Dominio público

'Emperdedores'

Jorge Moruno

Sociólogo y autor del blog larevueltadelasneuronas.com

La figura del emprendedor se ha presentado como la única que puede reflotar la situación que vivimos, con toda la población apoyándola a su alrededor. Se nos repite que el emprendedor es quién genera empleo, el emprendedor es quién aporta la innovación. Las dos afirmaciones inoculadas en la mente colectiva no sólo son falsas, sino que además cumplen una función de dominación política, haciendo de lo que es un conflicto colectivo una tara psicológica individual.

Emprendedor es un eufemismo de empresario, pero endulzado para que no haga saltar el resorte cultural que lo interpreta como explotador, y por lo tanto, como alguien ajeno a la actividad de gran parte de la fuerza de trabajo. Pero a través la construcción social del emprendedor se facilita su acceso, ofertando la posibilidad de serlo a cualquier persona que se lo proponga. Tú también puedes ser tu propio jefe abriendo tu propio negocio ha sido la cantinela más repetida durante muchos años, cuando en realidad las razones son muy distintas a lo que muchas personas se imaginaban.

Sucede que en gran medida, las empresas han necesitado desprenderse de muchas de sus funciones y las han subcontratado o externalizado, ya sea, para soltar lastre y ser más ágiles en la competencia del mercado, y/o para reducir el impacto de las protestas de sus trabajadores estrangulando su organización. Pero en ningún caso, la intención es la búsqueda de felicidad humana y su emancipación del yugo laboral, como anunciaba en su tiempo Churchill, a propósito del avance tecnológico. Al contrario, las múltiples relaciones con clientes y proveedores incitan a la auto-explotación y quienes más la sufren son sus empleados asalariados, los falsos autónomos, o los que ni siquiera pueden cotizar.

La democratización del empresario en su forma de emprendedor tiene su origen en fines productivos, que ayudan a optimizar la plusvalía del siglo XXI, sobre la sociedad en su conjunto. Busca que mucha gente y el conjunto del imaginario social, se interpreten a sí mismos como propietarios y vinculen el interés dominante al suyo propio.

El emprendedor colectivo

Pero volvamos a las preguntas que nos hacíamos al principio, ¿el emprendedor genera empleo? Es una forma de plantearlo para venderlo mejor, otra puede ser, que la motivación no es tanto la de encontrar yacimientos de empleo, como de consumo. Qué puedo hacer, inventar o recombinar para que la gente lo consuma es un objetivo más real que el de generar empleo, de hecho, es secundario y cuanto menos se necesite y más barato salga menos costes supone. El consumo se convierte en una parte importante de la producción, tanto, que la producción de consumidores es lo que determina a la propia producción. Pero ¿sobre qué se sostiene esa producción de consumidores? Aquí es donde entra el tema de la innovación y el talento. Autores que poco tienen de comunistas como Steven Johnson, James Surowiecki o Daniel Pink, muestran como la historia de la innovación y la de su aumento, tienen que ver con la cantidad de gente que entra en conexión, con la autonomía y la cooperación, en lugar de la competencia encarnizada. Son los ecosistemas multidisciplinares y los ambientes que hacen olvidar que se está trabajando, los que dan cobertura a la creatividad y al cruce de ideas nuevas. La multitud es más inteligente aunque siempre nos han enseñado lo contrario.

Por eso la mayoría de las nuevas utilidades que ofrecen las empresas se basan sobre todo, en servicios que conectan lo ya existente, y encuentran en Twitter un campo para los estudios de mercado. O utilizan fenómenos tipo el 15-M para comprender la actitud de la población, como muestra la consultora Nielsen, dedicada al estudio de mercado y de consumidores. Una situación extraña ya que coincide en parte con la descripción comunista de Marx, cuando los trabajos individuales no forman parte integrante del trabajo común mediante un rodeo, sino directamente. Pero sólo en parte, porque toman prestada la expresión de cada cuál, según sus capacidades, pero se olvidan del a cada cuál según sus necesidades. Marx privatizado.

Cuando la innovación funciona mejor en red y sin fines comerciales, el capital necesita encontrar mecanismos para captar y transformar toda esa riqueza multitudinaria en valor de cambio. La jornada laboral ya no es suficiente para extraer la riqueza, ahora es la sociedad en su totalidad el objeto de la explotación. El ocio, -octium-, descanso- se revela como su contrario, convirtiéndose en negocio, -neg octium-, negándolo y haciendo de él un nicho inagotable de consumo, tan amplio como puede ser la creatividad humana usurpada.

En esta tesitura la precariedad extensiva no es una consecuencia coyuntural, sino la condición de partida cuando el trabajo estable no resulta útil en el capitalismo contemporáneo. ¿Cómo afrontar la dura realidad? Según Sébastien, columnista de Cinco Días, autodenominado emprendedor y experto en corporate finance, todo se acaba reduciendo a la manera en que queramos ver el vaso, o medio vacío o medio lleno. Es nuestro estado de ánimo cargado de negatividad lo que nos impide adoptar un enfoque positivo, para adaptarnos a lo que hay en lugar de quejarnos. Explicación que camina en la misma línea de un libro de autoayuda que insulta a la inteligencia. Al final lo que empieza siendo un conflicto socioeconómico y político, es en realidad superable desde nuestra posición psicológica individual.

Es la misma metodología que utiliza el personaje de George Clooney en la película Up in the air. Básicamente su trabajo se centra en viajar a las empresas que llevan a cabo despidos para convencerles de que en realidad, más que un disgusto es una oportunidad. En la ideología de la felicidad las culpas y las oportunidades son fraguadas siempre por uno mismo, pero nunca se puede cuestionar el funcionamiento que te obliga siempre a presentarte con actitud positiva. Entramos en la era dorada del coaching y los antidepresivos para solucionar nuestros fallos humanos, orgánicamente incapaces de soportar el ritmo de la explotación virtual. Es un rasgo típico de los sistemas totalitarios, que proyectan una macabra e incuestionable felicidad social a través del trabajo, y ahora también cuando te despiden.

¿Cómo poner la innovación colectiva creada por todos y todas –según sus capacidades,-Marx- al servicio de la mercancía? Provocando que sea la propia gente y no ya una élite en las alturas, la que se encargue de incorporarlas al circuito del beneficio económico. Cualquiera puede ser un emprendedor significa, que el pequeño empresario y los que trabajan, tienen que poner sus habilidades, sus redes, su conocimiento compartido al servicio de los intereses financieros, pensando que así, se aporta algo a la sociedad. El único emprendedor válido es el que busca volcar sus beneficios sobre la población para fines comunes, ni privados ni tampoco estatales. No se trata de sustituir la publicidad acosadora por un desierto norcoreano que anula el deseo humano y la creatividad, sino aumentándola liberándola de su reducción mercantil. Traspasar la democracia secuestrada por el consumo, como lugar privilegiado de elección y decisión, y ponerla al servicio del derecho a decidir de la gente sobre su vida. La riqueza está usurpada, mientras sea así, la mayoría seguiremos siendo emperdedores.

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