El azar y la necesidad

España es inmadura

Eugene Odum, uno de los padres de la Ecología,  definió a los ecosistemas como una unidad natural que incluye todos los organismos que viven en ella y las interacciones de estos con el medio físico. Un ecosistema es pues, un sistema de organización compleja con muchas variables que interactúan. Como un estado. Tratemos de estudiar a España como si se tratara de un ecosistema.

Un ecosistema va evolucionando a través del tiempo, la historia configura su forma a partir de los episodios ambientales que se van sucediendo, sequías, tormentas, inundaciones, llegada de nuevas especies, etc. El ecosistema va evolucionando hacia una especie de madurez el objetivo de la cual es llegar a un estado de equilibrio y a un mayor aprovechamiento de los recursos  para resistir los cambios ambientales. El ecosistema, pues, gana en complejidad a medida que va madurando. Y la complejidad es fruto de su propia diversidad. Cuando menor es la diversidad de un sistema, más vulnerable es frente a las diferentes crisis naturales a las que deberá enfrentarse. Ciertamente, la homogeneidad de especies es muy productiva, pero indica debilidad. Un campo de trigo, o sea, un ecosistema con una sola especie,  produce muchísimo más que un bosque tropical, pero es mucho más vulnerable a una plaga, a una sequía o una helada.

España es,  desde muchos puntos de vista, un ecosistema poco diverso, inmaduro. Lo es desde el punto de vista económico, porque su sistema productivo se ha concentrado en el negocio inmobiliario y en el turismo, y porque su balanza de pagos está desequilibrada, lo ha estado incluso en los periodos de bonanza. La economía española es poco diversa y además exporta menos productos de los que importa, concentrados sobretodo en los productos energéticos: la balanza energética española es de las más desequilibradas de Europa.  La inmadurez de España como economía, su poca diversidad,  es lo que la hace vulnerable a los cambios del entorno, a las crisis. En este sentido las políticas económicas de los distintos gobiernos no solo no han corregido esa tendencia sino que la han acentuado, concentrando la inversión de los recursos del país en infraestructuras como el AVE, en una operación destinada a reforzar el sector inmobiliario. La política de los gobiernos de Aznar y de Zapatero afianzó el monocultivo y la homogeneidad. El gobierno de Rajoy continúa en la misma línea. Las altas cotas de crecimiento de la economía española en la pasada década eran la prueba efectiva de su debilidad: un ecosistema que crece mucho, es un sistema inmaduro.

Pero España también es inmadura desde el punto de vista político, sus instituciones no están afianzadas, no son neutrales en los conflictos y se  premia la homogeneidad por encima de la diversidad. Está inmadurez política se ve muy bien  reflejada en los partidos, incapaces de albergar en su seno corrientes de opinión que difieran de las oficiales. Los individuos que poseen ideas, inteligencia y criterios propios son, en España, especies en vías de extinción y son substituidos sistemáticamente por especies oportunistas, los arribistas, mediocres y sumisos a la jerarquía dominante.  Eso debilita profundamente a los partidos, estructuras arcaicas y monolíticas incapaces de adaptarse, de dar giros a sus políticas en momentos de cambio.

España es un ecosistema diverso desde el punto de vista cultural y social. Pero esa diversidad ha sido históricamente atacada por la pertinaz insistencia en la imposición a todo el territorio de una cultura, la castellana, con el argumento falaz de que se trata de la común a todo el territorio. En el terreno cultural y social, los gobiernos de España se han decantado por homogeneizar pensando que así fortalecían al estado, a su unidad, sin darse cuenta que esa homogenización lo debilitaba y lo hacía más inmaduro y vulnerable.

La Isla de Pascua en el Pacífico albergó en el pasado un rico ecosistema, con bosques tropicales y subtropicales, y parece que la obsesión de los nativos por la construcción de moais, acabó convirtiendo el paisaje en un yermo. La obsesión de los gobiernos españoles por la homogeneidad puede hacer lo mismo con España, con las estaciones vacías del AVE alzándose en los páramos de un desierto como los moais de la isla de Pascua.

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