El detonador

Michael Jackson se llama Peaches

No, no es que Jacko cambie de nombre, estilo Prince. En realidad, Peaches es una cantante canadiense que ayer puso una bomba de espectáculo, diversión y potencia en el festival con el nombre más feo de todos los que se celebran en España (y probablemente del mundo): el SOS 4.8 de Murcia.

Antes de nada, decir: sorprendente festival. En su segunda edición, ha agotado las 40.000 entradas con un cartel bastante más modesto que los grandes festivales españoles. Además, es muy cómodo (se celebra dentro del casco urbano de Murcia) y conjuga con gracia y sin exceso de pretensiones rock y electrónica.

A lo que íbamos: si hoy tuviéramos que decir quién es el Michael Jackson de nuestros días, yo diría Peaches. Lo demostró ayer: baila como una posesa, canta como un ángel (demoniaco, claro) y ofrece un espectáculo (con pocos medios) de muchos quilates. Electro-clash a palo seco, sin sal ni limón, para gritar unas cuantas guarradas a la cara de un público que, al principio se asustó, y al final terminó entregado.

Peaches y sus tres músicos aparecieron disfrazados y enmascarados. Canción tras canción, la cantante se iba quitando capas de ropa y descubría nuevos disfraces, a cada cual más delirante (terminó con un bañador color carne para aparentar que estaba desnuda).

Presentó algunas de las canciones de 'I feel cream', su nuevo disco, que publica el lunes 4 de mayo, y repasó algunos de sus hits ('Set it off' o 'Kick it', entre otros). No paró quieta: saltó, gritó, corrió, se subió a la valla de seguridad del público, se arrastró por el suelo...

Todo con ese toque glam-gay que no necesita de la tontería para afirmarse. Si Alaska supiera cantar y bailar y se dejara de petardeos, sería nuestra Peaches.

Un huracán de baile y sexo que liberó a un festival un tanto abotargado después de certificar, one more time, la defunción de Prodigy, uno de los, a priori, platos fuertes del SOS 4.8. Seguro que a una pelea Peaches puede con el trío británico, auténtica caricatura de lo que un día fueron.

Sonaron anacrónicos, embarullados, aburridos y escleróticos. La gente respondió, por supuesto, pero en algún tema, si te quedabas escuchando atentamente, sólo oías un raca-raca sordo.

Antes había pasado por el escenario principal un imprevisible Pete Doherty con sus Babyshambles, que ofreció un concierto tan irregular como su propio repertorio. Capaz de lo mejor y de lo peor, acabó rompiendo el micrófono y lanzándose al público. Fue, como poco, divertido, y la gente reaccionó a sus canciones como si de un concierto de Estopa se tratara: cantando los "oh-oh-ohs" y bailando agarrados en grupos.

Pero la reina de la noche fue, cómo no, PJ Harvey, que junto a John Parish abrió el festival en un concierto en un auditorio para 1.800 personas. Si no fuese por su corta duración, una hora escasa, sería un serio candidato a mejor directo de lo que llevamos de temporada.

Si queréis saber más detalles del concierto, hoy sábado 2 de mayo se publica la crónica en 'Público'.

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