Tierra de nadie

La reforma pendiente

Salvo en las novelas de intriga, lo habitual es que las cosas terminen siendo lo que parecen. Parecía un disparate que la solución al problema del paro fuera una reforma laboral que abarata el despido, teniendo en cuenta que desde el inicio de la crisis las empresas no hicieron otra cosa que despedir con gran éxito de crítica y público. El balance de la medida, aprobada por decreto en junio del año pasado, se resume en lo siguiente: en esa fecha había 4.645.500 desempleados; nueve meses después los parados rozan los cinco millones para una población activa prácticamente idéntica. Se dijo también que la reforma consagraría la contratación indefinida, que no ha hecho sino disminuir mientras aumentaba la precarización.

Vista la película, llega ahora en versión negociación colectiva, donde se parte nuevamente de un principio equivocado. ¿Se crearán puestos de trabajo permitiendo que las empresas se descuelguen por norma de los convenios sectoriales y se ahorren las horas extrordinarias flexibilizando la jornada de trabajo o tan sólo se conseguirá reducir sus costes? Adivinen la respuesta.

La primera condición para crear empleo es el crecimiento, y no se puede crecer si el único objetivo de la política económica es la reducción del déficit. Estamos en un bucle sin salida. Sin gasto no hay consumo, y sin éste no hay producción, que es lo que genera empleo. A medida que aumenta el paro, se reduce el consumo y la producción, lo que genera más paro y vuelta a empezar. En otras circunstancias se podría convivir con un sector público autista, pero cuando las empresas privadas no tienen acceso al crédito, cobran tarde y mal, entre otras cosas porque las administraciones están tiesas y pagan a un año vista en el mejor de los casos, esperar que contraten es un auténtico delirio.

En otras palabras, no se puede soplar y sorber la sopa al mismo tiempo. Como no somos Grecia, mirémosla desde lejos: tras un año del plan de ajuste, el desempleo ha pasado del 12 al 16%. ¿Conclusión? Lo que hay que reformar estructuralmente no es el mercado de trabajo ni los convenios sino esta política económica.

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