkel, una invitación a la irresponsabilidad.

Sin embargo, a raíz de las crisis financieras de las dos últimas décadas, los economistas que han analizado más perspicazmente el funcionamiento de los mercados de inversión han tomado una clara consciencia de su tendencia estructural a las "profecías autocumplidas". Se trata de una lógica diabólica: cuando los inversores prevén que un país tendrá problemas –o a veces simplemente lo creen, movidos por prejuicios sin ningún fundamento económico racional– son ellos mismos quienes se encargan de creárselos. Huyen y, con su huida, lo hunden en la miseria. Bienvenidos al mundo de "las expectativas que se cumplen a sí mismas".

Esta lógica –que en el caso de los mercados de inversión privada se desplegó con todo su ímpetu en las crisis financieras de los noventa, muy especialmente en la del sureste asiático– se repite hoy, en cierto modo, en los mercados de deuda pública de los periféricos del euro. Los inversores que creen que los países de la UE con déficit no podrán devolver sus deudas –y que huyen hacia "valores seguros" como el bono alemán o el estadounidense, que en momentos han alcanzado incluso rentabilidades negativas– disparan sus primas de riesgo y, con ello, incrementan hasta límites insoportables el volumen de sus deudas. Al temer que la deuda española, portuguesa, irlandesa o griega sea impagable, los mercados financieros se comportan de tal modo que casi consiguen que lo sea. Su reacción ante los problemas fiscales de los países del euro no hace sino empeorarlos. Para protegerse de un riesgo, lo incrementan: esta es hoy la paradoja –que no tiene nada de nuevo– del funcionamiento del sistema financiero.

Aunque para Merkel y su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, el déficit de los países del sur de la UE
–y las dificultades de crecimiento que están en su origen– son la causa y las primas de riesgo en escalada son su consecuencia, la experiencia de las últimas décadas demuestra que puede que las cosas sean al revés. La crisis de los bonos nacionales puede acabar convirtiéndose más bien en la causa, que no en la consecuencia, de la crisis fiscal. El servicio de la deuda es hoy una de las principales partidas de los presupuestos de estos países y abulta dramáticamente su déficit: son miles de millones de euros que no se pueden dedicar a políticas de estímulo del crecimiento –y crecer es la condición necesaria y urgente para poder pagar de verdad la deuda pública–. Por esto, si los países fiscalmente ahogados siguen sometidos individualmente a la presión de los mercados financieros, sus problemas fiscales y de crecimiento se agravarán todavía más. Justo lo contrario de lo que pronostica la actual derecha alemana.

Los eurobonos son la vía más segura, estable y eficaz para cortar de raíz este perverso círculo vicioso. Hay otros instrumentos que también pueden contribuir enormemente a reducir las primas de riesgo de estados como España, Italia o Portugal: la ampliación y flexibilización del futuro fondo permanente de estabilidad financiera (MEDE), por un lado, y la intervención del BCE en los mercados de deuda, es decir, su actuación como "prestamista de última instancia", por el otro, son los más importantes. Sin embargo, ninguno de estos dos indispensables "cortafuegos" contra posibles incendios en la deuda soberana de los países del euro debería sustituir estas auténticas vigas ignífugas que supondrían los eurobonos y el Tesoro europeo para la arquitectura fiscal y financiera de la Unión.

Empero, con los eurobonos no sólo los países deficitarios que hoy pagan unas primas de riesgo astronómicas pagarían bastante menos. También los países "seguros" que hoy pagan muy bajos intereses por su deuda deberían pagar algo o bastante más para financiarse. Es cierto. Sin embargo, todo apunta a que el coste de la futura deuda común europea sería menor que la suma del coste actual de la deuda de cada uno los diecisiete países del euro. Esto es lo decisivo. Tomados de uno en uno, con los eurobonos algunos países saldrían ganando y otros perdiendo. Pero tomada la UE en su totalidad, pagaría considerablemente menos en intereses: el ahorro global para el conjunto de la Unión sería indiscutible. Por ello, los eurobonos son la piedra de toque que permite saber si los actuales líderes de la UE piensan "en europeo" o piensan "en nacional", esto es, si tienen visión europea o carecen de ella.

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