Elisa Serna

ZELAYA AL PODER

 

Manuel Zelaya, presidente legítimo de Honduras

Madrid, 27.9.09, 15:15 h

 

El Presidente del Gobierno de España, José Luís Rodríguez Zapatero, proclamó el pasado dia 23, en el Plenario de la ONU, "No vamos a permitir la vuelta de ninguna dictadura en Latino America. No lo vamos a permitir." El aplauso cerrado que siguió, por parte de los representantes de los mas de ciento noventa y dos paises que aprobado en sus Congresos y difunden la Declaración Universal de los Derechos Humanos. debería haber sido interpretada en toda su hondura por el presidente golpista, Micheletti.

El golpista Micheletti, empresario del transporte, fuera de sí.

Mi diario, Público, informó ayer a las 11:29 horas de que "El Gobierno de facto de Honduras ha anunciado hoy que no recibirá a los embajadores deEspaña, Argentina México y Venezuela, porque retiraron a sus representantes en Tegucigalpa tras el derrocamiento del presidente constitucional, Manuel Zelaya, el 28 de junio.

La decisión es la respuesta de Michelletti a la Organización de Estados Americanos (OEA) y a la Unión Europea, que el pasado día 23 decidieron que sus embajadores regresaran a Honduras para apoyar "sobre el terreno" una mesa de diálogo."

Sería de desear que las buenas artes diplomáticas convencieran al golpista de no oponer resistencia a la vuelta de Zelaya al gobierno para el que fué elegido en ñas urnas. No seria de extrañar, no obstante, que de no hacerlos "por las buenas" los Cascos Azules de la ONU, tuvieran que movilizarse rumbo a Tegucigalpa.

El infame gaseo de Micheletti a Zelaya y sus acompañantes de anteayer, con resultados sangriéntos, cada vez nos recuerda más el Asalto de Pinochet al Palacio de la Moneda, y en evitación de males mayores, es de preveer que los "paracas" de la ONU podrían hacer su aparición sobre la ciudad donde Manuel Zelaya fué elegido legítimamente en las urnas.

Fuerzas desplegadas por Micheletti en el aeropuerto, con motivo del primer intento del Presidente legítimo de Honduras, Manuel Zelaya para entrar, via aérea, en su país. Rostros de soldados y policias que se debaten entre la lealtad y la vergüenza ajena.

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