Tierra de nadie

¿Cuánto le debo, doctor?

Dicen del tabaco, pero esto de las reformas estructurales crea una adicción espantosa. Se pone uno a reformar estructuralmente un día y no hay mañana que no se encuentre algo nuevo a lo que meter la tijera, ya que este reformismo consiste en meter al Estado en un taller de corte y confección para reducirle la talla de los pantalones. Una de las pocas prendas que había quedado a salvo de esta retoucherie era la Sanidad, y aunque la ministra Pajín se ha mostrado reiteradamente en contra de que los pacientes pasen por caja antes de ver al médico, ayer acuñó un nuevo término, el del "copago simbólico", diferente, al parecer, al copago real, cuya sola mención provoca sudores fríos en la espalda.

El coste de la Sanidad equivale aproximadamente el 6% del PIB, esto es, unos 70.000 millones de euros. Obviamente, es más que el 4,5% que representaba hace 30 años, si bien es verdad que en ese tiempo ha aumentado la población, las prestaciones y los avances tecnológicos con los que se ha dotado al sistema. De esa cantidad, un 50% corresponde a los sueldos del personal sanitario y entre un 25 y un 28% a la factura farmacéutica, que ha venido reduciéndose desde el 40% que llegó a representar. En consecuencia, más de un 75% de estos 70.000 millones constituye un gasto estructural que difícilmente puede reducirse.

En el Ministerio siempre se ha rechazado el copago pero nunca se han dejado de echar las cuentas. En el supuesto de que a los usuarios de la Sanidad pública se les cobrase un canon de 10 euros por consulta y de 15 euros por urgencia, podrían recaudarse al año 600 millones de euros, una cantidad que representa el 0,85% del gasto total. Ahora bien, ¿esto sería copago real o simbólico? Siendo los usuarios del sistema en un 80% personas mayores y muchos de ellos con pensiones de miseria, ¿cómo se calcula el simbolismo?

Los reformistas son implacables. Llegaron a la conclusión de que los funcionarios curraban menos que el ángel de la guarda y les recortaron el sueldo; constataron que el despido era muy caro y lo rebajaron; han confirmado que tenemos el vicio de morirnos más tarde y retrasarán la edad de jubilación. Ahora mismo se están convenciendo de que la gente va al médico cuando perfectamente podría ir al cine y no tardarán en plantearse cobrar la entrada.

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